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Las Tunas.- A Sheyla, desde que tenía más o menos 3 ó 4 años de edad le comenzaron a apasionar los libros, especialmente los de nuestro querido José Martí. Al principio su mamá le leía en las noches los cuentos de La Edad de Oro. Pero en cierto momento su madre comenzó a trabajar y también a superarse, por lo que casi no tenía tiempo para la lectura de los mismos. Sheyla no se dio por vencida y, desde entonces, sin importar momento del día perseguía a alguien de la familia para que le leyeran Nené Traviesa o Los Zapaticos de Rosa. "¿...me puedes leer este cuento?" -se le escuchaba decir por toda la casa.

Con el centelleo de José Martí iluminando los caminos ha crecido la infancia cubana, algunas de esas historias llenas de ternura, de gracejo y de admiración las recopiló en un pequeño folleto el joven tunero y martiano Roynel Reyes Ávila. En esas páginas, nacidas de la devoción hacia el más universal de los cubanos, el amor por la lectura "pasea" de la mano del Apóstol, también lo hacen la poesía de un joven trovador, la inspiración artística de una trabajadora, las memorias de un niño, adulto y futuro profesional hoy; Martí está y se respira en cada letra. A esas memorias llegó Roynel con la martiana certidumbre de que "escribir es servir", de manera que el aislamiento impuesto por la pandemia de la Covid-19 fue etapa fecunda y una oportunidad para estudiar y hacer, para confirmar que el Apóstol es "la fuerza iluminadora y aglutinadora, desde la diversidad, de todos los cubanos".

De todo esto y más conversamos en un diálogo fugaz, en medio de las actividades de una jornada consagrada a recordar al Héroe de Dos Ríos, en ocasión del aniversario 127 de su muerte. Desde hace unos tres años, Roynel lidera el Movimiento Juvenil Martiano (MJM) en Las Tunas y, de la mano de este espacio, ha crecido, consciente de la vigencia del pensamiento del Apóstol y de la necesidad de asumir y practicar su ideario para transformar la realidad, para continuar la búsqueda constante de la idea del bien y la utilidad de la virtud, en Cuba y para el mundo.

"Tenemos la responsabilidad de rendir homenaje a Martí; nunca traicionó a su Patria y aún lejos siempre quiso el bien para Cuba y por ello luchó toda su vida. Si nos asimos a él podemos lograr muchas cosas hermosas", afirma este muchacho que pareciera nunca cansarse y anda siempre en fecunda vorágine seguido de otros igual de creadores.

Regresar a Martí es el gran desafío y, a su vez, el horizonte para una juventud que lo busca en la historia, en lecturas y hechos, en la grandeza diaria de un país que resiste. Justo en este rotativo hemos reseñado las ideas de quienes desde el MJM y otras instancias ven en el Maestro un paradigma ético y moral. De la práctica revolucionaria del ideario martiano y de la necesidad de contextualizar su pensamiento nos habló hace un tiempo Julio Antonio Esquivel Tamayo, un estudiante de medicina que ha "rastreado" su huella en eventos, talleres, plazas y museos de nuestra mayúscula América. "No me gusta admirar a las personas por lo que dijeron, sino por lo que yo puedo hacer, con eso que ellos dijeron; que es, sencillamente, ponerlo en práctica". Y así va también, desde la altura de sus años, descifrando a Martí, Danielli González López, estudiante de séptimo grado de la Secundaria Básica Marcos Borrero, del municipio de Colombia. Hace unos meses, fue una de las integrantes del movimiento que en la edición 45 del Seminario Nacional de Estudios Martianos compartió su acercamiento al más universal de los cubanos y lo hizo a través de un cuento inspirado en los personajes de La Edad del Oro.

"Me acerqué a Martí animada por otros niños mayores y lo que escuchaba acerca del Maestro. La lectura de La Edad de Oro me ha enseñado a ser honesta y a ayudar a las personas. Por eso los personajes de la historia que cuento ofrecen consejos para que los niños lean y sepan cuánto quiso Martí que la niñez estudiase y fuese feliz", nos dijo entonces esta pionera, en sutil reverencia a quien vio en los niños "la esperanza del mundo".

Amar a Martí es amar a Cuba, pero no se ama bien ni puede defenderse lo que no se conoce, y de eso se trata, de estudiar su vida y obra; de apropiarse de su hacer humanista y descolonizador; así lo siente Ernesto Davis, presidente del MJM en la Universidad de Ciencias Médicas y un joven para quien "los tuneros somos martianos de raíz". De la misma manera, para Lisandra Lisbet Licea; el hijo de Don Mariano y Doña Leonor Pérez, " es un misterio que nos acompaña", un misterio que seduce, apasiona, enamora, enseña. Por tales razones, inspirada en el Apóstol diseñó una propuesta publicitaria para la difusión de su pensamiento a través de producciones elaboradas en la Agencia Geocuba, en la que se desempeña. Sabe ella que ser martiano es un sentimiento y una convicción, un compromiso de vida y de lucha por ese porvenir mejor que ansiamos para Cuba y el mundo; no solo lo sabe sino que lo ejercita.

Para los jóvenes cubanos José Martí señala el camino, apuntala, siembra e inspira; construye sentidos, país y nación.

"Karina, debes aprenderte el poema El canario amarillo, de José Martí, para que lo recites en la actividad de fin de curso", le dijo la maestra mientras le entregaba una hoja con el texto escrito.

Era muy común que la pequeña se aprendiera todo de memoria de manera muy fácil, incluso tan solo con oírlas dos o tres veces. Pero, según sus padres, Karina armaba un enredo y cambiaba las estrofas del poema (…) Tardó en aprenderlo (…) Después de aquel día le pidió a su madre que le comprara un libro con todos los versos sencillos del Apóstol para aprenderlos. Su madre accedió, aunque un poco preocupada, de seguro por el "proceso" del canario amarillo. Karina ha regalado muchos libros, pero nunca ese que le compró su mamá.

 

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