Federico Capdevila Tunas

Las Tunas.- Uno de los ángulos del parque central Vicente García, de esta ciudad, muestra con regocijo el honorable busto de un oficial español, devenido figura inolvidable en la memoria de todos los cubanos.

Sobre un pedestal de mármol gris, la distinguida y peculiar obra arquitectónica rinde especial tributo a la más valiente de las voces en contra del horrendo fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, el 27 de noviembre de 1871. Se trata del militar ibérico Federico Capdevila, un hombre que con su dignidad trascendió las páginas de la historia de Cuba.

"Señores del tribunal, mi obligación como ciudadano español, mi sagrado deber como defensor, mi honor como caballero y mi pudor como militar es proteger y amparar a los inocentes y lo son mis defendidos", protestó frente a quienes se ocuparon de enjuiciar a los jóvenes inocentes.

El colonialismo cometió, en aquel entonces, uno de sus escalofriantes y despreciables hechos en suelo cubano; por el absurdo delito, jamás demostrado, de profanar la tumba del escritor y periodista español asentado en Cuba Gonzalo de Castañón, un acontecimiento que su propio hijo desmintió tiempo después.

Pero la remembranza de los cubanos va más allá de las atrocidades de una potencia española que con su brazo ensangrentado marcó el devenir de la Mayor de las Antillas, el recuerdo está en quienes se opusieron a la barbarie y en contra de ella no callaron; por eso en Las Tunas, desde ese pedazo de parque, todos los días se recuerda a Capdevila como el más noble de los militares españoles.

La escultura fue cortesía de la firma comercial Bacardí-Hatuey y la develaron los masones de la urbe de manera oficial el 27 de noviembre de 1956, en un acto de memorable solemnidad con la participación de una amplia muchedumbre.

Nicasio Mensa fue el orfebre protagonista de dicha obra, que cuenta con 35 pulgadas de altura y 27 de ancho, unos 2,5 metros desde la base hasta el punto culminante de la cabeza, una chapa en bronce y las letras que inmortalizan al oficial: "Federico R. Capdevila, defensor de los estudiantes 1871".

Tal vez 152 años parecieran mucho tiempo, pero aún duele y consterna la luz que se apagó en ocho almas inocentes; todavía resuenan las palabras de ese militar, cuyo busto en el Balcón del Oriente Cubano mantiene con erguida firmeza su estirpe de decoro cuando dijo: "Estoy completamente convencido de la inocencia de mis defendidos y lo contrario solo germina en la imaginación obtusa que fermenta en la embriaguez de un pequeño número de sediciosos".

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