bartle

Las Tunas.- A inicios del pasado siglo, en 1902, nació un pequeño poblado de escasos habitantes, en su mayoría canadienses y estadounidenses. Ellos construyeron casas de madera y tejas, como génesis de la prosperidad que buscaban con el paso del ferrocarril por el lugar, distante a unos 23 kilómetros de esta ciudad.


Le llamaron Bartle, como el apellido de uno de aquellos “adelantados”, y soñaron para el sitio un futuro floreciente, primero con la venta de la madera aserrada de sus bosques naturales, y luego, con la exportación de cítricos. Pero los árboles se acabaron y la ganadería dominó, poco a poco, los suelos de pésima calidad.

Paulatinamente, los fundadores regresaron a sus países y entre los cubanos que se asentaron surgieron varios negocios o empresas, como la fábrica de galletas, fundada en 1936 y nacionalizada el 12 de febrero de 1962. Así creció el vecindario y con el progreso llegaron también un cuartel de la Guardia Rural, el terror y los abusos contra los residentes. El final de ese capítulo oscuro sucedió el 16 de diciembre de 1958, hace ya 62 años.

Fue una jornada tensa, en la que los vecinos vivieron horas de angustia. Ese día, varias tropas del IV Frente Oriental Simón Bolívar atacaron el cuartel. Inicialmente parecía una acción fracasada, porque a los esbirros les llegaron refuerzos muy bien armados y tuvieron tiempo de realizar la evacuación.

Los miembros del Ejército Rebelde no se dieron por vencidos. Organizaron el combate por los caminos de Bartle hacia La Guanábana y Bejuco. Sin embargo, los cobardes huyeron a campo traviesa, paralelamente a la línea de ferrocarril.

Todo fue más difícil, pero finalmente la victoria llegó, a pesar de la muerte de varios y valiosos compañeros. A partir de esa fecha, aquellos lares se convirtieron en otros.

Juan Ortiz Echavarría es el presidente del consejo popular desde hace muchos años y sus palabras emocionan, porque recuerda y compara el ayer y el hoy.

“Aquí contamos con cinco fábricas, entre las que destacan la de bebidas y licores, de galletas y el taller de Thaba. Asimismo, hay dos formas productivas, la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Alberto Arcos Luque y la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Batalla de Santa Rita, más un organopónico.

“En la localidad tenemos un policlínico con servicio de hospitalización, correo, banco, farmacia, cuatro escuelas, una casa de cultura, dos salas de televisión, un cine, un acueducto rural y otras entidades que elevan el nivel de vida de los habitantes.

“Nos falta una dulcería, que existió y se perdió, y una pescadería; son productos que rara vez están al alcance de la gente. Además, resulta insuficiente el transporte hacia la ciudad y es necesario eliminar las tendederas, ya muy envejecidas”.

Aunque todavía no es lo que se requiere, la CCS avanza en la producción de alimentos, a pesar de que sus renglones fundamentales son la leche y la carne bovina, según su presidente Rogelio Polanco Tamayo. “Nuestros suelos son malos para los cultivos varios, pero tenemos 23 hectáreas sembradas y otras 23 en preparación, para plantarlas en los primeros meses del 2021”.

El colectivo de la fábrica de vino ha honrado sus compromisos, comenta la jefa de Producción Sissi Bodaño Díaz, una joven consciente de que “la entidad es representativa del poblado y le damos a este un buen aporte. Nos dedicamos a hacer ron refino y vino. Ya cumplimos el plan anual del primero y el del segundo debe ser para el 24 de diciembre”.

Importante es la contribución al desarrollo local de la famosa galletera de Bartle. La actual carencia de materias primas no ha hecho mella en los trabajadores, muchos con varios años de quehacer. A juicio del administrador, Rafael Ricardo Calzadilla, el déficit de harina ha motivado a hacer otras producciones, como sirope, pinol, vinagre y dulce de fruta bomba en almíbar. Surtidos que contribuyeron a la alimentación del pueblo en las diferentes etapas de enfrentamiento a la Covid-19.

Precisamente, en la prevención de contagios fue determinante la labor del colectivo de Thaba. Su jefe, Juan Ortiz Batista, explica que confeccionaron unas 40 mil caretas protectoras para las provincias desde Camagüey hasta Guantánamo.

Este es un asentamiento de personas humildes, solidarias y respetuosas que apuestan por el futuro y el desarrollo, sobre la base del trabajo sistemático y la unidad entre los hijos de la comarca, que es otra desde el 16 de diciembre de 1958.

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