crisis de octubre 1

La Habana.- Cada mes de octubre en Cuba rememoramos aquellas jornadas de una crisis que tuvo mayor tensión finalizando el año 1962, pero que, sin dudas, fueron consecuencias y expresión de un contexto anterior que no se puede calificar de otra manera que crudo y persistente.

Intentar sintetizarlo en este texto nos obliga a rescindir detalles de un tropiezo que es solo una pequeña ficha de un rompecabezas mucho más complejo, trataremos de exponer lo más significativo para no extendernos demasiado.

La llamada Crisis de Octubre tuvo su origen desde mucho tiempo antes. Recordémoslo como un fenómeno que fue creciendo alimentado por la idea fija del gobierno de Estados Unidos de apoderarse de Cuba, o al menos influir y mantener sus intereses en territorio cubano. Exactamente el mismo propósito que permanece en la actualidad y que le impulsa a sostener acciones de todo tipo en forma de sanciones, agresiones en la arena internacional y digital, y otras.

Pero en los años 60 la situación era mucho más evidente. La administración del país vecino se volvió frenética cuando triunfó la Revolución el primer día del año 1959, y apostó a rendirnos de cualquier modo. Además, se le sumó la fracturada relación que tenía con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS.

O sea, en resumen, el ambiente estuvo cargado porque las dos potencias mundiales se encontraban en pésimo momento de sus nexos. De repente Cuba era objeto de análisis porque necesitó un aliado y lo encontró en la URSS, y el mundo entero creyó que estaban dadas las condiciones para estar ante la tercera guerra mundial.

Sin embargo, lo que pocos conocían era que el gran imperio norteamericano diseñó estrategias para asfixiarnos. El objetivo era extirpar toda tendencia socialista del proyecto que se estaba construyendo desde que fue derrocado el dictador Fulgencio Batista, y esa frustración materializada en vandalismo y toda suerte de hechos violentos hacían sufrir a toda una nación. Fueron tiempos de inestabilidad.

Estamos hablando de un gran país implicado como protagonista, Estados Unidos, con suficiente recurso para financiar maniobras subversivas y sembrar terror en una pequeña isla, indefensa, desposeída, casi invisible en el mapa geopolítico de entonces.

El antecedente se cocinó durante los años anteriores. Cuba soportó el asedio de bandas clandestinas preparadas y pagadas desde Estados Unidos y que dejó un importante saldo de muertos y heridos, sobre todo de líderes. Primordiales fueron también las campañas de propaganda para difamar a la Revolución; y cruciales muchísimos sucesos concretos como la invasión a Playa Girón. Además, el bloqueo económico, financiero y comercial que desde entonces ya nos castigaba.

A todas luces querían vulnerar la resistencia de todo un pueblo, por eso cada vez eran peores sus golpes tanto desde adentro como afuera, organizados minuciosamente para que nos quedáramos sin salida. Fue una época de mucha dificultad. Por un lado, la economía deprimida, el aislamiento internacional, por el otro una larga lista de sabotajes y otras formas solapadas de guerra no convencional con un fuerte factor psicológico.

Mientras se exacerbaban esas intenciones de hastiarnos, Cuba no cesó de denunciar el hostigamiento, y necesitó fortalecer su sistema de seguridad para poder enfrentar cualquier evento que surgiera. Recibió el apoyo de la URSS, y esa alianza fue más que fundamental.

La propuesta de instalar armas nucleares en suelo caribeño fue una oportunidad para ambos frentes. A los soviéticos, incitados por sus diferencias con Estados Unidos, les convino la cercanía que le ofrecía para hacerse respetar y también presionar para que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) retirara la amenaza desplegada en Italia y Turquía. A Cuba le proporcionaba respaldo para evitar toda intromisión.

Cuando el gobierno norteamericano descubrió la operación, entonces sí se sintieron flaquear. Quizás fuera la primera vez que le ponían en la nariz un ultimátum de esa naturaleza. Después el mundo vivió días tensos porque en poco tiempo los acontecimientos se agravaron.

La Casa Blanca bajo el mandato de John F. Kennedy estuvo insegura y valoró medidas desesperadas como invadir y destruir todo lo que oliera a armamento nuclear, una iniciativa totalmente injerencista.

Comenzaron a hacer ejercicios militares en la región e impusieron un bloqueo naval ilegal para impedir el arribo de provisiones. Ante tal episodio la contraparte cubana decretó alerta y alarma de combate, y advirtió que no se volviera a violar nuestro espacio aéreo. Sin embargo, ante tanta presión y descaro, el 27 de octubre de 1962 el gobierno de Cuba no tuvo más remedio que derribar un avión U2 espía sobre Banes, Holguín.

El escenario también se complejizó para Cuba porque el secretario general del Partido Comunista de la URSS, Nikita Jrushchov, y el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, sostuvieron negociaciones secretas sin la participación cubana, estando muy implicada en los hechos.

Por tanto, no tuvieron en cuenta nuestras demandas y principios, únicamente se beneficiaron la parte soviética y estadounidense con el desmantelamiento de las bases militares que contenían equipamiento nuclear tanto en el Caribe como las cercanas a Moscú.

Lo que más nos interesaba en ese momento era eliminar toda forma de injerencia como el bloqueo, la subversión, los sabotajes, el espionaje y recuperar el territorio ocupado por la Base Naval de Guantánamo. Nada de eso ocurrió. Para Cuba el contexto ni siquiera se relajó. La historia demuestra que continuaron las agresiones hasta el día de hoy, incluso subieron de nivel, y aunque se tienen pruebas, el gobierno de Estados Unidos continúa impune, haciendo y deshaciendo.

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