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Las Tunas.- Qué somos al abrigo de otros rostros, de otras formas, de esos múltiples conceptos bajo la piel y el entorno. El artista sabe. Se desviste en la obra, la muestra aparentemente terminada, pero conoce el valor de la pupila ajena. Precisamente allí, ante la pieza, ante interpretaciones tan diversas y conversaciones íntimas o anónimas, termina el proceso, ese que empezara en un taller cualquiera, o mucho antes, en el embrión de la idea.

La Plástica en Abril vuelve a revolver esos significados. Más allá de la confluencia y el variopinto traje del estilo, se sabe necesaria. Por eso quizás esta vez el salón -que exhibe la galería del Consejo Provincial de las Artes Plásticas- rompe un poco los esquemas, manías y autocontemplaciones, lugares comunes del artista visual.

premio plasticaAsí, alejado de oropeles y zonas de confort, apuesta -al menos en varias creaciones- por un discurso diferente.

Fin de la historia, de Leosvanis Mayo López, es el primer premio del salón, un justo y merecido lauro. Nos encontramos ante un conjunto conceptual, en técnica mixta, donde importan los símbolos, el color, los detalles y el todo. Leo hace -consciente o inconscientemente- un paseo por la historia. Observo el machete (símbolo de rebeldía), que me remite a los mambises. El garabato, que me traslada al surco, pero también al palenque redentor.

Veo un compás con un lápiz de color rojo y pienso en el círculo vicioso de ciertas cosas demasiado dolorosas para escribirlas. Veo una campana enmarcada y pienso en la raíz libertaria, en el alzamiento de La Demajagua. Un niño dormido y creo que es Martí.

Observo jeringas, símbolos de progreso en la salud, pero que me recuerdan que también debemos vacunarnos el espíritu, vacunarnos de ciertos males. Veo letras y sombras, un guante en señal de sacrificio y un mensaje al costado que resume todo.

Paso a la segunda pieza que muestra otra perspectiva de país. Me pregunto -como quizás lo hiciera el artista en catalepsia- en qué momento al caimán se le ocurrió dormir bocabajo, mientras se alzan tenedores que reclaman un poco de elemental atención. Y Martí a la diestra, con un machete en posición intencionada y una mano detrás, siempre respetuoso, un Martí que fue, es y será luz para los pobres de la tierra.plastica las tunas rey 1

La serie Tabernáculo del testimonio, de Leonardo Fuentes, es digna de admirar. Instalaciones que aluden al mar y sus destrozos, a los cuerpos y barcos hundidos por el sueño de un cambio, discurso que -no por manido- deja de mostrarse novedoso, desgarrador. Eliades Ávalo, por su parte, vuelve a las esencias y vemos una interesante simbiosis de recursos naturales, especie de ritual que nos remite a tribus ancestrales, a la religión afrocubana, a la necesidad de creer en algo superior, al sincretismo, a la identidad...

Otras piezas sacuden las neuronas. En Los deseos de mi abuela, de Pedro Jesús Ávila (segundo premio del salón), de carácter conceptual, los elementos usados a la izquierda y la derecha construyen el mensaje, entre el ideal ansiado y la realidad. Vemos a Gustavo Polanco Montero (Polankito), tercer premio del certamen, sacar al abstracto de su vertiente planimétrica para que interactúe más cerca con los espectadores.

Interesante también Entre el tedio y la razón, de Osmani Almaguer, quien hace un rejuego de la palabra como símbolo, además de otros elementos. El pecho es un reloj y, en su reverso, se leen vocablos como verdad, pasión y vida, mientras las bases de una armazón humana, de un esqueleto híbrido (con un huevo por cerebro con la palabra razón en el centro, envuelto en enredadera), dejan ver tristes terminologías: corrupción, caos, destrucción, desidia... Todo un llamado a revisitarnos, a volver en el tiempo, en esa búsqueda del ser humano por ser mejor.

Y, en medio de tantas cosmovisiones, resaltan voces femeninas como las de Damayanti Mena, Gitzy López y Liset Gutiérrez, con un llamado a la equidad social, al respeto hacia las mujeres y un canto a la sensibilidad. No faltan tampoco el paisaje ni el dibujo a plumilla, ni la escultura...

En general, la XXXIV edición de La Plástica en Abril mostró un despertar respecto a años recientes, como si los 27 autores participantes hicieran un guiño o dieran un cocotazo a la plástica tunera, para que despierte más de su aparente letargo (porque talento sobra) y así, alentada por proyectos como Zona Creativa, y otros, recupere -poco a poco- su esplendor de antaño.

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