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La Habana.- Desde la persecución financiera hasta el freno del acceso a insumos médicos, el Gobierno estadounidense utilizó la Covid-19 como un aliado para recrudecer el bloqueo contra Cuba.

A seis décadas de la institucionalización del cerco, este conjunto de medidas coercitivas unilaterales durante el período de enfrentamiento al coronavirus SARS-CoV-2 incluyó nuevos métodos, algunos sin precedentes, que llevaron la magnitud de la guerra económica a un escalón cualitativamente más agresivo.

De las 243 medidas empleadas en los últimos cinco años contra la nación, solo en el 2020 -etapa de mayor pico pandémico en el país- se aplicaron 55, ninguna de ellas aliviadas por la actual administración de Joe Biden, a pesar de que fue una de sus promesas de campaña.

APUESTA HISTÓRICA CONTRA LA REVOLUCIÓN

El 3 de febrero de 1962, el presidente John F. Kennedy rubricó la orden ejecutiva 3447, con la que oficializó el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba. Fue un acto formal porque desde 1959, cuando triunfó la Revolución Cubana, se venían aplicando acciones agresivas contra la Isla.

Desde que se firmara el documento, los sucesivos gobiernos estadounidenses han mantenido la apuesta por el descalabro económico de Cuba mediante la estricta aplicación del bloqueo, en concordancia con los objetivos planteados por el entonces subsecretario de Estado Lester D. Mallory, en fecha tan temprana como el 6 de abril de 1960.

El propósito trazado era provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria con el fin de reducir los salarios nominales y reales, y provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno.

En la actualidad, el bloqueo se apoya en un complejo laberinto legal, que se caracteriza por su extraterritorialidad y la contradicción de vulnerar derechos de los propios ciudadanos estadounidenses.

Asimismo, contraviene principios del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas, y es la principal violación de los derechos humanos de los cubanos.

Este conjunto de medidas punitivas es el más complejo, prolongado e inhumano acto de guerra económica cometido contra cualquier país, y busca mediante presiones aislar a Cuba y castigar a quienes establezcan cualquier vínculo con la nación.

Sucesivamente ha sido condenado en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, y en los Estados Unidos crece la oposición pública y política.

EL BLOQUEO, OTRO VIRUS QUE ASFIXIA

En la actualidad, la nación antillana exhibe una de las tasas de vacunación más altas del mundo, apoyada en el desarrollo de sus propios inmunógenos.

Sin embargo, durante esta etapa el país no pudo acceder a más de una treintena de equipos e insumos relacionados con la producción de sus candidatos vacunales contra la Covid-19, por los obstáculos para el acceso a tecnologías con más de un 10 por ciento de componentes norteamericanos.

La cláusula fue reforzada con el incremento de la persecución financiera a las transacciones bancarias provenientes de Cuba, lo cual imposibilitó el pago a proveedores de insumos, así como la ejecución de donaciones con esos fines.

Esa es la razón detrás de la negativa de empresas como Sartorious, Merck y Cytiva a continuar sus relaciones con la Isla como habituales proveedores de material de laboratorio, reactivos e insumos, lo que obligó a recurrir a intermediarios con un incremento de los precios del 50 al 65 por ciento.

La escasez se hizo sentir también en la producción de medicamentos y otros insumos, incluidos en el protocolo cubano de enfrentamiento a la Covid-19, a pesar de lo cual el país desarrolló varios compuestos con probada efectividad en la atención a pacientes infectados con el SARS-CoV-2, entre ellos el Itolizumab, que también obtuvo el autorizo de uso de emergencia en la India.

La batalla cubana contra la Covid-19 tuvo otro serio contratiempo por el bloqueo cuando la nación caribeña realizó gestiones para incrementar la disponibilidad de equipos de ventilación mecánica, considerados imprescindibles para el tratamiento a pacientes graves debido a la enfermedad.

En el 2019 nuestro país pasó meses intentando la compra de equipos a una empresa europea, pero la licencia con la que debía contar para efectuar el negocio caducó y la compra no pudo efectuarse.

Algo similar ocurrió con dos entidades del Viejo Continente que fueron adquiridas por la compañía estadounidense Vyaire Medical Inc. y debieron suspender su relación comercial con La Habana por las restricciones del Gobierno norteamericano.

Cuando en abril del 2020 un donativo proveniente de China prometía llegar con varios de estos ventiladores, la compañía estadounidense que iba a realizar la transportación se negó escudándose en la Ley Helms-Burton.

No fue un episodio aislado, ese año el Departamento de Transporte denegó, por indicación del Departamento de Estado, una solicitud de las aerolíneas IBC Airways, Inc. y Skyway Enterprises Inc. para operar vuelos a Cuba con carga humanitaria.

Esto obstaculizó aún más el acceso cubano a las cadenas logísticas internacionales, que ya experimentaban complicaciones por la pandemia.

En respuesta a esa situación Cuba desarrolló cinco modelos de ventiladores pulmonares con la participación de varias empresas electrónicas, el Centro de Neurociencias y el Parque Científico-Tecnológico de La Habana.

Como evidencia de la efectividad de estas innovaciones, al cierre del 23 de enero del 2022, la Mayor de las Antillas registraba una tasa de letalidad de 0,82 por ciento y el 97,5 por ciento del total de infectados (más de un millón) ya se habían recuperado.

CONTRA LA GUERRA NO CONVENCIONAL

Esas acciones abiertamente perjudiciales se combinaron con estrategias propias de la guerra no convencional y el incremento de medidas punitivas que tuvieron como principal objetivo la economía familiar de los cubanos.

Mientras miles de profesionales de Salud de la Isla apoyaban la lucha contra la pandemia en otros países, principalmente del mundo en desarrollo, los laboratorios de la comunicación estadounidenses desarrollaron una operación internacional de descrédito que pretendió, incluso, impedir el acceso de otras naciones a tratamientos y medicamentos cubanos.

En el escenario mediático se alentaron campañas llamando a la violencia en las calles y denigrando el Sistema de Salud cuando transcurrían los días de mayor cantidad de contagios.

Dicha etapa coincidió con la puesta en práctica de medidas coercitivas unilaterales, que buscaron a toda costa cortar la entrada de divisas al país y limitar la capacidad de gestión del Gobierno para enfrentar la crisis sanitaria y económica.

Fueron estos los meses en los que se eliminaron los principales canales para la tramitación de remesas, se suspendió el programa de reunificación familiar y cesaron los servicios consulares en La Habana, además de que se limitaron los vuelos entre ambos países.

Para ese entonces Cuba había sido incluida en la espuria Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, que realiza unilateralmente Estados Unidos, pero tiene profundas implicaciones para el comercio y las finanzas de la Isla.

Nuestro país acudió a su capital científico para reducir las muertes y proteger la salud colectiva, pero tuvo que desarrollar estrategias también para sobreponerse a obstáculos adicionales derivados del bloqueo estadounidense, otro virus que asfixia, contra el cual también la Revolución encontró una vacuna: la solidaridad.

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