Foto: Ángel Luis Chimeno

Las Tunas.- Mixiz García Giraldo es una mujer que sabe muy bien el precio de empoderarse y salir adelante entre los aparatajes enormes de un ingenio azucarero. Y sí, no ha sido fácil, por eso entiende tanto de discriminación y trabajo duro.

Es de Minas, en Camagüey, pero la vida la llevó hasta el central Colombia hace 36 años, pocos meses después de graduada de ingeniera química. Eso, porque cuando llegó al central Panamá, en el municipio de Vertientes, a hacer su servicio social allí, le dijeron que no la querían, buscaban hombres para jefes de turno y, una mujer era un problema, en todo sentido.

Fue quizás la primera vez en la vida que la pretendieron hacer sentir menos por la bendita fortuna de nacer hembra, tener el don de darle hijos al mundo y encontrar la fuerza para estudiar, crecer y hacer algo más que planchar o cocinar un buen puré de malanga.

“Hasta sancionaron después al hombre que no me quiso dar el trabajo, pero ya era tarde. Estaba casada entonces y mi esposo era de Guáimaro, así que nos alegramos mucho cuando nos dieron trabajo aquí, y yo, hasta el sol de hoy. Toda la vida he estado en este lugar”.

A Mixiz le gusta el olor de la caña, no tiene miedo de subir muchas veces al día y pararse junto a los tachos en los que hierve el camino de la meladura caliente; ese es su sitio, ahí es feliz.

“Tengo dos hijos, ambos ingenieros, uno informático y el otro automático. Me han visto aquí, trabajando duro, la vida entera. Jamás me justifiqué con ellos para faltar al deber. Algunas veces dormía una o dos horas porque estaba siempre en el ingenio y, cuando llegaba a la casa, en vez de descansar, me ponía a hacerlo todo con ellos chiquitos.

“Aprendieron a cocinar siendo muy pequeños, para ayudarme; y son muchachos buenos, que se abren camino con sacrificio”.

Dice que se jubila dentro de un año y medio, que está cansada y también que todos los hombres no están preparados, a pesar de los tiempos que corren, para ser dirigidos por una mujer o trabajar con alguna, codo con codo.

“Muchas veces te llevan contra la pared como se dice por ahí, más recio que a nadie, y nunca quedas bien a pesar de los esfuerzos que hagas.

“Además, en estos tiempos no siempre encuentras el amor que antes tenían los obreros, se han perdido muchas cosas. Ya no se ve el sacrificio en el trabajo de la misma manera”.

Mixiz nunca ha pedido tratamiento especial por ser mujer y cada conquista la ha ganado a pulso, midiéndose en igualdad de condiciones con cualesquiera y poniendo su pericia profesional por delante ante cada desafío.

Conocerla transporta al verbo enérgico de José Martí: “La abnegación de la mujer obliga al hombre a la virtud”. 

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