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profe Celia foto Yaciel Peña De la Peña 2

Las Tunas.- Aquella mañana se llevó muchas sorpresas. La pasión por los proyectos sociales ya la había calado de raíz, pero nacen días, como ese, en que las certezas volvían a rondarla desde rostros diversos.

Empezó el encuentro con una técnica grupal: “Quién como yo, cuando era más joven, fue víctima de algún tipo de violencia y sufrió mucho en silencio…”. En el siguiente turno, la muchacha que le sucedió empezó a narrar sus vivencias con la cara muy roja. Confesó que nunca se lo había contado a nadie, pero a los 9 años la violaron y su familia jamás habló del asunto.

En el tercer turno de la técnica, la experiencia se coloreó clara y vívida: otra voz anunciaba que era violentada por su esposo, que se sentía atada en su propio hogar, que las carencias económicas no le permitían romper los vínculos matrimoniales, que a veces, incluso, pensaba en quitarse la vida…

Para Celia Díaz Cantillo, doctora en Ciencias Pedagógicas, profesora de la carrera de Pedagogía-Psicología y coordinadora de la Cátedra de la Mujer: Género y Sociedad, de la Universidad de Las Tunas, cada experiencia que lastra el universo femenino es un reto diario para reencontrarse en los cotidianos desafíos, que la impulsan a seguir propiciando los estudios de género.

Conversar con ella es un templo para la sororidad, “porque las mujeres cargan vivencias, sesgos y ventanas por donde se asoman a explorar un mundo variopinto”. Son el ímpetu por el que, después de jubilada, se levanta con el alba, llena de motivaciones. “El acompañamiento, desde la ciencia, es más que necesario”.

BAJO LA SOMBRILLA VIOLETA

A Celia, no por azar, la alcanzaron este año dos proyectos vitales. Uno de ellos es No Más: Prevención y Respuesta a la Violencia Contra las Mujeres en Cuba, fruto de la colaboración entre la asociación italiana Cospe, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y su Editorial de la Mujer, en alianza con importantes instituciones en el país.

El segundo, bajo el amparo de la FMC, Apoyo a la Respuesta Nacional a la Violencia Basada en Género, aterrizó en Las Tunas con la intención de hurgar en la realidad al interior de las comunidades. En ambos, la cátedra que lidera la profe Díaz Cantillo brinda asesoría y, a la vez, es la fuerza de trabajo para aplicar los instrumentos de diagnóstico.

“Este último proyecto, para nosotros y para el país, es muy necesario. Que exista una instancia con largo alcance, que busque el levantamiento y la visibilidad de qué pasa con la violencia y cómo se da, es una posibilidad que debemos aprovechar al máximo.

“Se aplica en Las Tunas en los 19 consejos populares y nos va dejando una experiencia que marca las rutinas de trabajo. ¿Qué hemos encontrado? Vivencias e historias múltiples. Lo mejor, hemos logrado que emerja un grupo que ya logra autorreconocerse e identificar las manifestaciones de violencia en su hogar, en su pareja, en su trabajo, en su entorno social.

“Nos acercamos a un fenómeno social complejo, con matices y antecedentes, que tienen su origen en la violencia estructural, en los aprendizajes que nos ha cargado esta sociedad patriarcal. Y el ejercicio en las comunidades tuneras ha sido mirar de frente un flagelo, que muchas veces desconocemos porque no hemos vivido.

“Cuando usted entrevista a estas mujeres y hombres reconocen que, por miedo a determinados factores familiares, sociales, múltiples… no acuden a pedir ayuda, a denunciar, a hacer valer sus derechos.

“Tristemente, hemos notado también que hay otro miedo en juego. Viene del hecho de que a nivel institucional no se actúa convincentemente para enfrentar la violencia. Pasa, incluso, que una víctima va a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) a hacer una denuncia y la mandan a ver al jefe de sector de su área, y en el camino se pierde la voluntad de defender los derechos.

“Hoy nos falta lograr espacios donde las personas puedan asistir y sentirse convencidas de que las estamos atendiendo, y les estamos dando herramientas para salir de su proceso. Ese acompañamiento es vital y todavía nos queda grande”.

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ALARMAS Y RESORTES DESDE LA SORORIDAD

“Cuando llegas a los espacios de intercambio te das cuenta de que la violencia no es comprendida por la población. Es interesante que mujeres adultas, muchachas, te dicen que no tenían idea de que estaban siendo violentadas. Comienza un proceso de autorreconocimiento, que resulta gratificante.

“En cuanto las mujeres y los hombres comienzan a identificar dónde están sus límites y cómo han sido transgredidos, ahí estás ganando una batalla, y eso lo vamos logrando, pero las rutas no están claras. Andamos por un terreno con mucho apoyo legal, mas en la práctica faltan los mecanismos de atención”.

Celia asegura que la mirada exhaustiva, que le posibilita el trabajo en las comunidades, hoy arroja a gritos muchas realidades, que no siempre encuentran los mejores oídos.

“Duele que la violencia siga impactando tan duro en nuestra sociedad. No hablo solo de los golpes, que es la forma que se reconoce, hablo de la violencia psicológica, de la institucional, de la sexual. Duele que en los talleres un porcentaje tan elevado del universo femenino reconozca que ha sido víctima de agresión sexual, que las familias decidan mantener estas cuestiones en silencio.

“Siempre hago un llamado, la mujer tiene que empoderarse más, se requiere de una mayor percepción de riesgo. La familia es vital porque ahí se aprende la violencia, luego se reproduce, pero tiene cuna en estos primeros años. En el aula, con los jóvenes escucho criterios múltiples y, a veces, me toca parar el contenido y explicar fenómenos sociales imprescindibles.

“El respeto es la base de la paz y ese hay que enseñarlo. Tú en tu persona eres diversa, y me toca aceptarte y respetarte. Hay que darse cuenta de la importancia de la individualidad. Creo que nos falta una imbricación más efectiva entre la casa y la escuela. Si logramos esto podemos formar un ser humano más íntegro, que no golpea, no viola, no miente, no hace daño…”.

Para la doctora en Ciencias, se requiere dedicar más tiempo a trabajar con las familias en las comunidades, de cerca, fomentar más procesos culturales comunitarios.

“La violencia contra la mujer y su emancipación es una lucha perenne, que no ha cesado. Hoy los temas de género no transversalizan nuestras rutas como debieran. Estamos en un momento más académico, más del discurso y de las normativas, pero nos faltan las metodologías para aplicar estas cuestiones y lograr transformar nuestra Cuba en favor de los derechos de las mujeres y las niñas”.