Las Tunas.- Cuando las últimas medidas adoptadas por la alta dirección del país causaban un impacto positivo y generaban comentarios de total apoyo y agradecimiento, este martes las calles de la ciudad demostraron que hay un sector de la población que todavía no toma conciencia plena del alcance fatal de la pandemia, a pesar de las constantes advertencias del Ministerio de Salud Pública y las tristes experiencias de cualquier índole que nos llegan de los más diversos lugares del mundo.
Si bien las inevitables colas -que a veces se me tornan vicios demoniacos en algunos- en determinados establecimientos eran filas, no cumplían el metro establecido prudencial y epidemiológicamente necesario entre una persona y otra. En tanto, debajo de los árboles o cercanías de las tiendas, placitas y mercados los “grupos” hacían galas y hasta contemplé madres con niños pequeños cargados en brazos plácidamente conversando sin inquietud visible.
En horas de la mañana los alrededores del popular Leningrado y su bodega homónima daban una imagen de indisciplina colectiva muy desagradable, a pesar de que los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) controlaban la entrada, de cuatro en cuatro, a la shopping para la compra de jabón y detergente. En los bajos, la multitud interrumpía el paso hacia los establecimientos del área comercial donde no era menos el desorden para adquirir el módulo de aseo regulado por núcleo.
Preocupante resultaba igual el comportamiento en los alrededores del mercado ideal La Unión, en espera de la llegada del arroz liberado. Todo ello sucede ante un llamado con puntos e íes de la dirección del Gobierno para mantener el máximo cuidado preventivo, en aras de contener la propagación del coronavirus y se adoptan medidas en todas las esferas para cuidar nuestras vidas, primero, y aliviar las tensiones domésticas en un etapa marcada por serias dificultades económicas y un planeta que se tambalea por doquier.
Es hora de poner mano dura -lo piden los tuneros y cubanos responsables y conscientes- a estos ciudadanos que demuestran no valorar ni sacrificios ni realidades, y anteponen sus fines y medios ante cualquier bien y respeto público y social. Algunas vez aprendí que en grandes momentos, grandes decisiones. Cero tolerancias para la indisciplina social, la irresponsabilidad ante reglas y demandas sanitarias y conductas fuera de contextos excepcionales como estos.
Nadie, sin excepción, por su ligereza de espíritu, baja cultura o cualquiera que sea la pieza que lleva rota en su alma o el cerebro tiene derecho a alterar la tranquilidad ciudadana del barrio, la ciudad o la nación. Menos desobedecer, porque si lo que todo un pueblo estima y hay cientos que no duermen y se arriesgan para preservarlo: la vida. Esto no es juego, y quien entre al complejo tablero que nos presenta la Covid-19 tiene que hacerlo con responsabilidad y conciencia plenas de que se trata de vida o muerte. No es mover fichas, es ganar como lo que somos, un equipo, con todos y para el bien de todos.
La foto de Reynaldo López Peña tienen la evidencia de cuánto hay que apretar la tuerca a los indisciplinados e inconscientes. Mañana no puede ser así, un segundo es demasiado tarde en estos tiempos de triste conmoción viral y contagios masivos en la tierra.