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Los trabajadores de la Salud de Cuba celebran hoy el Día de la Medicina Latinoamericana, formados con altísima calidad, elevados valores éticos, revolucionarios, humanistas, con altruismo y solidaridad dentro y fuera del país.

Desde del 3 de diciembre de 1933 se festeja anualmente cada nuevo aniversario del nacimiento de Carlos J. Fínlay y el Día de la Medicina Latinoamericana.

Para Cuba la fecha deviene recuento en materia de salud en beneficio de la población y los pueblos de otras tierras, y partida para asumir nuevos compromisos y desafíos en la difícil tarea de mantener altos indicadores en la salud pública, aun en medio de las limitaciones impuestas por el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos.

También en el avance de programas y proyectos que dan respuesta a emergencias epidemiológicas y en la prevención y control de enfermedades no trasmisibles, la reducción de la mortalidad infantil y materna, y la lucha contra males infecciosos trasmisibles.

Latentes aún las experiencias del combate a la covid-19, generada por el coronavirus SARS-CoV-2, que provocó un millón 115 mil 169 pacientes diagnosticados con la enfermedad y ocho mil 530 fallecidos, frente a lo cual los profesionales y científicos cubanos crearon cinco candidatos vacunales, tres de ellos muy eficaces.

La directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública (Minsap), Ileana Morales, resaltó recientemente que los indicadores de sensibles programas hablan de un trabajo sostenido de los profesionales del Sistema Nacional de Salud.

De ello también es muestra la presencia, desde 1963 hasta la actualidad, de 407 mil trabajadores de ese sector en 164 países de todos los continentes. Actualmente se encuentran más de 28 mil colaboradores en 58 naciones.

El Día de Medicina Latinoamericana es celebrado cada 3 de Diciembre, jornada en la que se conmemora el natalicio del doctor Carlos J. Fínlay, quien descubrió y describió la importancia del vector biológico en la transmisión de enfermedades por agentes biológicos, aplicándola a la fiebre amarilla transmitida por el mosquito Aedes aegypti.

La obra de Fínlay trascendió, además, por su aporte a la comprensión del comportamiento de las epidemias, las cuales han azotado a la humanidad desde antaño.

Fue un claro ejemplo de perseverancia y dedicación a la profesión médica y de cómo la ciencia, puesta en función de la salud, produce avances significativos en la protección de lo más preciado del ser humano: la vida.

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