Las Tunas.- El joven Armando López Carralero ganó recientemente la segunda edición del Concurso de Reseña Prosa de Prisa, convocado por la Filial Provincial de la Fundación Nicolás Guillén, con La guagua de Babel o motivos para un viaje, análisis inspirado en el poemario con el que su coterráneo Carlos Esquivel Guerra conquistara el Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén 2023.
Es la primera vez que Mandy -así lo conocen- participa en este certamen y -como el nombre de la lid- fue "Prosa de Prisa", pues realizó la reseña el día antes de cerrar la convocatoria. "Disfruté mucho escribirla. Cuando uno se acerca a este género, se divierte mucho, aprende, se mete en los mundillos del escritor...", confesó a 26.
Entonces, ¿le fue difícil viajar en La guagua de Babel? "Sí, lo fue, -aseguró-, pero me gustó el desafío. Ese es un libro donde el sujeto lírico viaja a diferentes zonas, intercambia con varias culturas, visita pasajes insospechados..., pero siempre regresa a su casa, a su país". Precisamente, con el fragmento "Esta es la novela de las ningunas cosas, de los ningunos viajes", comienza su reseña Carralero, en clara reminiscencia del libro que desmenuza sabiamente.
Mandy parte de notar la incongruencia entre el término "novela" (explícito en el poema de La guagua...) con el género que literalmente matiza esa obra: la poesía. También reconoce el "coincidente sarcasmo" en el hecho de que Babel sea un vocablo de origen hebreo y nos atrapa con una serie de preguntas como: ¿Podrá Carlos echar a andar una guagua solo con la anunciación del viaje? ¿Cuál sería el destino de esta guagua? Y no deja de reconocer rasgos como "una madurez portentosa" y "una evolución plausible" en la obra del autor de Zona negra, Los hijos de Kamikaze, Cuarteaduras y otros libros, también transgresores.
"Carlos viaja, toca, celebra, se inmiscuye en otras culturas, visita ciudades: Tampa, Houston, México, Madrid, Pensilvania, pero siempre regresa (al menos eso nos ha hecho creer) a la casa vieja, destruida, quizás invisible", apunta el joven en su reseña.
Consciente del poder de este género para desentrañar asuntos ya planteados (pero a veces ininteligibles para el lector), Carralero se sumerge en los intersticios de La guagua de Babel y hasta clasifica a su autor en esa obra como "un poeta reflexivo porque nos hace pensar a la vez que nos obliga a meditar, para descubrir o intentar descubrir el sitio exacto de la paz...".
Ciertamente, como plantea su reseña (y demuestra), "la literatura en ocasiones sirve para mostrar los reales mapas, la quiromancia perfecta". Además, existe "un mundo subjetivo detrás de la palabra, que debe ser descubierto o interpretado". Y eso logra Mandy -que también nos simula un poeta reflexivo-, porque "solo bastará con anunciar el viaje (...), siempre habrá un motivo para viajar". Subamos a La guagua...