colibrí Las Tunas

Las Tunas.- Un destello de esmeralda y rubí rompió la monotonía de la tarde. No fue un zumbido cualquiera, sino el batir frenético de alas que solo anuncia la presencia de uno de los más mágicos y diminutos de nuestros vecinos alados: el zunzún.

Por un instante fugaz, mi hogar se convirtió en una parada obligatoria en su incansable ruta. Pude observarlo, suspendido en el aire con una maestría que desafía la gravedad, mientras exploraba las flores del jardín. Sus movimientos eran una danza eléctrica, un prodigio de la naturaleza en cámara rápida.

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En su pequeño cuerpo reside una energía inmensa. Es un recordatorio viviente de la belleza y la fragilidad del mundo natural que nos rodea, incluso en el corazón de la ciudad. Se alimentó con precisión; su pico, como una aguja experta, extrajo el néctar, y luego, tan rápido como llegó, partió, dejando tras de sí solo el silencio y la impresión imborrable de su visita.

Dicen que ver un colibrí trae buena suerte y alegría. Yo me quedo con la certeza de haber presenciado un milagro en mi propio patio. Gracias, hermoso viajero, por este regalo de Madre Natura.

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