- A propósito del 31 de Mayo, Día Mundial Sin Tabaco, 26 llama la atención sobre este peligroso hábito en las edades tempranas
Las Tunas.- Los veo juntarse con mucha intriga. Unos de punticas y otros más atrevidos. Caminan a paso de gigantes. Las cabecitas revueltas se hermanan, miran para todos los lados y escucho las carcajadas. Los sigo expectante. Hace años que no logro dejar de involucrarme cuando hay niños de por medio… La tarde noche me da la razón. Hay algo raro. Los punticos rojos de los cigarros se llevan mis dudas. Ah, están fumando…
Por la estatura pueden ser de cuarto o quinto grado, pero eso ya no es un referente fidedigno. Así que me toca escuchar más de cerca. Y de la nada oigo de más. El piquete de cuatro varones y una niña son de Secundaria Básica y vecinos. Solo la nena es de Primaria y ella se aparta el humo de la cara como puede, mientras mira absorta a los "grandes" y espigados hombrecitos. Se quedan justo en mi esquina, en tierra de nadie.
El grupo "encendido" pernocta un rato más, aunque ya cayó la noche. Se les escucha de vez en vez las risotadas y parecen una amalgama inocente de ocurrencias, pero los puntos rojos no cesan. Es como una gracia… solo que los pulmones también "imberbes" no aguantan tamaña descarga de testosterona irresponsable.
Los varoncitos son los primeros en llevarse los cigarrillos a los labios. En su cabeza reproducen lo que ven a diario en muchos escenarios, adolescentes que fuman y eso los vuelve popular entre las chicas. Es como cruzar el cerco de la adultez y dejar atrás una etapa, un concepto bastante asentado en el imaginario infantil.
Este año, Las Tunas propició espacios de intercambio en centros educativos para la prevención del tabaquismo desde las edades más tempranas. A muchos padres pudo haberles parecido exagerado, pero promotores y activistas de salud del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología llegaron a escuelas primarias con experiencias y herramientas para romper el mito de lo placentero que es fumar.
La meta a estas instancias es ambiciosa y busca transformar los patrones conductuales que han ponderado el tabaquismo como un portador de éxtasis, y los equipara con un racimo de inconvenientes que asusta en la primera infancia: dientes amarillos, mal aliento, dedos manchados, piel opaca, economía en "huecos”, en fin, un espanto para lograr compañías.
Para muchos el hábito de fumar en un niño puede ser visto como algo muy fuera de lo común, pero según los especialistas, este comportamiento tiene su raíz en el propio desenvolvimiento de nuestra sociedad. Los límites entre la niñez y la adolescencia se trastocan. Los más pequeños imitan a los jovencitos (hermanos, primos, vecinos) y también se encuentran desafiando lo prohibido porque lo asocian con comportarse como adultos, o hacerse valer.
Pero por más campañas que se organicen y gente que se involucre con buenas estrategias, la familia sigue jugando un rol fundamental en la lucha contra esta y otras adicciones. Es en casa donde se aprenden la mayoría de las veces estos hábitos tóxicos, incluso, en contradicción contra toda lógica.
En todos los barrios hay ejemplos indignantes. En la familia de más bajos ingresos económicos, donde la mayoría no tiene vínculos laborales y tres niños, suyos, corretean descalzos y hambrientos por la calle, el poco dinero que entra no alcanza para zapatos ni dulces, pero el cigarro sí tiene que estar garantizado. En estos escenarios el mal ejemplo inclina la balanza, pero también en los hogares funcionales que ven el tabaquismo y la iniciación temprana como una muestra de hombría, como una gracia…
Como este grupito que llegó hasta mi esquina para esconder su rastro me temo que hay muchos otros. En los albores de la vida es bien difícil tomar las decisiones acertadas. Toca a los padres educar desde el ejemplo, además del gran reto de ayudar a los más chicos a edificar una autoestima sólida, basada en su individualidad, donde no sea necesario imitar conductas peligrosas para encajar en un grupo o ganarse el respeto.
