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Las Tunas.- María tiene 10 años y está cansada de la cuarentena. Me contó, gracias a un mensaje de voz que me hizo llegar su mamá, que se pasa todo el día “come que come”, no se acostumbra a las clases por el televisor y extraña a sus amiguitas y la escuela. No es la única.

Claudio escribió en su muro de Facebook cuánto echa de menos salir con los “socios” de la Secundaria. Y Alejandra dedica el tiempo a los muchos libros que le faltan por leer a sus escasos 12 años.

Francis, un pequeño todavía de círculo infantil, vive una realidad similar, aunque no lo entienda todo. “Yo estoy tocando mis instrumentos, jugando y ayudando a mi abuela. No puedo salir porque en la calle está el coronavirus”.

Lo escucho y me parece estar viendo sus ojos inquietos. Habla del virus como del coco de los cuentos infantiles, que trae un saco para llevarse al que se porte mal. Imagino que más o menos esa debe ser su idea de todo esto. Algo muy malo de lo que mamá quiere protegerlo mucho.

En cada casa de un niño cubano, por estos días, hay una historia de amor. Todas distintas, como la vida; pero entrelazadas por la esperanza y el acto de entregar lo que sea para que nuestros peques pasen por esto lo más lejos posible de la tristeza y la enfermedad.

Sé de madres con migraña, que están andando; de abuelitas prestas a la tercera merienda de la mañana, sin chistar, y de quienes explican y vuelven a explicar que no, no se puede ir a la casa de la vecina; y que no, otra vez, aunque no tenga catarro, ni tos, ni nadita de fiebre.

Son días de contar dos veces para no sacar la chancleta cuando el calor y la cola del pollo te roban la sonrisa; de hacer de árbitro de las peleas de hermanos (aunque sepamos que generalmente ganan los más chiquiticos); son fechas para jugar parchís, aprender nuevas cosas y sentir que el alma se te estruja ante cada “mami, estoy aburrido”.

Los expertos recomiendan buscarles opciones de distracción, especialmente juegos de mesa y otros que les ayuden a desarrollar habilidades, también compartir tiempo con ellos y no permitir que esta situación de salud que vive el mundo, estrese su cotidianidad.

No son de los grupos de edades más vulnerables a la Covid-19, pero, en este país, se les cuida hasta el delirio. Y, cuando salgamos victoriosos, tendremos que abrazarlos mucho y cuidarlos más, “como cosa del corazón”, porque en medio de esta pandemia nuestros niños también son valientes.

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