Puerto Padre.- Los edificios hablan por sí solos, transmiten su alma por medio de las paredes o las rocosas bases donde están cimentados. Ante los ojos de escépticos, la afirmación anterior parece sacada de alguna lectura de ficción. A ellos, los puertopadrenses los invitarán a recorrer los pasillos del museo municipal Fernando García Grave de Peralta. La historia detrás de los muros salva la memoria del territorio de la velocidad impuesta por los tiempos actuales.
El coloso enclavado en el horizonte marítimo flaqueó ante los embates del huracán Ike, en el 2008, uno de los fenómenos naturales más perjudiciales por estos lares. Aquellos devastados ventanales significaban la imagen fija del dolor; aun así, como si de una carga al machete se tratara, los trabajadores del sitio enfrentan un batallón de problemas con la esperanza de devolverle la vida útil.
“A partir de ese instante se realizaron algunos trabajos en reparaciones menores y ubicamos en la planta baja una museografía, con el objetivo de mostrar las cinco salas de la anterior exposición. Este capítulo abrió en septiembre del 2010 hasta julio del 2014 que, por indicaciones de la Dirección Provincial de Cultura, se aprobó una inversión para el edificio”, aseveró Abel Julio Sastre Matos, museólogo y presidente de la Unión de Historiadores del municipio.
Desde entonces muchas manos han dejado su huella en el remozamiento del gigante ecléctico, mientras los males provienen de todas partes y no hacen más que dilatar los procesos; súmese que las condiciones del clima, junto al pasar de los días, hacen lo suyo en el desgaste de la instalación.
“En el 2021 se contrató a una brigada local de trabajadores por cuenta propia del territorio, quienes dieron seguimiento a las operaciones desempeñadas con antelación, como el completamiento de la rasilla de la azotea, el descorche y reparación de algunas columnas y paredes, además de otras labores de pinturas. El caso es que no ha sido una reparación continua para que pueda apreciarse la calidad de la obra concluida”.
Así, a pesar del esfuerzo, los veladores del pasado, quienes, a su vez, son defensores del futuro, quedan desarmados ante tanto infortunio.
“En estos momentos no se está efectuando ninguna intervención constructiva en el inmueble, pues hay un litigio a través de los tribunales con la vivienda ubicada en calle Yara número 43. Según testimonian los propietarios, las acciones desarrolladas en el museo han afectado su domicilio. Hasta que la Administración Municipal, Cultura o Vivienda determinen qué hacer, no se pueden continuar con las faenas”, sentenció Sastre Matos.
“En el segundo nivel falta pintura en las paredes, la carpintería no quedó completa y hay filtraciones. Mientras, en la planta baja resta por cometer todas las tareas, principalmente, las de reparación en los elementos patrimoniales que son plafones, cornisas, columnas y otros, más la parte civil; lo cual debe quedar finalizado para avanzar al otro paso que es el desarrollo de la museografía”.
A 14 años, el venidero septiembre, del tránsito devastador de “Ike” por la “tierra de molinos”, aún quedan las secuelas a la vista pública, y no hay certeza alguna de vislumbrar el final del túnel.
“Todo está en dependencia de la culminación de la obra civil. Ya terminada procederíamos al montaje, o sea, todo lo relacionado con el guion museográfico que es la manera en que se van a mostrar los objetos. Desde la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural nos solicitaron una proyección que tuviera la posibilidad de utilizar técnicas modernas: dispositivos digitalizados, televisión, código QR e, incluso, el intercambio de los visitantes con la pieza a través de diferentes manifestaciones”.
VIDA MÁS ALLÁ DE LAS COLUMNAS
La pausa permanece en las reformas de albañiles; sin embargo, para los especialistas promover la historia a todas las generaciones no admite descanso, por ello ponen en práctica disímiles estrategias para acercar a la comunidad los tesoros patrimoniales del museo.
“Al estar cerrado el local, llevamos las actividades a los centros estudiantiles, junto al apoyo de los diversos programas de la Revolución como la atención a embarazadas, la casa de los abuelos y la de niños sin amparo familiar. Asimismo, seguimos en la búsqueda y colecta de objetos que puedan incrementar los bienes atesorados”.
A la hora de recuperar la sensibilidad cultural del sitio, para quienes se desempeñan en el recinto museístico no existen traspiés insuperables, por el contrario, donde cierran puertas, buscan la forma de abrir otras.
“Un convenio que hicimos con colegas de Holguín nos facilitó la preservación de 45 piezas, sobre todo, en la sección de arte, con hincapié en las pinturas, porque deben realizarlo especialistas. El principal deterioro está en el apartado de Ciencias Naturales, se trata de especies que se les hizo taxidermia alrededor de los años 1986 y 1988, y fuera de vitrinas han perdido algo de color”.
Con escaso margen a las tardanzas burocráticas, mucho menos a los “remiendos” como solución facilista, rehabilitar el museo es saldar deudas históricas con los lugareños.
El edificio, majestuoso y legendario, merece toda la prioridad posible. Sitios así definen los lugares, los marcan. Y Puerto Padre, tierra bendita de molinos y sol, espera por verlo espléndido; esa será una señal inequívoca de tiempos mejores.