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Las Tunas.- “La llegada de nuevas bombas a la presa y la potabilizadora El Rincón significa mejoras evidentes en el litraje a la ciudad. La calidad del líquido es otra cosa, esa está garantizada desde antes”.

Así comienza el diálogo de 26 con Yunior Prado Hernández, jefe de la planta potabilizadora de la principal fuente de abasto de agua a esta urbe.

A él nos acercamos ante las inquietudes de la población por la coloración del líquido que llega a los hogares y la suposición de algunos de que faltan insumos para el tratamiento adecuado del agua que sale cruda de la presa.

Lo escucha y, más que explicar, nos invita a recorrer las instalaciones del lugar a las que habíamos llegado de súbito, sin anuncio previo; también nos brinda un poco de agua de una toma exterior y, la verdad, está buenísima.

“¿Y entonces?”, le preguntamos.

“Llevo 18 años de trabajo en este lugar y puedo asegurarles que la llegada de las bombas ha sido un alegrón tremendo; nunca habíamos trabajado en condiciones así, al menos no desde que inicié mi vida laboral.

“No solo ha sido el equipamiento completo de alta tecnología, sino también mejoras en la obra civil, que significan avances para todo el proceso. Pero con la calidad del agua no pasa absolutamente nada”, insiste.

“A veces hemos tenido algunos problemas por pérdida de tubería porque, como hemos estado hace varios meses trabajando sobre la marcha, sin detener la planta en medio de las inversiones, puede suceder que en los cambios de una parada del proceso a otra en dos o tres horas tuviera transformaciones, por ejemplo, el color; pero eso no quiere decir que el agua no tenga calidad”.

El experto abunda para nosotros en la esencia del proceso. “Cuando el líquido llega a la potabilizadora lo primero que se hace es una precoloración, que es para eliminar color, olor, sabor y las bacterias vivas que vienen de la presa.

“Después se comienza a inyectar el sulfato de aluminio, un agente coagulante y desinfectante que permite extraer las partículas sólidas (mayormente fango), y luego el proceso de floculación-sedimentación, que incluye varios pasos.

“Lo último es una batería de ocho filtros, cada uno de ellos con cuatro capas de material filtrante, y una que va directamente a la cisterna que elimina las partículas más pequeñas.

“Luego se vuelve a agregar cloro para eliminar algún organismo patógeno que pasara todo el engranaje desde que inicia, algo que, por cierto, nunca hemos detectado en los análisis”.

Yunior dice que garantiza el agua que sale de esos predios con los ojos cerrados, y asegura que el hecho de que un líquido se vea cristalino no garantiza en sí mismo la calidad; “por ejemplo, puede ser un agua muy clara, pero dura, como sucede casi siempre con las que vienen de la tierra, ricas en productos sedimentados como el hierro y otros afines.

“La de El Rincón es agua de embalse, blanda por naturaleza, y con un color que está determinado, en buena medida, por las algas que se encuentran en la presa. No nos ha faltado el químico para su tratamiento, es verdad que en algunos momentos estamos pegaditos en cantidad, pero siempre llega; es un recurso priorizado”.

De su mano andamos el lugar, entramos a los almacenes, vemos los sacos de sulfato de aluminio que garantizan el trabajo en lo que queda de año y también los balones llenos de cloro gas. Además, preguntamos por las tuberías de polietileno en el patio con las que se están sustituyendo las viejas; y conocemos del grupo electrógeno que garantiza el servicio en medio de las afectaciones al fluido eléctrico.

“La planta está concebida para un trabajo continuo y una interrupción de 10 minutos equivale a dos horas de caída de calidad; después de eso la primera agua que sale para la ciudad no es la mejor. No tenemos el tanque elevado ahora (está entre las inversiones aprobadas para el 2025, será completo de hormigón, aunque más pequeño que el anterior) que fue necesario demoler por deterioro, este nos apoyaba mucho en el almacenaje y la distribución, y volverá a hacerlo”.

El experto insiste en la calidad del líquido y asegura no ser responsable del que llega a las casas, pero sí del que sale óptimo de las instalaciones, con chequeos en laboratorio cada dos horas y revisiones constantes desde Salud Pública y otras instancias.

Mientras abunda en elementos de su labor cotidiana, recordamos criterios de otros especialistas del sector hidráulico tunero, especialmente de quienes insisten en que el 90 por ciento del agua que ahora corre por las calles es indolencia de las personas.

Queda mucho por mejorar en las redes hidráulicas tuneras. Se hacen acometidas con pocos requerimientos técnicos y se rompen trabajos valiosos en función de mejoras particulares; faltan repartos por rehabilitar e interconexiones por hacer, y zonas complicadas como la parte alta del reparto Aeropuerto, además de Las 40 y áreas del Aguilera siguen siendo deudas pendientes en cuanto a la llegada del líquido y otros elementos.

Eso se traduce en daños a las tuberías que lastran la permeabilidad y hace que llegue en peores condiciones a los hogares; y todo hay que cuidarlo y atenderlo entre todos.

A juicio de los expertos, ahí, en las redes y los daños que lucen, están las principales causas de la situación. Un tema en cuyo remedio trabajan, pero que, para tener una solución real, necesita el apoyo de cada casa y de toda la sociedad. 

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