Foto de Reynaldo López Peña

Las Tunas.- Elena Pérez Estrada es una triunfadora. Se le descubre apenas verla y tropezar con su mirada directa, esa que tienen siempre las mujeres determinadas. Ha pasado sus tormentas en esta vida. Quizás la mayor de todas le llegó el día en que no pudo hablar.

Sí, porque Elena era maestra y enfermó de la voz. Algo terrible que la hizo padecer tres cirugías y la llevó a Fisioterapia para poder recobrar el habla y, como siempre pasa tras un gran vendaval, le cambió la existencia.

No pudo regresar a las aulas, al menos no con la frecuencia y la necesidad de proyección vocal que requiere un maestro; pero era muy joven para jubilarse, se sabía fuerte y dar clases siempre había sido su trabajo. Entonces, alguien le propuso ser profesora de Computación y por ese trillo anduvo, empeñada.

Solo que después, al muy poquito tiempo, le dijeron que si quería comenzar de maestra ambulante y se lanzó sin miramientos por un camino difícil en el que ya lleva andados 25 años y que define como la gran posibilidad de su vida.

Al punto de que hoy pasa de los 60 abriles y todavía se sabe con fuerzas para trabajar por dos o tres años más al menos, porque sus cuerdas vocales no sufren, habla bajito, despacio y percibe los muchos cambios que hacen crecer a sus muchachos cada día.

Los maestros ambulantes son tan especiales como sus niños. En Las Tunas forman una cofradía que desanda las calles, con muy poquitos recursos, para llegar hasta la casa de los pequeños que padecen limitaciones físicas o mentales y no pueden acudir a las escuelas. Allí ellos hacen posible la maravilla de la educación.

“El alumno deja de serlo y se va convirtiendo un poco en hijo de una también. Yo los veo, porque son tres varones a los que atiendo ahora y siento lo mismo que cuando triunfa la única hija que la vida me dio, un orgullo inmenso.

“A veces llegamos a atender por primera vez a un niño y encontramos familias que están desesperadas, no tienen cómo entender, no saben trabajar con él para hacerlo sentir a gusto y que coopere. En esta labor la paciencia es muy importante.

“En algunos casos es muy duro, porque casi siempre las madres tienen el mayor peso y, la mayoría de ellas, cargan otros hijos y responsabilidades. Estos son niños especiales y necesitan a una persona todo el tiempo, solo para ellos. Y es ahí cuando más ayudamos nosotros.

“Les alertamos de hasta dónde llega su pequeño, muchas veces nos asesoramos con expertos que nos explican a nosotros para poder ayudarlos y les damos orientaciones concretas de cómo proceder. Somos un poco psicólogos también”.

Elena asegura que más de una vez los padres han quedado sorprendidos al ver a sus hijos hacer y aprender cosas que no esperaban nunca; y lamenta que en Cuba no existan sillas de ruedas eléctricas y otros accesorios que les permitirían llegar más lejos y hasta prepararse mejor, a algunos, para la vida laboral.

 

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