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Las Tunas.- El esperado panadero recorre la ciudad con nasobuco. Trae la caja tapada como siempre y se protege con un nailon las manos al momento de la venta. Sobre los mismos mostradores de la panadería está el pan de la bodega, la bolita per cápita. Marca la diferencia que un trabajador anota y despacha, mientras otro, cobra. No usan guantes, no es lo habitual. Sin embargo, las miradas cómplices de varios consumidores hablan por sí mismas: ¿y esto es correcto ahora, frente a la mortal Covid-19?

Es un tema que inquieta a más de un tunero, a pesar de que todavía no hay un dictamen científico que demuestre -o sentencie- de que los alimentos sean una fuente de transmisión o de contagio. Hasta hoy día, la Organización Mundial de la Salud (OMS) testifica que es posible contagiarse aspirando las pequeñas gotas expulsadas por un paciente infectado cuando tose o estornuda.

Mientras, el Instituto Federal de la Evaluación de Riesgos informó en su página web el 23 de marzo de que “no hay casos que hayan aportado cualquier tipo de evidencia de humanos infectándose con el nuevo coronavirus por consumir comida contaminada o por el contacto con artículos contaminados”. Sin embargo, Sally Bloomfield, profesora de la escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical, enfatiza en que no existe el “riesgo cero”.

En Cuba, el asunto es un reto y la Constitución contempla la necesidad de que la alimentación sea sana y nutritiva. De ahí que se trabaje para que las cadenas productivas y las entidades involucradas tomen conciencia de las normas higiénicas establecidas en la elaboración, almacenamiento, distribución, transportación, comercialización y consumo de los alimentos.

Sin embargo, lejos están en tiempos “normales” de cumplirse al pie de la letra estos llamados de la dirección de Salud Ambiental del Minsap o la Oficina Nacional de Normalización sobre la percepción de riesgo y la transmisión de enfermedades asociadas a comidas contaminadas y violaciones sanitarias en su elaboración, tanto en centros estatales como el sector residencial.

Ante esta pandemia, la Organización Mundial de la Salud alerta sobre la higiene doméstica y resalta la importancia de lavar con atención frutas, verduras y vegetales, a la vez que se mantengan limpios los espacios de la cocina, separar alimentos crudos de los cocidos, darle una cocción correcta a las carnes y los huevos, y conservarlos a las temperaturas adecuadas.

La calidad del agua es otro elemento que indican debe tenerse en cuenta, pues si bien no hay evidencias de que la Covid-19 se propague por esta vía, hay que evitar que otras dolencias como los brotes diarreicos y las intoxicaciones se sumen a las tensiones sanitarias actuales.

No es ocioso, pues, que de alguna manera se fortalezcan los controles internos donde hoy elaboran, de prisa y con ansiedad, los alimentos que se venden en nuestras redes comerciales, fundamentalmente los “a granel”. O al momento de llevarlos a su destino exista una conciencia comprometida de que en estos momentos la prevención es vital. Más de un camión o una carretilla traen a la vera del viento sus cargas de jamonada y otros embutidos.

O que el pan nuestro de cada día lo elaboren y despachen con los mayores cuidados. Pensar que la responsabilidad de quienes tienen el protagonismo de alimentar al pueblo, no importa la vía, es también tan esencial como la de un médico o una enfermera, porque en una superficie contaminada con el virus puede estar el fantasma doloroso de un positivo más. La inocuidad de los alimentos y la higiene adquieren relevancia justo ahora. La Covid-19 no tiene rostro, solo espera un descuido. 

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