tuna brava parque

Las Tunas.- Se cuenta que la comarca de Cueibá estaba poblada de rosas rojas, que con frecuencia las muchachas colocaban en su cabello, como símbolo de lo femenino y una manera de exaltar su belleza y llamar la atención de los jóvenes.

Pero en un día lluvioso, oscuro y frío, extrañas plantas crecían en el rosal, y poco a poco con sus pétalos verdosos fueron poblando el lugar: eran arbustos de opuntia (tuna brava de la familia de las cactáceas), que con sus espinas largas desangraron las rosas hasta que el suelo se tiñó de rojo.

Así narra la primera parte de esta fábula el historiador de la ciudad, Víctor Manuel Marrero, en su libro Mitos y leyendas de Las Tunas.
Según la leyenda, la opuntia creció y de ella surgió la flor blanca como símbolo de la rosa sin color. Y de ella también nació un fruto rojo como el resultado de la sangre que había absorbido de las rosas. Y que por demás servía para preparar el vino que se brindaba en las festividades.

La alta población de opuntia fue determinante para que el nombre de Cueibá fuera quedando atrás para darle paso de vez en vez al de Tunas.

Ello tuvo su confirmación luego de la conquista y la colonización de los españoles a Cuba, cuando hacendados de otras latitudes comenzaron a poblar sus tierras vírgenes.

Después del año 1600 -se narra- un hacendado llamado Jesús Gamboa, tenía las mejores haciendas ganaderas de la región oriental. Hay una anécdota en la que un ganadero de Manzanillo cuando fue a comprarle mil novillas, este, con alarde de poder le preguntó: "¿De qué color las quiere?"

Como en la finca crecía mucho la tuna, Gamboa obsequiaba una de estas plantas a los ganaderos que llegaban a su hacienda. Así la tuna brava llegó a ser muy famosa, al creerse que tenía muchos poderes de protección o funcionaba como escudo contra los maleficios.
Ya los ganaderos se identificaban tanto con la opuntia, que antes de partir hacia la finca de Gamboa, en vez de anunciar que iban hacia Cueibá, decían: "Voy para la hacienda de Las Tunas".

A más de cinco siglos de esta leyenda, en el Balcón del Oriente Cubano se mantiene presente la tuna brava, en parques, jardines, en el uniforme de los Leñadores beisbolistas, en los techos de viviendas…

Personas que mantienen bajo su protección a la tuna brava -también conocida en varias latitudes como ala de ángel-, la cuidan para alejar los malos espíritus, los malos ojos y la envidia; y otras la conservan como un símbolo patrimonial de la ciudad, que el 30 de septiembre venidero cumple 225 años de fundada.

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