Las Tunas.- La sala Raúl Gómez García, aún en reparación, abrió excepcionalmente sus puertas, esta vez, para la compañía Ad. Livintum con las magistrales obras El tiempo cambia(Le Temps Changé) y Geycha, dirigidas por los talentosos artistas Alejandro Mineto y Yanoski Suárez, respectivamente.
El tiempo cambia (Le Temps Changé), no pasó indiferente ante el espectador. En su primera incursión como director de escena, Mineto demuestra su capacidad para transmitir un mensaje profundo sobre la importancia del tiempo y la gratitud en nuestras vidas.
La obra, inspirada en la novela homónima escrita por Pascal Perron, se caracteriza por su dinamismo y su capacidad para reflejar la constante transformación que experimenta el tiempo. Una puesta en escena que comenzó mucho antes de lo que imaginaba el público, pues ya desde la entrada y en el tiempo de espera, se aprecia la maestría de Mineto al utilizar el lenguaje de la danza para llevar a cabo una experiencia artística inolvidable.
"Esta obra surge en pleno auge de la pandemia, cuando la necesidad de hacer arte, de reflejar el tiempo se volvía impetuosa. Con ella pretendemos desafiar a los observadores a reflexionar sobre la importancia de vivir el presente y ser agradecidos en todo momento", explicó Alejandro.
Temas como la emigración y el racismo son tratados de manera sutil, pero impactante, permitiendo a la audiencia adentrarse en la realidad contemporánea y generar una conexión profunda con los personajes. La presencia de la multifacética actriz Leonor Pérez Hinojosa, también se dio cita en el tabloncillo, dando un toque explicativo de lo que sucedía en aquella escena.
Alejandro Mineto supo aprovechar la esencia de la novela y llevarla a un nivel superior a través de la danza. Su visión audaz y su habilidad para fusionar distintas disciplinas artísticas resulta una experiencia en el arte actual.
Por su parte Yanoski Suárez presentó Geycha, Premio de Creación Danza Contemporánea Francia 2012. Esta obra conmovió hasta al más frío de los presentes por su profunda exploración de identidad y las complejidades del poder. Se sumerge en un mundo construido a partir de las vivencias personales de su creador, cuyo camino lo llevó a explorar la filosofía del Tao y las reflexiones acerca de la comunicación en la cultura asiática.
Pero, ¿cómo surgió la idea de Geycha? "Fue precisamente durante mi estancia en la escuela que la semilla de la obra empezó a germinar en mi mente. Me intrigaba la idea de cómo la intimidad permite a las personas desdoblarse y liberarse de las máscaras que se usan frente a la sociedad y mostrar su verdadero ser.
"Quise retratar eso a través de la figura de la geisha, una habilidosísima artista cuyo legado es tergiversado erróneamente. Quería resaltar sus múltiples facetas y su capacidad de ejercer el poder sobre sí misma y, a su vez, sobre la sociedad en la que vive", expresó Yanoski, insistiendo en la persistencia de buscarnos a nosotros mismos.
El nombre de la obra es una elección intencionada, una metáfora de cómo esas habilidades y facetas ocultas pueden manifestarse en nuestro espacio personal, donde somos capaces de explorar múltiples aspectos de nuestra personalidad.
La pieza también aborda el tema del poder, explorando cómo lo ejercemos, pretendiendo estimular al espectador a la creación de una conciencia, para entender cómo ese poder puede convertirnos en personas "débiles" o en lo que negamos ser.
Es una propuesta artística que desafía nuestros prejuicios y nos invita a cuestionarnos aquellos aspectos que preferimos mantener ocultos. Sin duda, un viaje emocional de autodescubrimiento y una experiencia que reta a explorar nuestra esencia más profunda.
Queda mucho por hacer en cuestión de arte, pero indudablemente estas puestas en escena, marcan un punto de partida en la cultura tunera, refuerzan el compromiso de los artistas por construir ese bálsamo que necesita el pueblo de este terruño.
