Las Tunas.- El tunero Esteban Daniel García López, conocido por el seudónimo Edan Galo, conquistó recientemente el Premio Décima Joven de Cuba, con su obra Necrófagos, resultado dado a conocer en el contexto de las celebraciones por los 38 años de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). La camagüeyana Rosabel Pi González, por su parte, mereció una mención en el certamen, convocado por la casa iberoamericana de la décima El Cucalambé y la organización que reúne la vanguardia artística juvenil en estos predios.
"Se trata de un poemario en décimas, que puede decirse que funciona como libro sistema en la variante espejo, dividido en dos secciones. La primera sección, titulada Pacto de hambre, trabaja desde un punto de vista general la figura metafórica de los necrófagos, en el sentido técnico de la palabra, o sea, seres que se alimentan de cadáveres", explicó el vencedor en diálogo con 26.
"El tema fundamental es la necrofagia en sí misma y las bestias carroñeras que solemos ser los hombres", resumió. Sin embargo, él lleva ese tópico más allá; se atreve "a indagar en varios tipos de muertes como línea interminable o especie de cadena alimenticia, que se proyecta desde el plano material hasta el espiritual. La segunda sección es Sector de necrófagos, y reúne personalidades que son ejemplos de eso".
Comer las carnes cuando estemos muertos…
Chuparse cada hueso en sobremesa
es parte de la trémula promesa
de espíritus que vagan descubiertos.
Pinchar a tenedor los rostros yertos,
firmar nuevos contratos sin un cuño.
Las otras muertes no causan rasguño
ni marcas.
Esta muerte es un ejemplo
de que el cuerpo es servido como un templo
y luego devorado puño a puño.
(Poema "Cenar después de la última cena", de Necrófagos).
"IMPOSIBLE VIVIR SIN EL ARTE"
Este fue solo un breve acercamiento al más reciente lauro de Edan Galo. Sin embargo, el joven ha subido en los últimos tiempos varios peldaños en otras de las más importantes lides literarias convocadas desde Las Tunas. Se trata de los concursos nacionales Principito 2023, Canto Alrededor Del Punto (de glosas) y Portus Patris, en los que ha merecido primeras menciones con las obras El niño en el espejo, Herencia regresiva y Testamento del hijo, respectivamente.
"Me resulta imposible separar el arte de mi vida, pues contiene una identidad capaz de sostenerse por sí misma, sin depender del autor. Y por eso quiero abarcar todas las manifestaciones artísticas que me sean posible, sin forzar nada, pero sin miedo a intentarlo", confesó el muchacho que el pasado 23 de febrero (día de su cumpleaños) recibió la noticia de haber aprobado -con excelentes resultados- la prueba de aptitud para estudiar en la Universidad de las Artes (ISA) la carrera de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual.
Él solo tiene 18 años y cumple actualmente con el Servicio Militar. Sin embargo, no esconde sus ansias por empezar la Universidad. Y es que siempre fue así, pues desde niño tuvo "demasiadas inquietudes". Al respecto, dijo: "Siempre escribí cosas. Practiqué muchísimos deportes y hasta me aceptaron para entrar a la escuela de iniciación deportiva escolar (EIDE) Carlos Leyva en béisbol, atletismo y bádminton. También en la Primaria aprobé las pruebas para la escuela de arte, en segundo grado por música y en cuarto por danza, pero luego no seguí ese camino; aunque sí viví activamente la plástica. Asistí a un taller en el que aprendí técnicas básicas de pintura y hasta gané algunos concursos provinciales. La literatura entonces era a ratos, pero escribía...".
Así, luego de un período de descubrimientos existenciales en su adolescencia y la llegada de la pandemia, cierta necesidad se hizo más latente. "Y ahí comencé a escribir por mi cuenta, escribía mucho", alegó. Pero aún faltaba coger en serio el oficio. "Pensaba que la literatura era como un adorno, ni siquiera le enseñaba los textos a mi papá, quien deseaba que fuera a un taller literario. Escribir constituyó un ejercicio de contaminación, como dice Junior Fernández. Fue algo que me atrapó y, a la vez, aumentaba pensamientos, miedos y dudas".
Por rumbos insospechados, Esteban se nutrió de todo y de todos. "Asistí a una iglesia evangélica, estudié sobre Teología, aprendí a tocar bajo y hasta me uní a un grupo en la congregación. También entré al instituto preuniversitario vocacional de ciencias exactas (Ipvce) Luis Urquiza y seguía con un especial interés por el arte. Pero fue la guitarra finalmente el instrumento que me atrapó, mas no tenía dinero para comprar alguna. Así que pedía una prestada, buscaba consejos, leía libros de música, analizaba videos y fui aprendiendo...
"Cuando entré al Ipvce hice las pruebas para incorporarme en el aula de concursos, y así llegué al equipo de Matemática. Allí aprendí muchísimo. En décimo grado obtuve plata provincial y bronce nacional. Paralelamente, empecé a componer y tocar mis primeras canciones. Y fue una experiencia lindísima porque los muchachos allí se aprendían los temas y los cantaban conmigo. Entonces, en el 2022, comencé a ir a cafés literarios y al Festival Entre Música. Acabándose ese evento, de hecho, hice una canción diferente a las que había realizado (más compleja en letra y música), y me dije: quiero ser trovador".
Un buen día -según narra- asistió a la peña Cumbre de Luz, donde el escritor Armando López Carralero lo escuchó leer un poema y lo invitó a otra peña, llamada Hojas Sueltas. Así se estrenó en la Casa del Joven Creador de Las Tunas como poeta. Corría el mes de enero del 2023.
"Eso fue crucial. A finales de ese mes empecé a ir a un taller literario y, a principios del siguiente, participé en el encuentro debate de esas agrupaciones aquí, en el que obtuve mención en varios géneros. Entonces, me fui embullando. Luego vino un premio en narrativa en el 'Escaramujo' provincial. Y aunque parezca una locura, dejé el Ipvce con el fin de tener más tiempo para escribir, mas seguí estudiando en el instituto preuniversitario urbano (IPU) Francisco Muñoz y concursando, lo que ahora en Geografía, pero también con buenos resultados. Después vino un premio en poesía y menciones en décimas y narrativa en el Concurso Tomasa Varona. Y así, hasta los que ya conoces. Esa fue mi llegada a la literatura", expresó.
Muchos vericuetos para tan poca edad, pensaría el lector, no obstante, al escuchar los textos de Edan Galo se explica totalmente. Su historia vivida a todo motor, pero en profundidad, le ha ganado una madurez que ya se aprecia entre líneas.
"A finales del año pasado comencé a construir mis primeros libros. En marzo del 2024 entré a la AHS, que desde antes ya me apoyaba. Ser miembro del taller literario El Cucalambé también me ha ayudado mucho, especialmente por la dinámica del grupo. Me considero una polilla literaria, leo varios libros a la vez. Además, estudio todo lo que puedo de cine, eso me aporta mucho", alegó.
Asimismo, agradeció a personas que lo han ayudado como el cantautor Jesús Pérez Cecilia, el profesor Roger Gómez Ocano y, por supuesto, su papá, Yury García Fatela, su "gran apoyo". Confesó que la mayoría de las veces escribe en soledad, pero a veces necesita la interacción con otros colegas y que, menos el teatro, ha experimentado hasta el momento con diferentes géneros: versos libre, prosa poética, sonetos, décima, cuento, novela...
"Siento la literatura como un medio para establecer un tipo de comunicación sensorial a través del arte. Algunos me dicen que me concentre en una sola cosa, pero no me interesa ser esto o aquello, todo es efímero en la vida. Además, no es algo que escogí, porque me es inevitable. Incluso, creo que muchos escritores jóvenes pecan de arrogancia y, a la vez, temor. En mi caso, no busco convertir mis textos en manuales de técnicas, sino ser sincero conmigo y, de alguna manera, me hace feliz si conectan con la gente. Mi objetivo es vivir y me es imposible vivir sin el arte", concluyó.
... Y así volvió Edan Galo o -simplemente- Esteban a la página en blanco, al desafío de verter esa fuente que es él mismo en una provincia donde ya existen otras muchas fuentes literarias, pero atado al desafío de que su agua sea límpida y nunca, por nada del mundo, caer en el pantano del triunfalismo.