Manatí, Las Tunas.- Quizás, cuando este doctor se enfrentó en el África occidental al más letal de los virus recientes, el ébola, no imaginó que esta sería una experiencia importante para una misión aún peor por llegar.
René Aveleira Cutiño acaba de llegar a su querido Manatí de Turín, Italia. Allá era uno de los dos epidemiólogos de la brigada cubana que combatió la Covid-19 en el segundo territorio más afectado por la pandemia en ese país y ahora, con la tranquilidad de estar ya en casa, nos acerca a sus principales experiencias, sentimientos y desvelos surgidos en el viejo continente.
Con una modestia solo de valientes sin capas de superhéroe, pero con batas de médico, contó cada uno de los detalles que animaban sus días. Velar por la bioseguridad de todo el personal que se mantenía en la zona roja en el hospital de campaña era su misión.
“Fue un escenario muy complejo -nos dice-. Desde el principio constituyó un reto y una escuela, porque tuvimos que aprender, sobre todo, la utilización de la tecnología; sin embargo, aportamos mucho en el empleo del método clínico para el bienestar del paciente”.
Con el humanismo y la solidaridad que caracteriza al cubano, estos profesionales lograron constituir un equipo con médicos de ambas naciones, el cual tenía a los pacientes como el centro de interés; no había disensos, idiomas diferentes, solo un único objetivo: salvar vidas.
En un local antiguo de locomotoras, devenido hospital de campaña con capacidad para 100 personas, afrontaron al enemigo. “El gran manejo y control que tenemos los profesionales cubanos en enfermedades transmisibles permitió que enfrentáramos este virus con mayor seguridad, incluso, con la experiencia en la utilización del traje”.
Sin dudas, en el corazón de los italianos quedó el agradecimiento eterno a cada uno de estos galenos. Esa imagen del árbol de la vida, sin precedentes en aquella región, motivaba a muchos día a día frente a esta labor.
“Le propusimos al jefe de la brigada hacer el árbol de la vida -cuenta Aveleira-. Cada vez que se le daba el alta a un paciente poníamos una cinta blanca en la planta y esta tenía muchas de ellas.
“Le dábamos la connotación que ello llevaba, porque este era un símbolo de todo lo que estábamos realizando en esa tierra y lo más impresionante fue que lo pusimos a la entrada del hospital. A todos les causó gran admiración, pues era muestra de nuestra sensibilidad y humanismo hacia los contagiados".
Allí encontraron también el reconocimiento a nuestro líder revolucionario: “Escalamos el pico Fidel, que es una montaña a una altura de mil 604 metros sobre el nivel del mar. Allí, un grupo de amigos italianos pusieron un tronco de caguairán que ellos buscaron en la Sierra Maestra”. Era obligatoria la visita entonces para todos aquellos que llevan sus doctrinas en el corazón.
“Asimismo, también fuimos hasta la plaza Ernesto Che Guevara en Turín, única de su tipo en todo el continente europeo dedicada a nuestro héroe y médico cubano y latinoamericano”.
Fueron agradecimientos desbordados, “cinco días intensos de despedidas y gratitudes marcaron las últimas jornadas. Un país desarrollado en tecnologías y con alta preparación científica que reconoció la consagración al trabajo de los cubanos.
“Ansiábamos el retorno a la Patria, a mi querido Manatí y siempre lo tenía presente, porque cada vez que entraba en la zona roja me escribía en el traje, Manatí, y sentía con ello que todos entraban conmigo a cumplir con el deber”.
No podía terminar este héroe la entrevista sin antes mencionar quiénes eran sus paradigmas en el ejercicio diario: el personal de la Salud que se quedó en Cuba para enfrentar el SARS-CoV-2, no con alta tecnología, pero sí con elevados niveles científicos y valores humanos inmensos.
“Mis respetos para ellos que demostraron al mundo que siendo tan pequeña la Isla pudo controlar la epidemia y ofrecerles a los demás países lo más preciado que tiene, sus profesionales, sus soldados, pero de la vida.
“Regreso a la Patria orgulloso de haber cumplido con mi misión”.