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La Habana.- Por dos años consecutivos las niñas y los niños cubanos celebran, en otro Primero de Junio, el Día Internacional de la Infancia con el desbordante entusiasmo de siempre, pero conscientes en lo posible de acuerdo con su edad, de los rigores del complejo escenario de vida en el que transcurre su existencia, debido a la pandemia.

Una festividad mundial a la que el país se incorporó desde 1963, no pasará por alto hoy ni nunca aquí, precisamente incentivada por la contribución que la fecha puede aportar para trabajar por una mayor concientización de la sociedad, en especial las familias, en la protección de los infantes ante los crecientes embates del temible coronavirus SARS-CoV-2.

Las informaciones puntuales y las continuadas alertas ofrecidas por el doctor Francisco Durán, jefe de los servicios nacionales de Epidemiología, en los últimos días han hecho énfasis en el incremento de contagios en menores, sobre todo, en muy temprana edad o lactantes, lo cual inclina un marcador de alarma en cuanto a las acciones de padres y allegados, quienes son determinantes para revertir esos resultados.

Los cubanos saben que los índices de infectación, morbilidad y letalidad internos están muy por debajo de los de otros países del área y del mundo, incluyendo naciones desarrolladas, pero en la Isla se sigue la máxima de que cada vida importa y si se trata de la de un pequeño, nada interesa más.

Recordando la frase de Fidel Castro, que titula este texto, hoy más que nunca se celebrará un hermoso Día Internacional de la Infancia bajo el sol de junio, pero con el llamado de cuidar aún más a los pequeños ante esa enfermedad implacable.

Claro que no todo en el entorno es preocupante, porque con junio y su apertura también llegará un reforzamiento de las etapas de vacunación, con productos netamente elaborados por la ciencia cubana, que ya prueba en humanos, en fases casi finales, tres candidatos vacunales con los mejores auspicios de eficacia, ya parcialmente vistos en alguna medida.

Pero los protocolos científicos dirán la última palabra y en la nación se siguen al pie de la letra. Y aunque los niños no han sido incluidos en los esquemas de los estudios desplegados con gran rigor, se sabe que cuando los niveles de inmunización previstos rebasen un porcentaje superior al 70 por ciento, ellos estarán más protegidos, al igual que todos.

Con esos buenos augurios y buenas prácticas transcurre en Cuba este Primero de Junio, lleno de buenas vibraciones y de esperanzas, a pesar de las preocupaciones lógicas.

El Día Internacional de la Infancia partió de un acuerdo aprobado y proclamado por Naciones Unidas, el lunes primero de junio de 1956. Las pequeñas y los pequeños cubanos, escolares en su inmensa mayoría e inmunizados contra 13 enfermedades de manera gratuita, como derecho al nacer, se quedan en casa otra vez, pero disfrutando por la TV o con sus familiares o allegados los mejores ambientes posibles.

Tienen la práctica de varios meses disfrutando de programas de recreación y, sobre todo, la marcha del actual curso escolar, el cual no se ha detenido y se cumple con una programación especial encargada al llamado canal Educativo. Todas las enseñanzas, la regular y la de escuelas especializadas marchan, con sensibles ajustes en tiempo y espacio, pero cumpliendo sus fines en beneficio de los estudiantes.

No faltarán en este día las expresiones de solidaridad y respaldo a los infantes que hoy sufren un drama sin precedentes en otros lares del planeta, víctimas de guerra, explotación y hambre.

De modo que los intentos que puedan idear los mercenarios, bajo la orientación de sus empleadores, para desvirtuar el sentido de esa fiesta del corazón, se estrellarán como siempre en el basurero de la sociedad.

De ese lugar, ellos lo saben bien, nunca pueden salir. Porque hay un pueblo e instituciones que velan por los niños. Ellos son sagrados para los cubanos. Y están protegidos, además, por la muralla de todos los derechos conquistados: la educación, la salud, la cultura y la vida, puestos incondicionalmente por la Revolución al servicio de la verdadera felicidad.

Además de la voluntad política del país, las instituciones escolares, la Organización de Pioneros José Martí y múltiples organizaciones juveniles, la familia ha estado todo el tiempo pendiente, rodilla en tierra debido al cruel bloqueo económico de EE.UU., de la seguridad, salud, alimentación y bienestar de su progenie. No es novedad, pues que los niños cubanos gozan de derechos básicos y también los de ser escuchados y opinar, como establece un llamado de la Dirección Ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia como recomendación para enfrentar los embates de la enfermedad.

Desde la seguridad que hoy disfrutan los infantes de Cuba, se celebra este día creado para fomentar las relaciones de amistad y solidaridad. Un día feliz, sin duda.

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