galina marabu
Las Tunas.- Hace muchos años, Galina Santos Torres recibió dos hectáreas de tierras ociosas en usufructo, cuando las tuvo ante sí pensó en cómo transformar ese sitio tan poco agradable en un lugar acogedor y, sobre todo, bondadoso, que pudiera darle lo que necesitaban ella, los familiares, amigos y vecinos de Corojito, en el municipio tunero de Colombia.

El reto era grande y a cualquiera le pondría los pelos de punta. No a ella. No a una mujer delicada, pero de manos firmes. No a quien nació y vivió toda la vida en el campo y que ya tenía -en propiedad- otras tres hectáreas.

Luego de analizar alguna que otra idea, Galina se dispuso a trabajar. Su esposo e hijo estuvieron a su lado, aunque confiesa que hubiera podido hacerlo sola; juntos emprendieron la obra que hoy los hace sentir orgullosos y que les permite vivir más cómodos.

Poco a poco aparecieron los cambios, especialmente los cercados y las partes claras en aquel inmenso marabuzal. A ella le funcionó la estrategia: "área que se liberaba de esa indeseable leñosa, área que se ocupaba con animales o sembrados.

"Por esa voluntad de trabajar me fui encaminando. Ahora produzco leche y entrego unos 30 litros diarios, mitad de vaca y mitad de chiva. También cumplo mis planes de carne de ganado mayor y menor.

"Siembro yuca, plátano y otras viandas. Tengo caña de azúcar, para el alimento de los animales".

Ella no le tiene miedo al trabajo ni al que dirán, no le importa dedicar sus días a tantas actividades. Incluso, a veces cierra los ojos y desea que el reloj afloje el ritmo a las manecillas para que la jornada le rinda más y pueda dedicar un poquito de tiempo extra a cada pedazo de la finca.

"Desde que me levanto me pongo a trabajar. Primeramente, ordeño las chivas y luego hago las tareas en mi hogar. Más tarde me llevo a hembras y machos a pastorear. La atención al ganado mayor se la dejo a mis hombres. Cerca del mediodía hago el almuerzo y adelanto  la comida".

Aprovecha la luz del día para las tareas fuera del hogar y ya dentro se desenvuelve bien en los quehaceres porque "tengo una casa bonita que yo misma cuido.

"Por eso les digo a las mujeres que luchen como yo, que no le tengo miedo al trabajo. Cortar marabú no mata y sí da mejores ingresos. Si lo hacen tienen libertad y pueden obtener de todo y comprarse lo que necesiten".

Ahora se incorporó al proyecto IRES, que fortalece las capacidades de los hogares frente al cambio climático, mediante la transformación de los paisajes productivos.

Ya sus tierras iniciaron esa metamorfosis y pudieran compararse con una oruga que se convierte poco a poco en mariposa. Pero, todavía falta porque "ahora la meta es sembrar cedros y plátanos en mayor cantidad", sin renunciar a lo que conquistó bajo el sol, a puro machete y con sus manos, que de tanto trabajar se volvieron ásperas sin dejar de ser tiernas.

 

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