Profesora jubilada Elena Margarita Valdés Estévez

Las Tunas.- Elena Margarita Valdés Estévez es una de esas personas que ha dejado huellas en el alma de muchos. Una brillante profesora, que ha servido de inspiración por varias generaciones a miles de estudiantes. El arte de enseñar la ha llevado a cambiar vidas con la mezcla correcta de tiza, amor y desafíos.

Los años transcurridos hasta el día de hoy, no la hacen olvidar aquellos momentos en los que con gratitud, impartía sus conocimientos frente al aula. Sentada en la sala de su casa, tras una acogedora bienvenida, Elenita, como cariñosamente la llamamos, rememora una de las historias que nos hace comprender su amor por la pedagogía.

”Hay un hecho que me marcó para siempre. En realidad es algo pequeño, pero fue muy significativo para mí. En la etapa de alfabetizadora tuve tres alumnos haitianos. Un día vino uno de ellos a la casa donde estaba hospedándome.

“Tenía 77 años de edad, ya estaba un poco encorvado, con las manos callosas y endurecidas de tanto trabajar con el machete. Era día de pago, traía en su bolsillo roto un bono que le daban para cobrar. Con lágrimas en sus ojos lo sacó y me dijo: 'Mire maestra,  no tuve que poner mis dedos'. Él mismo había firmado con su nombre, Mateo. Creo que eso fue suficiente para seguir esta obra tan hermosa de la Revolución que es enseñar".

-¿Cómo describe sus primeros años de estudio?

“Fue una etapa muy sacrificada de mis padres, pero papá decía que la única herencia que me podría dejar sería el título. Fui a la escuela por primera vez a los 7 años. Comencé mis estudios en la academia Ana Naida Carballo. Después de unos meses, al terminar el curso, mi padre me matriculó en la escuela privada Victoria de las Tunas, la que era atendida por monjas mexicanas. Allí me internaron cumplidos los 8, pues papá era inspector de campo y en las zonas que vivíamos no había escuelas.

“En este centro escolar pasé mi niñez y mi adolescencia hasta el 22 de junio de 1960. Me gradué de Bachiller en Letras. Luego matriculé en la Escuela de Comercio de Las Tunas, pensaba entonces estudiar Ciencias Comerciales en la Universidad de La Habana".

Al preguntarle por su etapa juvenil, Elena recuerda el fervor revolucionario que caracterizaba ese período.

Foto de Ada Santamaría Cuadrado, que atesora Elena"Mi juventud la pasé estudiando, transcurría al mismo tiempo el inicio de la Revolución; y con ello hechos como el asalto al cuartel Moncada. En 1956 tuve de compañera a Ada Santamaría Cuadrado, quien contaba con 18 años y la habían traído de Las Villas para protegerla de la Guardia Rural y la Policía.

"Con ella en la escuela conocí a Haydée Santamaría, también a sus padres. Luego de pasar lo del Moncada y Haydeé haber salido de la cárcel, Ada nos contó muchas cosas que habían sucedido dentro y fuera del cuartel. Ella tenía el único libro de La historia me absolverá, pero estaba escondido y no se lo daba a nadie. Con Ada aprendí a conocer a Fidel.

"En el 2009 participé junto a dos combatientes clandestinos en la investigación sobre la familia Santamaría Cuadrado en Las Tunas”.

¿Cuándo despierta su vocación hacia la Pedagogía?

“Confieso que mi vocación al inicio no era el magisterio. Me llamaron de aquí para que impartiera clases en la recién inaugurada secundaria básica Dos de Diciembre.

"Comencé el 25 de enero de 1961 de profesora de la cátedra A. Daba clases de Ciencias en los tres grados: séptimo, octavo y noveno. Tenía alumnos mayores que yo, pues algunos hacía cinco años que habían terminado en la escuela pública el sexto grado y no pudieron continuar estudios en academias o escuelas privadas. Fueron los mejores alumnos que tuve, el ansia de saber era enorme, y todos querían tener una profesión, algo que cumplió la mayoría.

“Esta experiencia hizo que mi vocación por el magisterio fuera cada vez mayor. El interés que veía en los estudiantes me obligaba a prepararme más para mis clases, y trataba de enseñarles todo lo que yo sabía. A pesar de que en esos años todavía no existía la abundancia de textos, y los programas no se adaptaban como ahora, yo intentaba buscar el contenido de las clases que impartía como Botánica, Zoología y Anatomía, por mis libros de bachillerato.

Profesora jubilada Elena Margarita Valdés Estévez“Recuerdo que recibí una visita de una inspectora de Caimanera y me preguntó por qué mis alumnos sabían tanto. Eso me enorgulleció muchísimo y fui enamorándome perdidamente de mi profesión.

“Esa etapa de mi vida laboral resultó muy intensa, pues comenzaban los cambios en nuestro país y no había personal suficientemente calificado para las escuelas. Los que teníamos un poco más de preparación ejercíamos como profesores de superación, yo tenía que ir los miércoles a Las Tunas a impartir clases a profesores de Secundaria Básica, que eran los únicos que habían entonces en la provincia.

“En ese mismo año que comienzo a trabajar, se forman las brigadas Conrado Benítez, destinadas al proceso de alfabetización del país. Allí estuve yo, con casi todos los profesores y alumnos respondiendo al llamado de Fidel. 

“Alfabeticé en las zonas de Manatí, Santa Rosa y el Guanito, fue un proceso muy duro, pero en él aprendí muchísimo. No solo en lo profesional, sino también como ser humano. Estuve ahí hasta el final de la campaña y en la Plaza de la Revolución con el Comandante, el 22 de diciembre de 1961.

"Luego de la Campaña de Alfabetización seguí dando clases por las noches con el seguimiento simultáneo a la Secundaria Básica. Después me casé, mas continúe ejerciendo mi labor como profesora, esta vez en la Educación para Adultos, en la que estuve 24 años. Los últimos ocho años dirigí la Federación Obrera Campesina (FOC), etapa en la cual me gradué en Puerto Padre de Nivel Superior en Español en el año 1975".

-Sabemos que en su amplia trayectoria revolucionaria tuvo un encuentro con Fidel Castro. ¿Cómo fue esta experiencia?

“Durante el tiempo que fui dirigente en Educación, no falté a ningún Seminario Nacional, ni a ningún curso de superación para profesores. Sin importar la lejanía del lugar donde se realizaran, ni el tiempo de duración de estos. Así fui a Santiago de Cuba, La Habana..., cuando el ministro de Educación era José Ramón Fernández y, en otra ocasión con Armando Hart.

“En uno de estos cursos en la capital cubana estábamos hospedados en el hotel Habana Libre todos los profesores de Ciencias de  Secundaria Básica del país. Una noche, cerca de la entrada del hotel, en la biblioteca estaba Fidel. Se podrá imaginar la aglomeración tan grande de docentes y directivos. Todos querían ver al gran maestro, incluyéndome. Yo me fui acercando como pude entre tanta gente. Finalmente alcancé a coger su brazo.

“Fue tanta la felicidad que sentí que apenas me percaté de la guardia que lo acompañaba, quienes solo me sonrieron al ver los saltos que yo daba de alegría. No se imagina nadie la emoción y el orgullo que sentí al tener al Líder de la Revolución tan cerca, eso no se puede describir".

Después de tantos años trabajando en el sector de Educación, Elenita decidió jubilarse. Sin embargo, no dudó en incorporarse nuevamente, tras el llamado que se hizo por primera vez en el 2001 para cubrir las aulas que se encontraban sin docentes. Así pasó 12 años de su vida en el politécnico Gregorio Careaga Medina, en Manatí, donde alega haber sido sumamente respetada y valorada por profesores y alumnos.

“Durante el proceso de jubilación, mis compañeros de trabajo y mis estudiantes planearon una despedida muy emotiva frente a mi casa. Trajeron flores e hicieron una poesía que aún conservo, al igual que el cariño que les tengo.

“Fue muy difícil adaptarme a no trabajar, pero mi vista estaba muy afectada y tuve que operarme. Además, tenía 73 años y ya no podía montar la bicicleta que siempre me acompañó”.

A sus 81 años Elena Valdés confiesa que no hubo decisión más acertada que dedicar su vida al magisterio. Por su admirable labor y su genial capacidad para estimular el amor por el aprendizaje, hoy la consideramos una joya muy valiosa del saber.

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