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Las Tunas.- Los pasillos del hotel Las Tunas ahora se dibujan demasiado apacibles ante los ojos de Kirenia Jardines Peña. Mira alrededor y todo encaja en el sitio de siempre, pero algo más allá de la mismísima arquitectura luce distinto. El silencio se hace cómplice mientras desanda de un lado a otro.

Al final del corredor, los rostros de unas “figuras de verde” se le vuelven enigma. Sonríe al descubrir en ellos su propio reflejo. “Si mis hijos me vieran así, con estos atuendos”, piensa sin dejar de empujar el carrito en el que traslada los alimentos a las habitaciones. Está feliz de poder servir a los nuevos huéspedes, esos que a su paso le dejan el sabor único de sentirse útil.

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No imaginó que su puesto de dependienta-gastronómica implicaría tantos riesgos y mucho menos, que cuidaría a médicos, enfermeras, tecnólogos y otros. “Desde el 28 de abril, el hotel funciona de lugar de descanso y vigilancia del personal sanitario y de apoyo que culmina la labor en hospitales y centros de aislamiento de sospechosos y contactos de la Covid-19.

“Soy de las que accede a la zona roja, pero usamos toda la protección: traje verde, gorro, nasobuco, guantes. Nos cambiamos la ropa cada vez que culminamos el servicio en un piso. Las comidas se las llevamos en charolas desechables y ellos colocan los sobrantes en unas bolsas a la salida de la habitación; luego las camareras las amarran, recogen y desinfectan.

“Los trabajadores del Turismo siempre hemos dado el paso al frente y hoy estamos aportando nuestro granito de arena”, expresa con dicha.

Kirenia es de carácter afable, virtud que le viene como “anillo al dedo” en su oficio. No está quieta cuando se trata de ayudar a los otros. Cuenta que varias ideas le rondaron por la mente en el afán de ofrecer algún aporte. Por eso, la noticia de que su centro acogería a esos valientes la llenó de gozo; y no solo a ella. En casa sus hijos la contemplan con admiración y cuando resuenan los aplausos de las 9:00 de la noche le dicen: “Mamá, esos también van por ti”.

EL MEJOR CLIENTE

Para Odalmis Martín Hidalgo, directora de la sucursal Islazul Las Tunas, asumir el timón del barco en las actuales circunstancias ha representado un desafío y a la vez, un privilegio. “En este tiempo han pasado por aquí más de 450 personas y hemos puesto nuestro corazón a la tarea.

“A ellos les agradecemos la salud y la vida, y me siento muy orgullosa retribuyéndoles -al menos un poco- su sacrificio. Recibiremos el abanderamiento de la Brigada Elpidio Sosa del centro en reconocimiento al desempeño del colectivo en estas jornadas. Realmente hay que estar en este lugar para ver la dedicación de nuestra gente, que trabaja a cualquier hora”.

Confiesa que al principio tuvo temor, sobre todo, por sus padres que son adultos mayores. “Les expliqué que teníamos que extremar los cuidados; cuando llego a casa no me saludan y corro directo al baño”.

Muy cerca, Andrés Álvarez Hidalgo, responsable de Almacenamiento, habla con pasión de su equipo y no logra disimular el regocijo. “Alrededor de 50 trabajadores han ejercido varios roles, pues un gran número en plantilla no está activo por razones justificadas. El hotel Ferroviario también ha cumplido con esta encomienda y nosotros les brindamos el servicio de alimentación.

“A la zona roja solo pasan las dependientas con los alimentos y las camareras que cambian el avituallamiento y limpian el área. Andan más protegidas que para entrar a un salón de operaciones”, dice en tono jocoso.

“Nos toca hacerlos sentir lo más complacidos posible; lo merecen después de tantos días lejos de la familia y exponiéndose al peligro. Reconforta escuchar las expresiones de satisfacción cuando concluyen la estadía”. Y asegura: “Ahora ellos son nuestros mejores clientes”.

CUANDO EL MÉDICO SE CONVIERTE EN PACIENTE


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En la “201”, Dianelis Tamayo Díaz, especialista de Primer Grado en Medicina General Integral (MGI), encuentra un verdadero remanso de paz tras las tensas jornadas en el centro de aislamiento del Club Familiar. Busca la manera de hacer amena la espera. “Mi compañera y yo dedicamos tiempo al estudio, escuchamos música y vemos películas”, cuenta vía WhatsApp.

Y se apresura a reconocer a sus cuidadores. “Para mí esta ha resultado una vivencia única; después de tratar a tantos tuneros nos hemos convertido en pacientes. Todo ha sido maravilloso, gracias al personal sanitario y a quienes laboran en el hotel”.

La doctora Mirna Sierra Pérez, especialista de Segundo Grado en MGI al frente del equipo de asistencia, no escatima esfuerzos. Sabe, por experiencia propia, de los desvelos que entraña llevar bata blanca y estetoscopio al cuello. “Por aquí han pasado médicos con una vasta trayectoria. Realmente ha sido un reto tratarlos, y no solo a ellos, también a profesionales de las diferentes ramas, a los obreros de servicio…

“Contamos con dos equipos básicos de Salud encargados de vigilar los signos que pudieran estar asociados a la enfermedad, y el resultado del PCR determina el egreso. Hay un puesto de Urgencias. Y a un número importante ya le aplicaron el Nasalferón (Interferón nasal). El reglamento es estricto y en cada habitación ubicamos de dos a tres personas, siempre provenientes del mismo centro donde se desempeñaron”.

Desde hace más de 20 días, la doctora Mirna no abraza a los suyos, y cuenta que ellos, desde sus trincheras, igualmente afrontan la Covid-19. En ese instante las palabras se le entrecortan en la garganta, pero nada impide una expresión definitiva: “Aquí estaré hasta que sea necesario”.

Mientras nuestros valientes esperan sin perder la fe, otras manos dispuestas les hacen más transitable el camino, acompañan, sostienen… Una nueva historia de amor que se teje entre los muros de esta instalación.

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