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Las Tunas.-  A Argelio Puig se le ilumina el rostro cuando habla de cultura. Su vida ha estado ligada a ella desde múltiples espacios, convirtiéndose en uno de sus incesantes promotores. Hoy 26 refleja pinceladas de su obra, porque en seres como él -no tan mediáticos- están esos necesarios paladines de identidad.

Su fascinación por el arte late desde la infancia, condicionada por consanguíneos amantes de la música. "Éramos 12 hermanos. Vivíamos en el Cayo Juan Claro, de Puerto Padre. El mayor, llamado Alcibíades, se antojó de tocar guitarra y defendió esa pasión en diferentes eventos. Aunque había un solo instrumento de esos en casa, poco a poco fuimos aprendiendo los demás. Hicimos tríos, trabajábamos como solistas..., y ese hechizo también abrazó a parte de nuestra descendencia, al punto de que hoy hay varios profesionales en la familia y otros se forman en la escuela profesional de arte El Cucalambé", comenta.

Integrar un trío en la Villa Azul, en los años 50, con personas ajenas al árbol genealógico, fue otro momento alentador. Aunque no recuerda su nombre, atesora la alegría brotada de presentaciones en carnavales y otros escenarios.

"Entonces se abrió en La Habana la primera Escuela Nacional de Instructores de Arte (ENIA), inaugurada por Fidel Castro. En abril de 1961 partí para allá junto a mi hermano Asterio (Tello). Recibimos las primeras clases en el hotel Comodoro y después nos diseminaron por otros lugares. Allí se estudiaba Música, Teatro, Danza y Artes Plásticas. Yo formé parte del primer grupo de Música que se graduó, el 24 de febrero de 1964. Tuvimos prestigiosos profesores como Eduardo Saborit, César Portillo de la Luz y Leopoldina Núñez.

"Ya en tierra tunera, me enviaron para San Miguel, en Manatí. Era un pequeño poblado, con una escuela primaria. Yo fui con mi arsenal: bongoes, acordeón, guitarra..., y la intención de echar adelante nuestra cultura. Allí trabajé con niños, tanto música como teatro. Pero, después de un tiempo, pedí que se me trasladara, quería influir sobre más personas. Así llegué a Vázquez, donde hice un coro de adultos, un grupo musical y otras iniciativas. Es en Puerto Padre donde se consolidó inicialmente mi trabajo, pues ayudé a formar varios elencos dentro del Movimiento de Artistas Aficionados, alcanzando resultados", agrega.

También narra que fue asesor de Música en las entonces llamadas provincias de Oriente e Isla de Pinos, donde formó un coro en una prisión para mujeres y contribuía a la preparación de elencos que asistían a eventos nacionales. "Luego realicé esa labor en nuestro territorio y tuve la dicha de estar unido a la Jornada Cucalambeana desde su génesis. Participé en montajes de espectáculos dentro del evento, junto a solistas y agrupaciones".

Argelio también se desempeñó como metodólogo de Música en la provincia durante más de dos décadas, y nunca se ha separado de los procesos creativos ni del quehacer del Sistema de Casas de Cultura. Las medallas Cucalambé y 50 Aniversario de la Jornada Cucalambeana figuran entre sus reconocimientos.

Asimismo, dejó su impronta en la preparación con vistas al Festival Cantándole al Sol, siendo uno de los instructores más agasajados. "Desde 1993, durante varios años consecutivos, preparé a niños de la provincia para ese evento y obtuvimos muchos resultados", apunta. Y siente un orgullo doble, pues uno de esos pupilos fue su hijo Aníbal, hoy director de la orquesta Aníbal y su Tumbao.

Otra de sus facetas es la de compositor, rubricando temas como Despierta la fantasía, con el que alcanzó lauros en el "Cantándole al Sol". Igualmente, dio vida a otros en coautoría, entre ellos Para pintar la mañana y Amigo gallo quiquiriquí, junto al escritor Antonio Gutiérrez, tristemente fallecido.

"Ser instructor de arte ha sido mi vida", confiesa a sus 81 años de edad. De hecho, se mantiene activo en esa función y, como parte del Proyecto Raíces de San José, sigue enalteciendo nuestra cultura. "Llevo 18 años apoyando a la iniciativa. He impartido clases de tres, guitarra, canto, bongoes... Además, soy guitarrista de su grupo musical (llamado igual que el proyecto) y, recientemente, impulsamos una agrupación infantil nombrada Nuevas Raíces, con énfasis en lo tradicional".

Argelio es muy querido dentro del gremio. Sencillamente, su existencia es un ejemplo de utilidad de la virtud, allí, en el corazón del pueblo. "En la comunidad se descubren muchos talentos, no importa que tan intrincado sea el lugar. Por eso estaré en esta labor hasta el final, es algo que me hace feliz", concluye.

 

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