
Las Tunas.- La diversidad de juguetes que pueden rodear la vida de la niñez es un universo de colores, formas y posibilidades infinitas. Constituye el primer gran escenario donde las mentes jóvenes ensayan los roles que la sociedad espera que asuman en la adultez.
Como en cualquier espacio de su tipo, en la tienda Regalarte, en esta ciudad, la elección de un simple carrito o una cocina de juguete revela una verdad incómoda: los estereotipos de género están lejos de ser cosa del pasado, y los propios padres son, a menudo sin querer, sus principales guardianes.
Un equipo de 26 se acercó a ese establecimiento particular para constatar una realidad que sus dependientes observan a diario. Allí su dueña, Mayelin Leyva Cue, describe escenas que son un reflejo preciso de la inercia cultural.
LA DICOTOMÍA DEL PASILLO ROSA Y AZUL
“A menudo, vemos cómo las niñas vienen y, a pesar de tener a su alcance muñecas y sets de belleza, se dirigen directamente a los carros, camiones o, incluso, a los aviones”, comenta. La sorpresa no está en la elección de la niña, sino en la reacción de la figura adulta que la acompaña, casi siempre la mamá.
“Hay madres que simplemente le dicen a la niña: 'No, eso es de varón. Escoge otra cosa'. Ocurre igual con los niños que quieren una cocinita o un set de limpieza. Los padres les insisten en buscar un balón o una pistola de agua. Es como si el juguete equivocado pudiera desviar su futuro”, relata.
El caso de la pequeña que escoge un avión y se encuentra con la negativa categórica de su mamá es, quizás, el ejemplo más gráfico de esta resistencia cultural. ¿Acaso la elección de un vehículo de alto vuelo para una infante es tan solo una preferencia lúdica, o pudiera resultar una aspiración temprana a la conquista del espacio, la técnica o la independencia?
EL EFECTO PIGMALIÓN EN EL JUGUETE
La actitud de los padres no es malintencionada; está profundamente arraigada en un sistema de creencias que ha dictado, por siglos, lo que es “apropiado” para cada género. El carrito es la extensión de la velocidad, la mecánica y el dominio del espacio público, roles históricamente atribuidos al hombre. La cocina y la muñeca, por su parte, reafirman el lugar tradicional de la mujer en el ámbito doméstico y el cuidado.
Lo que estos padres pasan por alto, y que constituye el verdadero nudo de esta problemática, es el poderoso mensaje de limitación que inoculan en la mente de sus hijos.
Si a una niña se le prohíbe jugar con un coche, ¿qué subtexto recibe? “Tu interés por la ingeniería o la velocidad no es válido”. “El rol de conductora o exploradora no te pertenece”. “Hay un mundo de habilidades (espaciales, mecánicas) que no son para ti”…
Leyva Cue lo resume con una lúcida reflexión: “La madre no se da cuenta de que su pequeña el día de mañana puede manejar un carro perfectamente y puede ser una excelente conductora, quizás hasta una ingeniera automotriz. Y el niño que elige una cocinita puede ser un excelente chef o tener un talento culinario que jamás explorará por miedo a la burla o la prohibición”.
ROMPER LAS CADENAS DEL ESTEREOTIPO
La ciencia social es clara al respecto. Los juguetes no son solo objetos de entretenimiento; son herramientas de aprendizaje que desarrollan habilidades cognitivas y sociales esenciales.
Pongamos algunos ejemplos. Carros y bloques: fomentan el desarrollo de la visión espacial, la lógica de construcción y la resolución de problemas (habilidades STEM, referidas a ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas, por sus siglas en inglés). Muñecas y cocinas: impulsan la empatía, el lenguaje, el cuidado y la creatividad narrativa (habilidades sociales y artísticas).
Al restringir la elección de un juguete, se está amputando el desarrollo de un conjunto de habilidades que la persona necesitará en el futuro, independientemente de su género. El niño que juega a la cocinita está aprendiendo a nutrir, a crear, a planificar y a cuidar, atributos valiosos para cualquier persona en la vida adulta, sea hombre o mujer. De la misma forma, la niña que vuela una aeronave está ejercitando su ambición y su capacidad técnica.
El verdadero objetivo de la educación moderna, y de la igualdad de género, no es forzar a las niñas a jugar con carritos o a los niños con muñecas, sino dar la libertad incondicional para que escojan aquello que estimule su curiosidad y talento natural.
La tienda Regalarte en Las Tunas se ha convertido así en un pequeño termómetro social que mide la presión de una tradición obsoleta. La próxima vez que un niño o niña se acerque al pasillo que le han prohibido, la sociedad, encarnada en el padre o la madre, tiene la oportunidad de cambiar el guion, de silenciar el prejuicio y de simplemente decir: “Escoge lo que te haga feliz. Escoge lo que te enseñe algo”.
El futuro de la igualdad comienza en la cesta de los juguetes. La responsabilidad es de los padres.

