1centro de aislamiento covi

Las Tunas.- En los hospitales de campaña no solo labora personal de Salud Pública. También los trabajadores del sector educacional están siendo especialmente valientes y constantes allí, donde son útiles.

Más de dos mil se han vinculado con estos espacios para ayudar a la conservación de sus escuelas, al cuidado de los recursos y materiales que están en los planteles y son vitales para el regreso a las aulas.

Llegamos hasta el centro mixto Simón Bolívar buscando sus voces y los encontramos ocupados en tareas que nunca antes pensaron que llegarían a formar parte de sus desvelos diarios.

Han aprendido a tropezones el arte de asegurar lo necesario para cuidar vidas y lo han hecho bien porque, vale decirlo, aunque no estén directamente en la atención a los pacientes, se han mantenido en vilo cuando escuchan de un caso complicado; y entran y salen de la zona roja cuando hace falta con las manos temblorosas, pero el pulso firme.

Uno de ellos es Lázaro Moya García, él nos habló de la llamada sala situacional, una especie de sitio para la información pormenorizada que se han visto obligados a crear allí para los familiares de los pacientes; porque evidentemente mucha gente quiere saber cómo evolucionan sus seres queridos, si ya les hicieron el PCR que toca, si están comiendo bien o si necesitan algo, alguna cosa, lo que sea, para ayudar.

“Ya son seis meses en esta tarea, todo un reto diario porque ahora el salón funciona 24 horas y la información que damos es lo más pormenorizada posible, incluye la medicación que están recibiendo los pacientes, la fecha probable de salida del lugar, la evolución, recepcionamos quejas de la atención que puedan presentarse; así que hay que actualizarla constantemente y caminamos mucho para eso, renunciamos a las vacaciones incluso, porque sabemos que aquí hacemos mucha falta”.

Las lluvias de Ida lo sorprendieron repartiendo comida y no fueron los primeros aguaceros que ha pasado en esos pasillos; tocó aprender además, a encender el grupo electrógeno, conocer las horas de generación de que dispone, la cantidad de combustible que consume. Sí, a veces la jornada de trabajo se le hace extensa a Lázaro, un día contó 15 horas seguidas, sin parar.

En nuestro recorrido por la institución nos cuentan los profes que igual les ha tocado ser un poco psicólogos, y otro tanto ayudantes, y un poquito padres de otros hijos.

“Porque imagínese usted, lo que es ver llegar a una madre con sus tres niños, con los ojos perdidos y el miedo en la cara; o a gente que está ahora sospechosa, por ejemplo, pero ya antes ha perdido a un familiar cercano y ya vienen marcados por lo peor de la enfermedad que es la muerte de un ser querido. Hay pacientes de todo tiempo, y experiencias que son muy difíciles”.

Y poco se habla de los cuentapropistas que están aportando desde dentro. Gente que, por las más diversas razones, igual se han vestido de valientes en este tiempo de pandemia.

“Yo me llamo Reinier Pupo Sánchez y tengo una carpintería particular que tuvo que cerrar por la pandemia y entonces me contraté en zona roja, para ayudar y también mantener a la familia, ya hace dos meses. Soy ropero, me encargo de toda la ropa de los médicos y de las personas que no traen la suya propia desde las casas, porque todo el mundo no puede por varias razones.

“He aprendido que hay que cuidarse; muchos niños han salido graves de aquí y cuando conversas con la familia, no se cuidaron lo suficiente. Llegan muchas personas diarias y vemos irresponsabilidad en no pocas de ellas.

“Hay noches en que no se duerme, porque en las madrugadas ingresan pacientes y a esa hora hay que dar sábanas, y darles un poco de aliento también; un día me di cuenta de que eran las 6:00 am porque noté que había salido el sol; hasta 15 guaguas he visto ingresar en una noche, algunas con pocos pasajeros y otras con muchas, pero esto está como para cuidarse”.

Dentro del sector de Salud han tenido que hacer igual, cambios de roles. Uno de ellos es el enfermero intensivista Rodolfo Castro Chacón. Él controla los recursos humanos y materiales, la alimentación y todo lo que hace un administrador; y aunque no estudió para eso, asume la tarea desde hace unos pocos días, porque se hizo necesario y cuando hace falta, no se pregunta mucho el porqué.

“Trato de hacer las cosas bien cada día para lograr sacar la tarea. Hace seis años que soy enfermero y tengo un diplomado en Covid-19. He pasado por la mayoría de los hospitales de campaña que tiene Las Tunas, incluso, en la Terapia Intensiva del hospital Ernesto Guevara. La cosa está dura, pero hay que trabajar en lo que haga falta y cuidarse mucho”.

No son los suyos nombres famosos, tampoco de los populares que habitualmente inundan los espacios formales. Pero son gente buena, están ahí, donde se saben útiles, apoyando en lo necesario, sin descanso, sin tiempo para el miedo, sin pensar en el después. Tienen, como nosotros, un sueño común: luchar juntos contra la pandemia. 

 

Escribir un comentario

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.

Código de seguridad
Refescar