Las Tunas.- "Guillermo Vidal no está muerto; está vivo todavía. Él engañó a todo el mundo". Estas palabras del escritor Argel Fernández Granado resumen el sentir de nuestros inspiradores de la palabra en torno al autor de Matarile, quien revolucionó la narrativa cubana del siglo XX.
Precisamente, la jornada literaria con su nombre, que se celebra en la provincia entre el 8 y el 10 de febrero, le honra a través de espacios teóricos, lecturas de textos y otras iniciativas.
Una de las actividades singulares del programa ha sido el panel El realismo sucio en la obra de Vidal: sobriedad, precisión y mesura del léxico, en el que intervinieron Carlos Tamayo, Odalys Leyva, Argel Fernández, Andrés Casanova, Maritza Batista y Frank Arteaga, con la conducción de Marina Lourdes Jacobo (Chachi).
Un acercamiento variopinto y profundo a las características de la obra vidaliana, sus aportes y renovaciones, anécdotas del ser humano que fue y otros interesantes datos fueron compartidos por algunos de sus contemporáneos.
"Los intelectuales no pueden tener prejuicios lingüísticos. Es necesario que no se etiquete al autor dentro del realismo sucio. Él trabajó la caracterización lingüística, los diálogos rápidos, reflejó la Cuba profunda, llevó la oralidad a la palabra escrita, llamó a las cosas por su nombre, pero no creo que haya que ponerlo dentro de la casilla de autores como Pedro Juan Gutiérrez, que sí representan el realismo sucio", dijo Tamayo.
Maritza Batista, por su parte, ante expresar sus consideraciones, entregó a Armando López Carralero, presidente de la Filial de Literatura del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), institución que organiza la jornada, "unas hojas muy amarillas de cuando yo empezaba a impartir clases de Literatura en la Universidad de Las Tunas y él me dio algunos consejos. Trabajaba allí y era un maestro en la materia".
Esta pedagoga también demostró, a través de argumentos, estar de acuerdo con la opinión de Carlos. "Guillermo dominó los distintos planos del lenguaje, las técnicas literarias y los recursos expresivos. La oralidad, sin dudas, es una marca estilística en su obra. El lector siempre queda atrapado en la confabulación de sus textos, quiere seguir leyendo, quiere continuar…". Luego ofreció una comparación entre los rasgos del realismo sucio y los de creaciones del Guille, para demostrar diferencias latentes, a pesar de que -como agregó Argel- "supiera caminar por esa endeble línea entre la pornografía y el erotismo".
Entre los rasgos evidentes en quien rubricó líneas como "Querido Azabache…" figuran la repetición de palabras, el uso de pronombres enclíticos, la presencia marcada de adjetivos y verbos, la prevalencia de lo humano, la sátira política, la innovación técnica y otros. Además, "el sexo y otros temas están presentes, pero se vale de una terminología en la que el hecho queda descrito sin caer en la vulgaridad", agregó Batista.
Ella, como el resto de los panelistas, sostuvieron sus criterios con fragmentos de obras de Vidal, destacando en ese sentido la exposición de Andrés Casanova, que devino toda una clase. "Desde nuestra década en el taller literario Cucalambé, entre los años 80 y 90, Guillermo era un tecnicista literario", apuntó el colega y compartió con los presentes su artículo Guillermo Vidal ante la premura del genio, un trabajo digno de publicarse, como se sugirió in situ.
"Decir que Vidal pertenece al realismo sucio es subvalorar su obra. Eso es inadmisible, para mí un delito de lesa literatura. El hecho de que sus obras sean populares no significa que sean populistas. Se ocupó del realismo social, no sucio. Describió la sociedad cubana desde el aspecto psicológico.
"La corrupción, la marginalidad, la pobreza, la prostitución y otros temas fueron abordados magistralmente por él", explicó Casanova. "La ciudad se convierte en un personaje más en su narración. Se puso en el lugar del cristiano, del homosexual, de la prostituta… Su literatura sigue mostrando los males de ayer y hoy, esos dolores universales que necesitan contarse", agregó Odalys Leyva.
Granado y Arteaga, en cambio, hablaron más del hombre, no tanto del narrador. "Guillermo no era de los encasillables. Tampoco se dejó encuadrar en el realismo socialista. Siempre tenía un chiste en la punta de la lengua. Tony Borrego me decía 'Guille es un pillo' para referirse a esos ganchos suyos para saber atraparte con su obra. Fue irreverente, pero no vulgar", reflexionó Argel. "Era mi amigo también. Me prestaba libros. Hablábamos de Martí, de los mambises. Para mí está vivo, es esa luz que nos alienta", añadió Frank.
Ciertamente, el legado del padre de personajes imborrables como Toño anda por ahí, escudriñando cualquier esquina de nuestra ciudad, llevando a sus historias seres viscerales y, por tanto, cotidianos; con la influencia del posboom y el uso de técnicas exquisitas como la caja china. Sin embargo, Chachi puso la nota que faltaba: "Los tuneros somos deudores de Guillermo Vidal. Para descubrir a Las Tunas, para descubrir lo social, hay que ir a la obra del Guille".