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Las Tunas.- Aleida es una mujer crisol, filosóficamente hablando, en ella se funden las esencias de diferentes culturas y personas, de ideas y de historias que no siempre fueron felices, pero que ha sabido transformar en inspiradoras lecciones de vida hasta convertirse en lo que es hoy, la doctora en Ciencias de la Educación y profesora titular de la Universidad de Las Tunas.

Imposible concertar una entrevista sin llamarle profe, y es que con 77 años de edad la hija de padre barbadense y madre cubana ha vivido lo suficiente como para atesorar en sus ojos un montón de recuerdos que luego cuando abre sus negros brazos, declamando o dando una conferencia, es como si de ellos brotara una fuerza única, de mujer que es toda cubanía y amor por el arte y el magisterio, sus dos grandes pasiones.

Luego, hablar con Aleida Best Rivero es de esas entrevistas que se hacen en caliente, como para no perder la chispa que enciende su voz y hasta con el temor de restarle riqueza a lo que cuenta, porque rememora cada detalle aun cuando esta reportera inexperta ha hecho solo una pregunta para la Agencia Cubana de Noticias

"Cuando se acerca una fecha como el 26 de Julio -cuenta Aleida-, siempre voy a recordar que un día como ese del año 1953, con 7 años y viviendo en el barrio de El Marabú, pude conocer por las palabras entrecortadas de algunas personas mayores lo que había ocurrido esa mañana de la Santa Ana.

"No puedo olvidar a un joven de aquel barrio, Jaime Enrique Ochoa, quien fue de los que estuvo en las luchas, y hasta años después no comprendí por qué las personas susurraban 'él es preso político, él es preso político'". 

En aquel entonces, ya la pequeña Aleida vivía con su papá luego de haber perdido a su mamá a los 4 años y medio, y cuando dice, "mi infancia no fue feliz", es porque vivió en carne propia lo que el destino deparaba en aquellos tiempos a una niña negra que a los 8 años y cursando el cuarto grado tuvo que convertirse en empleada doméstica, que entonces se le llamaba criada.

"Vivía con mi hermana y trabajé en varias casas aquí en la ciudad de Las Tunas, hasta que en 1961 formé parte de una de las obras más transformadoras de la Revolución Cubana, que triunfó en enero de 1959, y del Programa del Moncada, la Campaña de Alfabetización.

"Comencé a estudiar en la escuela nocturna El Cucalambé, hoy seminternado José de la Luz y Caballero, para hacer mi sexto grado, y una vez en la Campaña me fui al Pontón, en Cauto el Paso, Granma, donde encontré una segunda familia: los Capote Domínguez", cuenta Aleida con una cadencia parsimoniosa, como quien hojea con cuidado las páginas de un libro que sigue escribiéndose.

Terminada la Campaña de Alfabetización no tuvo la posibilidad de obtener una beca y siguió trabajando de doméstica, hasta que en 1963 una vecina del barrio le consiguió trabajo como instructora pedagógica en el internado de niñas Osvaldo Herrera, donde es hoy la escuela primaria Mártires del 28 de Diciembre, y así emprendería su camino como pedagoga.

"Allí empecé a trabajar. Ya en 1965 era Vanguardia Nacional de Internado de Primaria. Tuve la posibilidad de ir a recibir el Curso Emergente de Maestros en Birán y de aquella experiencia recuerdo, como una de las cosas más lindas que me pasó, cuando pude ver y escuchar a nuestro querido Comandante Fidel Castro". 

Al terminar el curso Aleida se incorporó como maestra primaria en un internado, luego fue directora de un centro escolar y maestra también de una escuela, hasta que en 1973 pasó a laborar en el Departamento Técnico Docente atendiendo Educación Artística, a nivel municipal.

"Durante toda esa etapa no dejé de estudiar, me gradué de maestra primaria, integré el primer grupo que en Las Tunas estudió el nivel superior y me hice profesora de Historia para la Educación Superior". 

Con tono humilde, pero a sabiendas de todo cuanto ha logrado, hoy cuenta que en aquellos años, de 1965 a 1975, la juventud contribuía con una alegría y un compromiso inmenso al desarrollo de la provincia.

"Vi cómo la Revolución, que había abierto las puertas para que todos estudiáramos, estaba cumpliendo el legado de José Martí cuando expresó: 'Todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás'.

"Por eso, durante todos estos años he tratado de cumplir con ese precepto martiano, pues considero que no he hecho nada en comparación con todo lo que la Revolución hizo por mí", afirma Aleida Best, quien se desempeña como profesora del Departamento de Arte de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la casa tunera de altos estudios.

"La Revolución me hizo maestra, y con mi esfuerzo me hice doctora en Ciencias de la Educación y profesora titular de la referida academia, donde sigo contribuyendo para que otros se conviertan en profesionales de nuestro país.

"Esa es mi vida, en honor a quienes el 26 de Julio de 1953 dieron la suya, a quienes siguieron la lucha hasta la victoria definitiva y otros que continúan hasta nuestros días defendiendo las conquistas".

Aleida Best es, sin dudas, una mujer de victorias; es imposible conocerla y no sentirse parte de esa manera tan suya de celebrar sus batallas desde las aulas universitarias, las comunidades, un poema de Nicolás Guillén o simplemente desde su actuar cotidiano, profe intachable, artista innata, cubana inmensa.

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