Las Tunas.- En Cuba, la soberanía alimentaria a la que aspiramos es la capacidad de producir alimentos de forma sostenible y que la población tenga acceso a una alimentación diversa, balanceada, nutritiva, inocua y saludable, sin dependencia de medios o insumos externos.
Esa pretensión todavía está muy distante de hacerse realidad y es evidente en el empeño cotidiano por llevar comida a la mesa de las familias. La falta de muchos renglones, la insuficiente disponibilidad de otros y los altos precios de todos son una odisea de estos tiempos.
En medio de ese panorama se impone hacernos una pregunta: ¿aprovechamos todos los alimentos que nos da la naturaleza? Datos publicados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señalan que de las 400 mil especies de plantas que existen en el mundo cerca de 300 mil son comestibles.
La fuente indicó que, de ese total, los humanos solamente consumimos unas 200. ¿Por qué? A juicio de los expertos, es urgente aumentar el número de especies cultivables, sobre todo, las que requieren menos recursos, pues se domesticaron algunas muy nutritivas, pero que necesitan muchos fertilizantes. Incluso, consideran que las nuevas variedades tienen sistemas nutritivos inferiores, pero serán más sostenibles en el futuro.
Cuba, con su clima tropical, es rico en especies de la flora y sobresale por el endemismo de sus plantas superiores. Paradójicamente, se desaprovechan muchos de esos recursos y por lo difícil de esta etapa se debería promover el uso de plantas que no forman parte de la cultura agroalimentaria del país.
Claro está, la principal razón es que se desconocen sus valores nutricionales y sus propiedades generales. Por eso no se cultivan y tampoco se comercializan ni a la más mínima escala. Al contrario, el consumo se concreta a las plantas tradicionales en la dieta de los cubanos.
Conocer la utilidad de la flora es parte de la educación alimentaria que también se impulsa en el territorio nacional. Aprender a cultivarlas y consumirlas podría completar la nutrición equilibrada, con adecuado balance de proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas, minerales y agua.
La zona oriental es la más pródiga en esos recursos y la provincia de Las Tunas también tiene en sus campos, y hasta en poblados y ciudades, una amplia variedad de alimentos que pasan desapercibidos para muchos o que no siempre se aprovechan del todo.
Aquí tengo algunos ejemplos que, seguramente, harán reflexionar a más de uno de los lectores: el tomate de árbol, con el que se hace un excelente puré para sazonar los alimentos, y la caña fístula, cuyas vainas se convierten en una bebida muy nutritiva, rica en vitaminas.
En varios sitios hay frondosos almendros y con su pepita se hacen dulces, ensaladas y batidos. También hay corojos, difíciles de procesar, pero muy sabrosos. Y cerca de los cauces de agua y en los caminos rurales aparece la guinda o tamarindo chino, como le dicen en otros lugares del Archipiélago.
Además, en el territorio tunero están la flor de Jamaica, el bledo, la verdolaga, varios tipos de cactus y el guapén o árbol del pan con sus muchísimos usos como sustituto de varias viandas. Abunda el coco y aunque se usa para comer natural o en dulces, pocos le extraen su extraordinaria manteca.
Frente a los cultivos convencionales, estos renglones no ofrecen garantías económicas a los productores y es lógico. Pero su paulatino incremento no es una idea descabellada, pues aprovecharlos puede ayudar a mejorar la nutrición y la economía de muchas familias.