Las Tunas.- Cuando la cultura echa raíces, cuando se siente en cada latido, cuando busca alternativas para crear, cuando nada detiene ese ímpetu, no demoran los resultados halagüeños. Bien lo sabe La Colmenita de Jobabo, una cofradía dirigida por el instructor Freddy Hechavarría, que abarca un centenar de niños.
LA TERNURA DEL ENJAMBRE
Yoennis Fonseca tiene 13 años y ha vivido una experiencia hermosa dentro del gremio. Para ella es como una familia, donde todos aprenden de todos. “He descubierto mis potencialidades, doy lo mejor de mí y soy más responsable. De manera especial, me encanta actuar en comunidades intrincadas”, afirma.
Otra de las integrantes del grupo es Melany Gisao Téllez, con su misma edad, a quien le apasiona cantar y despertar emociones en el público. “Las personas nos aplauden y nos quieren mucho. El profe es eficiente y aquí somos hermanos”.
A Jeniffer Frómeta Domínguez le gusta bailar son, chachachá, mambo, el ritmo de comparsa… A sus 11 años confiesa que ha vivido una transformación para bien. “Antes era tímida, pero ahora soy más segura y tengo muchos amigos. La compañía transmite valores; nos sentimos especiales”.
Sin dudas, allí se siembra la semilla necesaria, esa que José Martí sintetizara en la frase: “Tener talento es tener buen corazón”. Aunque hay algunos que en el futuro quieren tomar otros rumbos profesionales, existen quienes saben que su camino a seguir es el arte. Una de ellas es Naira Elena Guerra García, quien baila y actúa dentro del elenco. Cuenta que bajo las simbólicas antenas del insecto, cobran alas sus sueños. “Me siento feliz, apoyada, realizada”, resume.
También lo sabe su colega Zoe Estrada Duardo, a quien desde pequeña le gusta bailar y hasta ha salido en carrozas. “Cuando vamos en la guagua hacia los lugares en que nos presentamos se nota la alegría. Cantamos, reímos, es mágico”, dice. “Uno de los momentos más maravillosos que recuerdo fue cuando fuimos al Escambray y actuamos para los niños. Ellos estaban muy felices”, añade Claudia Alejandra Maceo Caballero, quien baila y actúa.
A otra integrante de la agrupación se le ha quitado el miedo escénico. Ella, cuando fue a Sancti Spíritus actuó frente a su padre, que vive allá, nada más y nada menos que en la obra Elpidio Valdés. Su nombre es Meilen Cruz Colomé.
Al conversar con estos noveles artistas descubro que este es un proyecto admirable, de esos que necesitan multiplicarse, pues sus 156 infantes no solo aprenden de teatro, música, danza y artes plásticas (pues hay quienes ayudan con la escenografía), también mejoran su conducta y resultados académicos.
Tal es el caso de Dairelis Núñez Martínez. “Antes no sabía expresar mis sentimientos, era algo intranquila, pero ya no es así y mis notas han mejorado mucho”, confiesa. “Me ha aportado amor y cariño. Me siento cuidada y respetada. Nunca olvidaré las visitas a lugares importantes como el cementerio de Santa Ifigenia, el cuartel Moncada y otros”, dice Nacheli Castelló Álvarez.
LOS ADULTOS OPINAN
La emoción por hablar de “sus abejas” se vislumbra en el rostro de Freddy Hechavarría. Me cuenta que Salvador Esquivel, director municipal de Educación, le sugirió crear una unidad artística, pero no en un solo centro de enseñanza, sino en varias escuelas en perfeccionamiento. Él asumió con gusto la tarea.
“Pero, más allá de buscar a niños con aptitudes hacia las manifestaciones del arte, buscaba a quienes quisieran pertenecer a un proyecto municipal. Incluimos infantes de la Tarea Victoria (con padres reclusos), otros con dificultades económicas, necesidades educativas especiales, hasta de círculos infantiles.
“Ya seleccionados, les hacíamos captaciones para ver por qué rama se inclinaban. Hicimos los vestuarios guiándonos por fotos. La familia ayudó y, cuando llegó el momento, dije: 'Es increíble'. El 6 de octubre cumplimos tres años”.
Una serie de padres, bajo el nombre de “guías”, apoyan todo el proceso. Ellos visitan las escuelas y semanalmente despachan con Freddy cómo van los pequeños en clases, en el comportamiento y todo lo referente a su bienestar.
Esperanza Fernández, madre de Yoennis Fonseca, es maestra en la escuela primaria Otto Parellada y una de las guías del proyecto. Desde su experiencia, destaca que para ella la iniciativa es como una escuela, donde aprenden varias cosas; por ejemplo, se estudian las obras del Héroe Nacional de Cuba. “Es maravilloso el alcance; lo integran hasta niños de comunidades rurales, quienes demuestran que se puede hacer cultura en cualquier lugar”, señala.
Otra progenitora con igual responsabilidad en el colectivo es la abogada Amarily Acosta Arévalo, madre de Emily García. “Los padres sentimos regocijo. Nuestros hijos juegan varios roles, socializan, comparten la merienda, adquieren valores, se ayudan entre todos, mejoran la dicción; se preparan para el futuro”, afirma.
Xiomara Montenegro, abuela de Dairelis Núñez, trabaja en Comunales y hasta se ha disfrazado de payaso para actuar junto a los chicos, mientras su esposo ayuda en la confección de antenitas. “Me siento como si fuera niña. He visto mejoría en mi nieta y también aprendemos los adultos, desde lo ético y estético”.
Y así La Colmenita de Jobabo derrama miel gratuitamente en su terruño y otros lares. No en balde Carlos Alberto Cremata reconoció su trabajo en una emisión especial de la Mesa Redonda. Y es que un proyecto en el que un niño sin brazos puede interpretar al Ratón Pérez o niñas con padres reclusos ven sus sueños convertirse en realidad, merece toda la gratificación. Su público lo sabe y agradece. Los aplausos, las risas, las lágrimas…, no hay mejor premio.