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Las Tunas.- En un mundo donde las voces a menudo se pierden, hay quienes luchan por escuchar y comprender. La historia de Malena Martínez Barrero no es solo la de una maestra, es la de una guerrera que lucha por un futuro donde cada niño, sin importar sus diferencias, pueda brillar.

Camina por los pasillos de la escuela especial Ramón Téllez Peña como quien regresa a casa, con pasos firmes y una sonrisa discreta. Lleva en la memoria 22 años de entrega, una trayectoria que comenzó en el 2003 y que se ha ido tejiendo entre sus alumnos, proyectos y grandes logros.

Su voz transmite la calma de quien ha visto crecer generaciones, de quien eligió una vocación que no entiende de jornadas libres. Fue coordinadora de núcleo desde 2009, pero nunca dejó de ser la maestra que se arrodilla para escuchar, la que adapta una actividad hasta que encaja con la forma de aprender de cada infante.maestra enseñanza especial 2

En las aulas conviven realidades diversas, niños con baja visión, también con discapacidad auditiva y otros con combinaciones singulares de necesidades. Esa mezcla obliga a pensar la enseñanza como un tejido, hilos de lenguaje, tacto, sonido y silencio que deben entrelazarse con cuidado.

Hoy, sus días giran en torno a Diego, un niño de 9 años con discapacidad visual y rasgos del espectro autista, cuya singularidad exige de ella creatividad, paciencia y una capacidad constante para adecuar la programación docente diaria.

“Con él he diseñado métodos diferentes, porque no todos los niños acceden de la misma manera a los contenidos. Hay materias como la Matemática que no le gusta y a veces se resiste, se requieren medios de enseñanza novedosos para que el aprendizaje deje de ser un impedimento”.

Malena habla de Diego con ternura profesional. “Es un niño poco sociable, que se altera en ocasiones y que encuentra su lugar en acciones con escasas personas o en espacios donde el movimiento y el juego lo contienen; he logrado insertarlo en el deporte y en momentos puntuales de socialización con otros compañeros”. Esos instantes, aunque breves, son para ella pequeñas victorias que confirman que el trabajo constante da frutos.maestra enseñanza especial 3

Su práctica es de actividades diferenciadas, de acompañamiento individualizado; reconoce que Diego pasa mucho tiempo solo en el aula, pero que responde cuando la propuesta es adecuada, cuando el entorno se ajusta a sus requerimientos sensoriales y afectivos.

Además de maestra terapeuta, tiene el arte de hacer sonreír a través de sus vestuarios llamativos, y esa doble identidad le ha servido para tender puentes. Utiliza el humor, la sorpresa y la teatralidad como recursos pedagógicos para invitar a Diego a participar, para crear rituales de confianza que lo acerquen al grupo sin forzarlo.

“Cuando me pongo la nariz roja y empiezo una actividad, veo cómo los niños se relajan, eso me hace inmensamente feliz. La risa es una herramienta poderosa para conectar y poder usarla en mi labor es un privilegio”.

La familia de Diego es un pilar en ese proceso, su madre participa activamente y su implicación ofrece a Malena una alianza imprescindible entre escuela y hogar, permitiendo que el pequeño se sienta más seguro y que el quehacer educativo sea coherente.

Habla con orgullo de su oficio y con una sencillez que no oculta la pasión, ama su faena, disfruta estar en la escuela y se siente realizada al ver cómo, a pesar de las dificultades, cada día hay una posibilidad nueva para aprender y enseñar.

“Me siento afortunada, es adorable para mí ver cómo los estudiantes del centro evolucionan, cómo logran transmitir gestos que antes parecían imposibles; ser maestra es acompañar, celebrar los avances mínimos y construir confianza en cada alumno. Me encanta mi trabajo, me emociona cada logro, por minúsculo que parezca, y disfruto de la cercanía con los niños; hay una ternura en este oficio que me llena el corazón y me hace sentir realizada”.

No se plantea, por ahora, irse de la escuela, su compromiso es con la infancia y con la comunidad educativa que ha construido a lo largo de más de dos décadas, confirmando que la inclusión se construye con paciencia.

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Al contar su historia se percibe el profesionalismo y la humanidad que define su trayectoria, la experiencia acumulada, la capacidad de adaptar cada asignatura con la necesidad del alumno, el uso de recursos creativos, la colaboración con las familias y la alegría de quien encuentra en su trabajo sentido y dicha personales.

Malena es una maestra que transforma las dificultades y que diariamente apuesta por que los niños encuentren su lugar y su voz, aunque esa voz a veces se exprese en una sonrisa, un gesto o en la participación silenciosa en un juego.

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