Las Tunas.- En el centro cultural Huellas, sede de la filial de la Fundación Nicolás Guillén Las Tunas, fuimos testigos esta semana del primer encuentro del proyecto Cromosomas de Amor.
Un gusto para 26 compartir las risas de Hansel y Nachly, escuchar el cuento que hizo Ana Bella, ver a Alexander jugar con la pelota y percibir el deleite de Derick, que no había manera de que estuviera quieto entre tanta algarabía.
Son ellos apenas cinco de los niños que en el municipio de Las Tunas tiene localizados el Centro de Diagnóstico y Orientación (CDO) con un padecimiento de síndrome de Down, génesis y esencia del hacer noble de este proyecto.
Así lo explicó Adianez Batista Heredia, licenciada en Logopedia y una de las coordinadoras de esta iniciativa. Un equipo, por cierto, en el que priman los rostros jóvenes y audaces.
“Pretendemos lograr el máximo desarrollo integral posible de los niños y las niñas con síndrome de Down, poniendo en práctica recursos de apoyo educativos, especializados y complementarios, que les permitan lograr independencia en el proceso de inclusión social”.
Lo explica con la convicción del empeño; porque no cuentan con presupuesto concreto para este sueño, les ha nacido desde el corazón y lo sacan adelante con el apoyo de las familias, la comunidad y el enorme talento que les asiste.
Ella sabe que estimularlos correctamente es fundamental para abrirlos al camino de la vida. “Las características físicas les dificultan actividades como correr, saltar, entonces les ayudamos a desarrollar sus posibilidades en todos los ámbitos a través de talleres concretos”.
Los CDO son el ente en Cuba que diagnostica a los niños con necesidades educativas especiales asociadas a cualquier discapacidad; también se encargan de preparar a los maestros para que puedan trabajar con soltura con ellos y logren potenciar sus saberes.
Por eso, insisten en que la familia se acerque a sus sedes y busque ayuda. “Los niños con síndrome de Down que tenemos localizados en el municipio de Las Tunas, por donde iniciamos, son 10, y está su afección entre leve (la mayoría) y moderada; pero deben existir otros que no conocemos todavía.
“Así que si los lectores conocen de alguno entre cero y 16 años, estamos abiertos a sumarlos a este proyecto que puede ser muy beneficioso para todos nosotros”.
Lo dijo con la sonrisa amplia de quien cree posible todo lo bueno, mientras los pequeños agarraban las pelotas, las madres y abuelas sonreían y se hacía la magia del juego, la comunicación y el saber.
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