
Las Tunas.- En la provincia de Las Tunas siguen a la orden del día los problemas en el abasto de agua; y las historias, tan diversas como crudas, se multiplican mientras la sequía es también una palabra de orden.
Las cifras oficiales confirman que ahora mismo más de 90 mil personas en esta ciudad capital, por ejemplo, padecen los efectos directos de tal carencia y, lamentablemente, barrios enteros no tendrán mejoría a corto plazo.
Otra vez destacan como desfavorecidos los puntos terminales de circuitos y los espacios más altos en la geografía de esta urbe. Dilemas que las páginas de 26 han abordado de muchas maneras y siempre chocan con el muro económico, que no permite mayores inversiones y, por supuesto, con la insatisfacción confesa de quienes tildan a este medio de prensa de “conformista” por no publicar alivios definitivos.
Pero aquí estamos, otra vez, a sabiendas de que cuando no tienes agua en la casa las explicaciones sobran y todo el que te diga algo que no sea una solución concreta pasa a engrosar la tétrica lista de los “culpables”. Como diría un colega: “gajes del oficio”.
Así, con esa misma sensación, a veces quedan los directivos; al menos ese latir percibimos tras el diálogo con David Legrá Hernández, joven director en el municipio cabecera de la unidad empresarial de base (UEB) Acueducto y Alcantarillado.
“Los circuitos se monitorean y tenemos en el puesto de mando una lista de puntos clave, que nos dicen hasta dónde el agua llega o no. Pero también existen otros obstáculos; por ejemplo, la mayoría de los bombeos ya no están protegidos por la corriente. Se han llegado a pasar sin electricidad una noche entera.
“El agua de Piedra Hueca demora hasta tres horas en arribar a la ciudad desde el momento en el que comienzas a bombear, y si tienes una afectación de cuatro, estamos hablando de siete horas sin el suministro efectivo.
“La presa Cayojo, por citar otro caso, demora dos horas más o menos en llenar cisterna, eso aumenta las dificultades. A ello se suma que las conductoras quedan vacías en estos intervalos; entonces, cuando pones el servicio, demora más todavía en ir llenando”.
El directivo explicó que se hace todo lo posible por proteger los días y ciclos de distribución; pero aseguró que no bastan las buenas intenciones, y se vuelve indispensable, además, reducir para proteger un poquito la reserva, porque si se ponen las cuatro bombas, confirmó, ya no quedaría una gota en el embalse.
“En El Rincón tenemos un grupo electrógeno, que ayuda bastante, pero hay zonas que son mucho más complicadas. Entre ellas está Bartle. Ahí tenemos dos circuitos, uno de Camagüey y otro de acá de Las Tunas. Y nunca se emparejan. Es muy complejo”.
El panorama se enrevesa más con las indisciplinas, la poca disponibilidad de reservorios de agua en los hogares y la escasa visión de ahorro que tienen muchas personas en las actuales circunstancias.
Todo un entramado que no acaba de encontrar cauce; realidad que, lejos de decrecer, apunta a que será más cruda en los próximos meses, porque ha llovido poco, muy poco, en sitios claves como los predios de la cuenca La Cana, por mencionar un lugar.
También porque las tuberías añejas superan en cantidad las maneras posibles de optimizarlas; y vale decirlo, porque deudas en reparación de conductoras y otros elementos son demasiadas para una urbe crecida, a la que ya sus fuentes de abasto y mecanismos de distribución le quedan cortos.
Lo cierto es que el líquido sigue sin llegar a muchos hogares, y 26 otra vez comparte razones. Lo hacemos a sabiendas de nuestra responsabilidad social y con la certeza de que, aunque mucho de la solución escapa de las posibilidades reales de esta provincia, solo juntos, con un fino interés en el detalle y sensibilidad extrema, lograremos revertir, en parte, el torcido camino del agua.

