Dainer de la Cruz
Las Tunas.- Dainer de la Cruz Barrios comenzó a trabajar la tierra en cuanto cumplió los 18 años de edad. ¡Qué va!, estudiar no era lo suyo y sabía que la vida de vago tampoco se le ajustaba; así que se fue al monte, con toda su juventud a cuestas, a labrar su propio camino.

Su papá le dijo que se había antojado del sitio más malo que tenía Yeso 2, en Vázquez (municipio de Puerto Padre). Y aquello, cuando llegó, pintaba feo de verdad.

"El maíz, por ejemplo, crecía hasta cierta altura y ya, ni un tin más; te esforzabas en las plantaciones y nada, no se avanzaba. Un día, me dije, a esto hay que aportarle algo y comencé a usar gallinaza. Me fui para la zona avícola que entonces había en la parte de La Viste, pleno Período Especial, y traje para la finca una carreta entera y lo incorporé al suelo.

"Recuerdo que sembré unas carreras de frijol carita y, cada cuatro o seis de ellas, le puse una de maíz. Por fortuna se puso el tiempo bueno y llovió lo necesario.

"Fíjese usted que yo mido 1,70 cm de estatura y, para agarrar la mazorca, tenía que coger la mata, dar un paso atrás y entonces alcanzarla. Aquello se me dio que fue una belleza".

Y desde entonces, gracias a esos resultados, Dainer incorpora siempre material orgánico a la tierra. Una práctica que, con la inserción en el Proyecto Ecovalor, se ha fortalecido.

"He logrado transformar, poco a poco, todo el lugar. Anualmente incorporo materia orgánica a alrededor de dos o tres hectáreas de tierra, y regreso a ellas cada tres o cuatro años, para que no se pierda el beneficio. Algunos vecinos dicen que soy una mata de caprichos, pero trato de explicarles que esa planta necesitó nutrientes del suelo para crecer, desarrollarse y dar frutos y cuando la cortas, estás destruyendo la tierra y sé, por experiencia propia, cuánto hace falta para reconstruirla.

"Antes costaban una quilera, 20 o 30 carretas de materia orgánica y ahora, una sola, ronda los ocho mil pesos". Eso cuenta Dainer, y afirma que es más económico cuidar el suelo, incorporarle residuos de las cosechas, materia orgánica, evitar la erosión, buscar las pendientes correctas en el escurrimiento de las aguas y cuidarse del fuego, porque degrada sin piedad.

El Proyecto Ecovalor le llegó como un puntal importante. Y no solo porque ahora tiene un tractor, con tracción delantera y hasta aire acondicionado y la suya es la finca piloto del trabajo, sino porque están tres aledañas que se benefician y hasta les prestan servicio a otros vecinos cuando el rigor del trabajo y el escaso combustible lo permiten.

Ecovalor los ha capacitado, tienen asesores, literatura reciente a su disposición y las nada despreciables bondades de Internet. Todo eso los hace estar más preparados para contrarrestar plagas, saber la dosis y el momento exacto de aplicar los fertilizantes y saberse más preparados para lidiar con la tierra y sus matices.

La finca de Dainer ya tiene electricidad, tres pozos artesanos muy profundos y hay por ahí un camino bien hecho, que han pulido ellos mismos para beneficio de los vecinos y hasta la calle Julián Grimau, la de la entrada misma de la terminal de Vázquez, la han mejorado sustancialmente los hombres de la tierra.

"¿La fórmula para ser un buen campesino hoy día?, pues muy fácil: el amor"; eso dice y lo explica con la determinación en la voz que te da la vida cuando la curtes con el trabajo duro, sin medias tintas.

"Estamos viviendo tiempos muy difíciles y hay que querer la tierra, cuidarla y, si no te gusta lo que haces, no vas a tener resultados. Eso para mí está más que claro. La tendencia ahora es mirar para la ciudad. Y no puede ser porque Cuba es un país agrícola. No podemos cansarnos de buscar las maneras de traer a la juventud para el campo.

"Pero hay que tratar de buscar las condiciones mínimas para eso; porque, a veces, te encuentras por ejemplo a alguien que quiere ir a criar vacas, pero lo mandas para Piedra Hueca, sin caminos, con los mosquitos enormes, sin corriente, ¿quién se va a quedar ahí? Sin embargo, si le pones unos paneles solares, lo alientas, lo ayudas a arreglar un camino. Entonces ya la cosa es distinta.

"El campo se ha ido quedando solo porque estamos descuidando la atención a las zonas rurales y, con una vida tan dura, mucha gente se está yendo a las ciudades y los pueblos".

Dainer ya no es el muchachito aquel que un día comenzó a romper monte y hacerse sus propios trillos entre la maleza. Y tampoco su imagen se asemeja a la timidez extrema que se atribuye al guajiro cubano casi que por convicción. Su voz es fuerte, como su trabajo; y la vida le ha ido endureciendo el cuerpo y el pensamiento, por fortuna, sin arrancarle el amor de los ojos y las ganas de hacer, desde la tierra, por todos nosotros.

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