Eusebio González, combatente del Ejército Rebelde

Las Tunas.- Eusebio González Rodríguez y María Dolores Reyes (Lola) se conocieron tras los días funestos de la dictadura de Fulgencio Batista. Vivieron juntos, literalmente, el camino hasta aquí de la Revolución Cubana. Esa causa mayúscula a la que decidieron, desde antes del primer beso, consagrar sus vidas.

Les recuerdo siempre juntos; lo mismo en el amplio portal de su casa en la calle Maceo, que en alguna actividad de “los combatientes” o en la tristeza que compartimos el día amargo en que los encontré en el memorial Vicente García para poner una flor a Fidel. Era fines de noviembre de 2016, no había excusa.

Por todo eso, cuando supe del fallecimiento de Eusebio, mi primer pensamiento fue para ella. La muchacha de más de 80 años que siempre lo miró enamorada y fue, a ratos, bastón y aliento.

Alguna vez me contaron ambos de cómo no pensaron bien el uno del otro tras esa primera mirada. Él, le pareció demasiado conservador para los cambios propios de una Revolución, a pesar de sus armas de guerra, la imponente presencial varonil y la ropa verde olivo; como recién salido de una película importante.

Ella, me aseguró él, una mujer que fumaba y hablaba gesticulando sin miedo y mirando de frente. Eso no era propio de las costumbres de la época para las señoritas de familia, por muy rebeldes que fueran.

La vida tiene caprichos: se enamoraron. A Eusebio lo vi, ya añejo, guiando la silla de ruedas que Lola necesita; y a ella la encontré, nerviosa, escudriñando razones por entre los ojos claros de su galán ante cualquier pregunta imprevista. No tuvieron hijos, al menos, no juntos, fruto de su amor cómplice y militante.

Él fue el último cubano en hacer contacto con la avioneta en que viajaba Camilo Cienfuegos antes de desaparecer. Al mítico Héroe de Yaguajay lo había conocido en la Sierra Maestra y se mantuvo siempre a su vera. No por gusto formó parte del Grupo de Apoyo al Estado Mayor, coordinado por el comandante Cristino Naranjo,que le acompañó durante numerosas acciones.

Fue parte de la tropa que viajó con Camilo el 21 de octubre de 1959 a Camagüey para sofocar la aparente intentona golpista de Hubert Matos y quedó en tierras agramontinas empeñado en esos avatares. Y quiso la casualidad que tuviera acceso a la torre de control de Camagüey cuando le escuchó decir, desde la avioneta que pilotaba Fariñas: “Dicen que nos estamos desviando porque hay una tormenta”.

Decidió quedarse en Las Tunas, al lado de la mujer determinada que le colmó la existencia. Aquí se sumó a múltiples tareas. Siempre desprendido, campechano y alegre. Eusebio fue un cubano de la Revolución en todo orden. Quizás por eso su muerte duele tanto. Pospuso el protagonismo personal y, sin fanfarreas, entregó lo mejor de la vida.

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