grupo música popular

Las Tunas.- Con los dedos de las manos enumera sus actuaciones en el año y en su rostro se dibuja dolor con desesperación. Alexander Ochoa dirige la orquesta Caisimú desde el 2000 y se sabe heredero de esa sonoridad que hizo que por mucho tiempo los identificara el eslogan: “Caisimú, salsa”. Pero hoy, el panorama ha cambiado y varios -como él- se preocupan por el futuro de las agrupaciones de este tipo, pues, prácticamente sin trabajo, corren el riesgo de desaparecer.

Aunque para finales del calendario y alguna otra fecha significativa usualmente se potencian los bailables, son escasos en el resto del almanaque. Mientras, proliferan términos como programación incierta, desmotivación y desesperanza al dialogar aquí con exponentes de la música popular.

En un ecosistema de presupuestos recortados, el monto del que dispone el sector cultural para solventar sus actividades es insuficiente. Esto afecta, fundamentalmente, a colectivos con mayor cantidad de miembros como son las orquestas.

CUANDO EL CÍRCULO SE CIERRA

“Las presentaciones de música popular bailable, de todos los formatos, son prácticamente nulas en Las Tunas. No hay una programación regular que nos garantice trabajo. Converso con músicos de Camagüey, Granma, Santiago de Cuba… y me dicen que están laborando. Aquí carecemos de eso. La respuesta siempre es que no hay presupuesto”, afirma Alexander Ochoa, líder de la cofradía que ya cumplió 40 primaveras.

También Virgilio Antonio Agüero Rodríguez, quien posee más de cuatro décadas de experiencia y comanda Barricada, siente un sabor amargo cuando se le pregunta por el tema, aunque reconoce que -en comparación con otros colectivos- no han sido de los más desfavorecidos. Sin embargo, “antes, en la Plaza Cultural, todos los fines de semana tocaba una agrupación local, lo que nos garantizaba dinero y público. Ya eso no es así. Y cuando realizamos una actividad, se demoran uno o dos meses en pagarnos”.

Caisimú

“Este año nos programaron pocas veces, lo que nos salva es que la mayoría tenemos otras fuentes de empleo, en agrupaciones subvencionadas, la escuela profesional de arte (EPA) El Cucalambé... Pero en realidad no estamos cumpliendo con nuestro objeto social. No podemos vivir de la música popular”, agrega Ernesto Carrió, director del septeto Son del Barrio.

Al oír tales opiniones, queda claro que la cuestión monetaria es innegable. Pero existe consenso sobre la necesidad de mayor intencionalidad al concebir presentaciones. Entonces, la subjetividad, la planificación y otras áreas importan igualmente.

BAILANDO SOBRE BRASAS

A lo largo de los años en nuestra provincia han existido cultivadores de los géneros criollos. Según el tristemente fallecido investigador Salvador Regueiro, “tenemos orquesta desde 1861 e, incluso, hubo academias de música y, en la sociedad El Liceo -fundada en 1905- se tocaba y bailaba son”.

Hoy Alexander Ochoa se pregunta: “Si vas a Estados Unidos, se defiende el jazz; si vas a Rusia, la polca y ritmos europeos; si vas a Francia, el vals... ¿Y por qué Cuba no defiende el son?”.

Interrogante que comparte Oberto Calderón, integrante de Contrapunto y profesor en la EPA, cuando afirma: “Existe la música subvencionada (como la concertante), que tiene protección, pero la popular -que tanto prestigio ha dado al país- no”.

Agüero Rodríguez considera que, “más allá de las carencias económicas, hay que revisar mejor la organización y distribución de las presentaciones”. En tanto, Carrió añade: “El presupuesto que entra a Cultura en el municipio lo absorben los solistas y, aunque no tengo nada en contra de ellos, son programados frecuentemente. Eso habla de una mala distribución”.músicos tuneros

Asimismo, “necesitamos dinero para promocionar, comercializar y difundir productos de calidad. Sin eso, cómo nos pagamos un demo o DVD, o nos damos a conocer en el mercado. Somos un sector frustrado”, afirma Calderón. “Tampoco tenemos un estudio de grabación para, al menos una vez al año, promover nuestra música. Está la Radio, pero para ponerla ahí, primero tienes que grabar. A mí me da pena que en la emisora nos promocionen los mismos temas de hace 10 años, y tenemos canciones nuevas”, añade Ochoa.

“Vemos un divorcio institucional y quienes sufren son los artistas. Por eso ha habido tantos pronunciamientos de que las empresas de la música no cumplen su objeto social. Se demoran en pagar y, cuando lo hacen, es pequeña la cuantía. En la Casa de la Música hemos salido a 100.00 pesos por integrante. Es un espacio pequeño y allí cobran la entrada a 40.00 pesos y se le da un porciento a la empresa. Tampoco tienen animador o algo así. Y la gastronomía particular atenta, con altos precios”, alega Carrió.

“He observado que las locaciones que se crearon para los bailables al aire libre han tomado una función diferente. Ya no hay pista bailable donde una orquesta pueda trabajar. Y quieren aplicar una política del cobro por la puerta (se pacta un porciento según la cantidad de público que entre) en lugares como el cabaré Bajo las Estrellas, cuando Las Tunas no tiene costumbre de ir a ver un grupo teniendo que pagar”, dice Ochoa.

“Además, en la promoción deben imbricarse mejor las instituciones, no pensar de forma aislada, sino unirnos”, destaca Víctor Hidalgo Boysan, subdirector técnico-artístico de la Empresa de la Música.

Aunque varios de los problemas enunciados no son privativos de la provincia, todos inciden en el desempeño de las agrupaciones. Tan enrevesada situación se debatió mucho en el pasado Congreso de la Uneac y en el país se trabaja en el ordenamiento del sistema empresarial de la música, catalogado de tarea compleja por el ministro de Cultura Alpidio Alonso.

músicos tuneros 2

¿QUIÉN ARMA EL ROMPECABEZAS?

En busca de respuestas, 26 conversa con algunos directivos. Zenia Ross, jefa del Departamento de Programación de la Dirección Provincial de Cultura, explica: “Tenemos un catálogo amplio de músicos profesionales y el presupuesto nos limita la programación de las orquestas. No sucede así con grupos de pequeño formato que, aunque no perciben todo el dinero merecido, es más fácil insertarlos. Para pagarle a uno de gran formato, compuesto -digamos- por 16 artistas, se necesita al menos 70 mil pesos y eso compromete el presupuesto de las direcciones municipales de Cultura, que no cuentan mensualmente ni con 30 mil”.

Sin embargo, ella reconoce que “no hemos sido proactivos en analizar espacios cerrados donde se puedan presentar. Muchos municipios no tienen diseñado esto para ingresar por puerta y los creadores también son muy temerosos de esa vía porque saben que no van con un ingreso seguro”.

Nilian Rodríguez, directora de la empresa comercializadora de la música y los espectáculos Barbarito Diez, expresa: “Nuestro catálogo ha perdido valiosas unidades artísticas por este tema. Y tenemos la obligación de gestionarles o ayudarles a gestionar empleo, pero las unidades artísticas también tienen esa responsabilidad, más las que poseen promotores para la actividad cultural, que son casi todas. Y si se pasan de tres a seis meses sin trabajar, realizamos un análisis y pueden causar baja por insuficiente comercialización.

“Los contratos de representación se realizan anualmente y generan un gasto, porque se paga Seguridad Social. Nuestra entidad vive, sobre todo, del margen comercial, de cuando logre vender al artista. Si eso no se cumple, salimos afectamos igualmente, no solo el creador.

“Debe tenerse en cuenta que la pandemia complicó el panorama. Nos quedamos sin mercado, no pudimos garantizar fiestas populares (gran fuente de empleo) y decayó la programación. Asimismo, cambiaron las estructuras del sistema de gobernación, hoy los municipios deciden sobre sus presupuestos e intereses. Han variado la industria cultural, los precios de las unidades artísticas, los gustos de las personas... Ahora se ofrece un concierto y, cuando la orquesta no es de alta convocatoria, la gente apenas va”.

agrupación musical

ABRIR EL DIAPASÓN, UNA NECESIDAD

En una provincia deficitaria, donde los presupuestos para la cultura no han crecido, se impone buscar alternativas para intentar, si bien no resolver la problemática, al menos aliviarla. Pero se necesita, en primer lugar, revisar con lupa aquellas zonas más desfavorecidas dentro del sector, siempre desde las alianzas, y usar herramientas que no hemos explotado en toda su dimensión.

“Ante este dilema con el empleo, la respuesta a nivel de país es que hay que utilizar más las ‘puertas’ y el mercado del comercio, pero nuestra provincia está en desventaja. No tenemos lugares donde se pueda utilizar la puerta para ‘explotar’ el talento artístico, en primera porque no hay cultura en torno a ello. Existen sitios como la casa de la música Emiliano Salvador, el centro cultural Huellas y el cabaré Bajo las Estrellas, donde el precio mínimo de la entrada es 40.00 pesos y ni eso las personas quieren pagar, aunque los artistas son excelentes.

“Y cuando hacemos un estudio de público, los que más salen son los estudiantes -en edades muy jóvenes- y no prefieren estas sonoridades. Pero todavía hay personas a quienes les interesa y lo han demostrado acciones realizadas con Barricada, Sonora Tropical y otros, que halan auditorio. Sin embargo, ponemos a grupos así, de exquisita factura, en áreas cerradas y no obtenemos el mismo resultado”, explica Rodríguez.

Tanto ella como Ross coinciden en que la solución no está al doblar de la esquina. “Antes Las Tunas era una de las provincias que más potencial artístico tenía trabajando en polos turísticos cubanos, pero a raíz de los pagos insuficientes, la mayoría decidió regresar. Hoy, aunque mantenemos la alianza, ese sector está deprimido y no puede pagar mucho”, apunta Nilian.

“Tratamos de que se unan algunos músicos, aunque pertenezcan a diferentes formatos, y programarlos en el hotel Las Tunas. Hemos puesto, por ejemplo, al solista, acompañado de percusión o piano. Queremos que lleguen allí las orquestas, pero Turismo tampoco cuenta con presupuesto para ello”, agrega Zenia.

orquesta gran caribe

En medio de este oscuro escenario, alientan las palabras de Nilian sobre una próxima restauración capital del cabaré Bajo las Estrellas, para -al menos- disponer de un espacio donde se pueda disfrutar de música en vivo, con mayor confort. “Se someterá a un proceso inversionista, que incluye cambios en la entrada, realización de camerinos, un lobby, cuestiones inherentes a la cocina para asumir la gastronomía... Pero esto se desarrollará paulatinamente”, señala.

“Hemos identificado sitios que pudieran acondicionarse como espacios cerrados en Majibacoa, Puerto Padre, Jesús Menéndez..., pero tiene que haber también una voluntad de las autoridades del municipio. Cada territorio debería disponer de un lugar donde el público pueda escuchar buena música y bailar”, remarca.

“Asimismo, -detalla Zenia- hemos visitado establecimientos privados, entre ellos restaurantes, con interés en la música en vivo. Ya se hizo el levantamiento y deseamos que estos actores económicos se integren a los talleres de programación para presentarles nuestro catálogo, además de caracterizar espacios, analizar intereses…”.

“En aras de salvar esta parte de nuestra cultura, si los gobiernos municipales no pueden tener los presupuestos por las cuentas corrientes, hay que buscar alternativas desde la provincia para que la cuenta de festejo tenga dinero, porque el pueblo necesita esa satisfacción”, añade Nilian.

Quizás no sea un dislate pensar en la idea ofrecida por el puertopadrense Gerardo Corredera, compositor, cantante y otrora director de Embajadores del Ritmo: “Si lográramos que una orquesta (o dos) estuviera dentro del sistema de las mipymes, esto le permitiría ser una agrupación autosuficiente, sustentable; que pudiera vender bebidas y, a la vez, insumos como instrumentos musicales y audios. Los integrantes del colectivo serían los propios gestores de la gastronomía, el bailable u otra actividad, pagarían al banco los impuestos y se quitarían trabas burocráticas”. Habría que analizar si esto es factible, dentro de actividades como la gestión de bares, discotecas y pistas de baile, o la organización de cumpleaños, bodas y otras actividades festivas.

En fin, ante la complejidad del asunto, es preciso revisar mejor presupuestos y programación, con acompañamiento de directivos gubernamentales; fortalecer alianzas dentro del gremio y con el sector privado, el turismo e instituciones que pueden apoyar con la divulgación como Radio Victoria; y estudiar potencialidades locativas en los municipios para las presentaciones.

De igual manera, pudieran contribuir capacitaciones sobre gestión musical y comunicación. La Empresa de la Música, por ejemplo, no dispone de sitio web, solo de una página de Facebook usualmente desactualizada. Para que las piezas de este puzle funcionen como reloj suizo, debemos mirar -además- hacia esos detalles que, a corto o largo plazo, inciden en los resultados. Y al público hay que saberlo enamorar, las costumbres empiezan por un día y no se le puede pedir fidelidad cuando se ha sido tan inconsistente en la oferta.

El periódico 26 sugiere al sector, así como a las autoridades de la provincia y homólogos municipales, que repiensen el asunto y se pregunten, con la mano en el pecho, si no solucionamos este embrollo, qué perdemos además de buena música en un contexto de colonización cultural. Hablamos de nuestra identidad.

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