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Las Tunas.- Mucho ha llovido desde la primera vez que vi a Ernesto Parra. No soy su amiga (y lo acoto para que nadie sugiera que estas líneas son alabanza desde el afecto), así que tampoco compartimos confidencias, de ningún calibre.

Sin embargo, es difícil no admirar su constancia, la fuerza que parece esconder detrás de su verbo afilado, presto siempre a decir todo lo posible, sin cansarse; y anteponiendo, al que se atreva a contrariarlo, los resultados inmensos de su Teatro Tuyo, alcanzados todos desde este Macondo en el que decidió anclar, un poco por amor de Patria chica y otro tanto, quizás, por decisión del alma.

Algunos lo tildan de “hipercrítico” y otros, de “empoderado”; Ernesto parece no notarlo y sigue ahí, ganando a pulso cada batalla desde el talento y la entrega ilimitada.

Se le ve orondo cuando habla de sus hijos, se le descubre enamorado en el momento justo en el que sus ojos tropiezan con Aixa; y, cuando habla de ellos, insiste en que lo más difícil de este tiempo de trabajo es el sacrificio de la familia: el niño, becado antes de tiempo; la niña, durmiendo la siesta entre bambalinas y sí, en algunos aspectos, los dos creciendo temprano.

Ya son 23 eneros dirigiendo la compañía que nació ensayando en espacios itinerantes y ha encontrado la senda del éxito en la medida en la que afianza certezas y encauza su propio camino en el entramado variopinto del teatro nacional.

Papote Teatro tuyo reyAlguna vez, allí, en la sede que conquistaron en Buena Vista (y que conste, mucha guerra les costó) entré al local donde lucen sus premios. Eran tantos entonces (y de eso hace más de dos años) que no cabían en las paredes.

Ese día me mostró los más trascendentes, casi siempre vinculados con el trabajo del grupo, más que los tantos en que está inscrito solo su nombre.
Y ahora, cuando la Asamblea Municipal del Poder Popular en Las Tunas le otorga el Escudo de la Ciudad, la máxima de sus distinciones, le pregunto, en medio del sol intenso de la Plaza Martiana,

¿Todavía te emocionan los premios o ya se te antoja “uno más”?

Su respuesta, ríspida y tajante, no me sorprendió del todo. ”El único reconocimiento por el que siempre estamos desvelados es el de los públicos, sé que puede parecer cliché; pero en el caso de Teatro Tuyo, es la verdad.

“Lo demás son voluntades que se expresan en un marco, que se imprimen en un papel y se pueden colgar; y, a veces, cuando eso no se concreta en acciones reales se convierten en objetos decorativos”.

Ernesto carga muchas insatisfacciones, es propio de almas inquietas y perfeccionistas; algunos se le acercan con recelo porque molestan, a ratos, sus argumentos. Pero él, nada tibio en el arte de la palabra, siempre les recuerda que tienen que hacer más, que la ineptitud no es asunto posible en estos tiempos, que la inmovilidad es peor que el equívoco.

Y, cuando parece que termina, vuelve a la carga, porque sus técnicos necesitan cobrar más para vivir mejor; porque no es posible que tengan sus artistas que ocuparse de detalles administrativos; pues es inconcebible que los directivos no acompañen los estrenos, no abracen la obra desde dentro, no ardan, como él.

Hasta es preciso decir que, en Las Tunas, generaciones completas han crecido bebiendo de su savia, arropados en su genio para que la infancia encontrara en el clown un asidero escénico en medio de la orfandad de espacios que rondan esta urbe de salas cerradas, de deudas constructivas, de migraciones artísticas.

Por eso, bienvenido sea para el creador el Escudo de la Ciudad y, además, cualquier otra loa que nos recuerde cuánto debemos a él y a “los Tuyos”. No solo para reverenciar la entrega, sino para empujar el alma de otros buenos y constantes creadores que, esperemos, por el bien de Las Tunas y su teatro, nunca se rindan.

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