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Las Tunas.- Mi niña es alérgica, imagínate si voy a dejar de traerla a la escuela porque tenga catarro, no vendría nunca y ni lograría aprobar el curso...

"En los veintitantos años que llevo trabajando, no he dejado de ir por estar enferma ni una sola vez, mucho menos por gripe. Es verdad que hay que cuidarse, pero una sabe lo que tiene, no hay que exagerar…".

La conversación me llegó en las afueras del seminternado Jesús Argüelles, y enseguida me interesó porque no era la primera vez que escuchaba la misma prerrogativa. En el aula de mi niño se armó un debate parecido y no quedé muy convencida de que entendiéramos a plenitud que estos son tiempos de cumplir con las medidas que orientan las autoridades sanitarias por encima de cualquier argumento.

Es cierto que la amenaza de la Covid-19 ha causado expectación en la mayoría de los cubanos, incluso, hay quienes andan con nasobucos sin estar enfermos y traen a sus hijos igual de enmascarados. Pero me temo que no todos han comprendido que esta es una situación excepcional, no para entrar en pánico y tomar medidas innecesarias, sino para asimilar algo tan sencillo como que los niños enfermos con el proceso gripal más insignificante no pueden asistir a los colegios.

Esta decisión hasta debería ser perenne y extensiva a cada nivel de enseñanza. Tal vez de esta manera se evitaría que los infantes contrajeran enfermedades en las escuelas y círculos infantiles, como solo los que tenemos niños pequeños sabemos que ocurre.

El personal de Salud debe tener los mecanismos para diferenciar una crisis alérgica de un catarro, pero es una realidad que nosotros, los alérgicos, y me incluyo por partida doble, también padecemos de catarro y lamentablemente no estamos exentos de contraer el nuevo coronavirus, ni de transmitírselo a los demás. Me temo que ante la incertidumbre, es mejor ser responsables y quedarse en casa, mucho más cuando la seguridad de otros depende de nuestros actos.

Me llama la atención que un gran número de personas se ha acostumbrado a asistir a cualquier centro de trabajo conociendo que padece algún virus, ya sea influenza, dengue o escabiosis, incluso, varicela. Recuerdo que en una ocasión fui a hacerme una limpieza a la Clínica Dental y la odontóloga estornudó al menos cinco veces en el proceso, y me confesó que se sentía muy mal. Todo eso mientras manipulaba mi boca.

Muchos incurren en tales actos porque tienen un alto sentido de pertenencia con la labor que realizan, pero de cualquier manera están arrojando enfermedades en su ambiente laboral y esto me temo es desconsiderado, irrespetuoso y ofensivo para con el factor humano, que siempre estará por encima de cualquier meta.

Para hablar claro, este comportamiento ya se ha hecho habitual dentro y fuera del trabajo. Nos hemos acostumbrado a desandar con cualquier carga vírica e igual damos besos, apretamos manos, hacemos colas y visitas. ¿Será porque la Medicina en Cuba es gratuita o porque nos hemos vuelto irresponsables en estado terminal?

Ojalá el coronavirus no pase de este gran susto colectivo. Pero me gustaría que sirviera para replantearnos nuestras rutinas y actitudes más primarias. Y para entender algo muy básico: las personas enfermas tienen que permanecer en casa, no solo por su seguridad, sino por la de todos.

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