Las Tunas.- Por transportación encuentran destino, en un gran volumen, las quejas de los cubanos en cualquier escenario. Sin embargo, más allá de las insatisfacciones, constituye una batalla por librar día tras día, en la que las víctimas son representadas por quienes necesitan moverse de un sitio a otro. En este sentido, la Terminal de Ómnibus Nacionales en Las Tunas figura como ruta hacia los pesares, en la cual la crisis acelera los instintos de supervivencia y pone freno al buen obrar.
Con el resguardo de un cristal, malos procederes, tratos nada afables y el “misterio” de lo indebido encuentran cabida. Con gran parte de esas jugarretas, a simple vista, a los perjudicados solo les resta la impotencia de un mal servicio y el caso omiso de los reproches.
Como una vía de auxilio para el bolsillo de muchos obligados a trasladarse frecuentemente, la lista de espera o llamado de última hora planta el caos en aquellos salones. Además de la poca transparencia de las capacidades disponibles, lo cual deja la brecha abierta para “pasajeros de izquierda”, dinero por delante y/o la “encomienda” de turno, se benefician unos pocos, mientras la mayoría prolonga su estancia y, lo que es peor, los arroja hacia la opción de los vehículos privados, con precios alterados.
Por si fuera poco, la desinformación o los escasos deseos de orientar agravan incomodidades; en tanto, expanden un abismo de indiferencia entre viajeros y trabajadores. Con la crudeza de los tiempos actuales a modo de justificación, violentar mecanismos se ha convertido en un hábito.
Voceros y vendedores ambulantes campean al libre albedrío por el lugar. Gritos e insistencias rompen con la parsimonia de una sala desprovista de medios tanto para acortar las horas con entretenimiento, como para estar al corriente de las noticias. ¿A quién le corresponde velar por la tranquilidad? En un contexto funcional tal pregunta fuera innecesaria, pero la dejadez administrativa campea y justo por ello, y la propia inconciencia de los usuarios, quienes allí aguardan también cometen múltiples indisciplinas que parten desde lo primario, al fumar en una zona común, hasta puntos de mayor envergadura.
Asimismo, la instalación alberga expendedores de alimentos que, si bien parecieran la solución, las tarifas dictan lo contrario. Las ofertan están, cierto, pero acceder a ellas luce complicado, a la vez que implantan barreras monetarias, superadas por la minoría. Y no hablemos del hecho de que se venden bebidas alcohólicas.
Al caer la noche, el panorama empeora cuando deambulantes de la zona se apropian de varios de los bancos del local. Por el momento, pasan desapercibidos, gracias a la complicidad de unos encargados que no quieren intervenir en el asunto y solo ellos pueden hacerlo, incluso, entra en sus obligaciones. Como a nadie le toca lamentar, nadie tampoco se molesta por enmendar dichas problemáticas.
Lo ilustrado aquí forma parte de los criterios y las vivencias de no pocos clientes, un asunto que, en el caso de la lista de espera, estuvo entre las preocupaciones de la ciudadanía develadas en uno de los recientes encuentros del Buró Provincial del Partido, centrado en analizar lo que se hace para aumentar la eficiencia y calidad en los servicios del transporte de pasajeros y cargas generales.
La Terminal de Ómnibus debe ser un lugar de orden, a la tunera le sobran deudas.