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Las Tunas.- Si yo fuera música entendería mejor sobre técnica, partituras, ejercicios de diafragma..., pero no lo soy, mas eso no me desanima. Alguien dijo que la música es el lenguaje universal y por eso estoy aquí, leyendo con los ojos y oídos, aspirando con el corazón, escribiendo con el alma... La Jornada Provincial de Concierto siempre es buen momento para la sinestesia, para el reencuentro con el universo, para "viajar" a ciertas raíces... Y eso hago.

NOCHE I

En la casa de la música Emiliano Salvador empiezo el viaje. Primer Espacio con su musicalidad inunda el ambiente. Es uno de nuestros grupos de altos quilates. Cuando lo escuchas sientes una embriaguez como si levitaras. Las luces intermitentes del escenario no se roban el show, tampoco el coctel de bienvenida, los músicos son los protagonistas. No podría ser diferente.

Poco a poco, si somos curiosos, notamos que se cuela la adrenalina por los dedos del pianista Omar Briñones. Su risa lo delata, también sus grandes ojos henchidos de placer. Al otro lado está Alexander Ochoa, quien sobre el teclado descarga sentimiento y maestría, hasta muecas de las más cómicas, dueñas de su apasionamiento y sed insaciable por la manifestación.

Los demás músicos les siguen los pasos. Todo es tan armonioso, tan sutil, que uno no alcanza a preguntarse por el cansancio dejado en los ensayos ni cómo logran los sonidos revolotear desde los instrumentos hasta las manos, los pies o el corazón de sus ejecutantes, para -luego- terminar allí, en los del público. Primer Espacio puede eso y más. Su nombre no podría ser otro.

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NOCHE II

Cuántos años hacen falta para entender lo esencial, eso a lo que se refería Saint-Exupéry. El maestro Argibaldo Acebo lo entendió hace mucho y por eso lo vemos tocarse el pecho con frecuencia, reverenciar al público con el cuerpo, mirar tiernamente... "Gracias al pueblo de Las Tunas por su cariño y respeto. Yo también los quiero mucho (a ustedes, los tuneros). Dios me los bendiga siempre", fueron sus palabras al recibir Un día de noviembre (como el tema de Leo Brouwer con el que abriera la segunda noche de la jornada) un ramo de flores y un diploma de reconocimiento por sus 30 años de vida artística.

El maestro Acebo es todo un caballero. Confiesa que cada vez que se sube a un escenario lo hace desde el respeto, y eso lo aprecia el público, por eso aplaude, aplaude, aplaude y le agradece. Él le responde con caricias hermosas a la guitarra, con ese ritual que embriaga y enamora, como la primera vez.

Luego llega Sultasto, el cuarteto de guitarras que también se reconoce en la ocasión, ya con una década de latidos profesionales. Leydis Ramos, una de las integrantes, tiene lesionada una mano, pero está en el auditorio. Las cuerdas empiezan a moverse con ritmo femenino. Arreglos de la cofradía dan alientos a obras de José María Vitier, Silvio Rodríguez y otros autores, hasta estrenan su versión de Un día de noviembre. Cierta dulzura uniforme se entrelaza en los arpegios. Detrás, un tablero con notas musicales compone la escenografía.

Después se suman a las maestras tres alumnas de la Cátedra de Guitarra de la escuela profesional de arte El Cucalambé. Erika Ceruto, Liz Michelle Llopis y Gabriela Toirac también forman parte del hechizo. Pareciera que unas alas enormes volaran por aquí. La música está en el aire, podemos sentirla.

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NOCHE III

No rebasan los 30 músicos sobre el tabloncillo del teatro Tunas. Es un colectivo pequeño para ser una Orquesta Sinfónica, pero lo dicen los que saben (no yo) que es de las mejores del país. Javier Millet Rodríguez la dirige sabiamente. En sus manos, la batuta parece una varita mágica. También acompaña el concertino Julio Samuel Segura Ochoa. La noche sabatina adquiere otro color.

Las criaturas de Prometeo (de Beethoven), el Concierto I en Do mayor para violonchelo y orquesta (de Joseph Haydn), la Sinfonía número 1 de Mozart y los temas (con arreglos de Rafael Guedes) La engañadora y Los marcianos se adueñan del asombro, los aplausos, algún que otro ¡bravooo!, hasta del silencio...

Hoy no importa que las luces sean insuficientes ni que el teatro no reabra permanentemente. Un público considerable se sumerge en las lunetas, mira hacia los violines, el bajo, el contrabajo... Todo es tan fascinante y sincrónico. Tan diferente y necesario. Nos sentimos dichosos, y eso basta.

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IV SOLES Y ATARDECEDES

La 41 Jornada de Concierto no es noctámbula; no tiene horarios. En la mañana y la tarde también se han escrito capítulos hermosos. Aderezó la cita, por ejemplo, el tributo al maestro Alexander Mayo en sus 10 años de vida artística, así como la presencia en varios momentos de la Enseñanza Artística del territorio y la presentación de la Banda Provincial de Concierto. Esta Jornada de soles, atardeceres y nocturnidades mágicas se despide desde el Balcón de Oriente, consciente de sus valores sonoros, de su belleza. Hasta la próxima.

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