Pedro

Las Tunas.- La muerte del escultor tunero Pedro Felipe Escobar Mora el pasado 19 de agosto, víctima de la Covid-19, pasó sin grandes titulares por los medios de prensa del territorio. Y eso, como la muerte misma, es una completa injusticia. No fue la suya una obra cualquiera.

Lo conocí años atrás, siempre trabajando; y sé que deja como legado a esta ciudad piezas memorables, diseminadas por sitios diversos y que encajan en las calles para hacerlas distintas, exclusivas, mejores.

Pedro era miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, del Consejo Provincial de las Artes Plásticas y del Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental. Fue también director de la Galería Taller de Escultura.

Además, está entre los fundadores del salón provincial La Plástica en Abril y dejó su impronta como colaborador en la misión Corazón Adentro, en la República Bolivariana de Venezuela.

Todo esto es, apenas, una síntesis de su amplio palmarés. Y ese tuvo, a juicio de muchos, un clímax importante en su destacada labor como profesor. Porque en su desempeño como maestro de la Academia Provincial de Artes Plásticas aportó mucho a un notable grupo de jóvenes que le deben a sus desvelos como docente parte de sus resultados creativos.

La curadora y crítica de arte Bárbara Carmenate Hernández destacó recientemente su valía y reconoció su aporte en piezas de distintos formatos, emplazadas en espacios públicos algunas, y otras, con una marcada función social.

“Su obra, en sentido general, se distingue en lo formal, por las composiciones predominantemente geométricas, en las que las líneas rectas, audaces e incisivas desempeñan un papel fundamental. La mayoría suele ser de formatos verticales, quizás como traducción de su propia condición genérica.

“Sus creaciones son exactas, minimalistas, donde nada sobra porque cada detalle fue concebido para producir un efecto visual agradable, solo con lo justo e imprescindible. En ocasiones buscaba recrear un nuevo concepto de ciudad, de ahí las evocaciones a columnas y otros elementos arquitectónicos, desde la síntesis.

“Realizó piezas tanto figurativas, como otras con visos de la abstracción geométrica, en los más variados soportes: cemento, madera, mármol, metal, cerámica..., siempre confabuladas con los ambientes donde radican, pues estudiaba el espacio a priori, para luego integrarlas armónicamente en ellos.

“Manifestó su oposición total a las representaciones edulcoradas y atiborradas, cuestión que de algún modo tenía que ver con su personalidad sencilla y categórica. La simplificación, limpieza y austeridad son rasgos que distinguen su quehacer desde lo formal, pero asimismo, son capaces de atrapar nuestra atención y sentidos, en un acto de compenetración conceptual, como si tuviesen el poder de estar comprometidas solo con la mirada del espectador”.

La muerte del creador, otra raya de la Covid-19 para la cultura en estos lares, ocurre justo en el año del aniversario 225 de la ciudad. Me cuentan de sus desvelos en la restauración de la Fuente de las Antillas y sé de otros sueños que quedaron en el camino. Están esperando, quizás, que sus alumnos lo retomen o que sus conterráneos los encaucen para que Las Tunas sea también, desde el arte de sus hijos, un sitio mejor.

 

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