Andrés Quintana Arévalo 1
Las Tunas.- La vida y el paso del tiempo han sido una escuela para Andrés Quintana Arévalo, un hombre humilde que sabe lo que es correcto y lo que no, y actúa en consecuencia, tanto en su interacción con las demás personas como en la transformación de la tierra que heredó de su abuelo.

De él aprendió que las acciones tienen más valor que las palabras, y que solo se emprenden las tareas que prometen buenos resultados. Por eso declinó la idea de sembrar una parcela de arroz o de criar abejas porque “produzco lo que sé que voy a lograr, así ahorro tiempo y recursos”.

Reside en la comunidad de La Anacahuita, en el municipio de Las Tunas, y allá trabaja solo. En cambio, se multiplica y convierte las 24 horas del día en oportunidades para hacer producir la finca, en un constante desafío a las plagas y los ladrones.

“Tengo una caballería, que son 13,42 hectáreas, pero no he podido incorporar todos los espacios a los diferentes procesos productivos. Ahora mismo hay una parte cubierta de marabú y la voy limpiando poco a poco. Aunque es muy difícil, sé que lo voy a lograr.

“No renuncio a ver mi finca toda sembrada porque sé que eso mejorará mi economía y ayudará en la alimentación de la gente. Además, creo que en el campo se puede prosperar y tener una vida decorosa. Lo que hace falta es una ayuda del país con recursos muy necesarios”.

Quintana, como le llaman, tiene sus áreas a dos kilómetros de la casa. Hasta allá va en su carretón tirado por bueyes, o en su yegua. Algunas veces, por la distancia, ha sido víctima de personas inescrupulosas que, más que un fruto, le roban su sacrificio.

“Por eso no siembro viandas. Las pocas que tengo son para el consumo de la familia y están cerca de la casa. Aquí también tengo ají y otras cositas para mejorar nuestra alimentación. Allá en la finca he plantado maíz, tomate y otros renglones, pero lo mío es la guayaba.

“Una parte la mantengo desde hace más de 15 años y está en buen estado, pero mi idea es aumentar. Ya sembré 400 matas más, y cuando quite el marabú seguiré incrementando las plantaciones. Claro, siempre pienso en la tierra porque, de tanto trabajarla, se cansa.

“Yo empleo productos biológicos para controlar las plagas y fertilizar los suelos. Uso el matacallo, que es muy bueno para espantar los insectos. También aprovecho las plantas de maíz, como materia verde. Y en luna menguante podo el guayabal y dejo esos gajos en los troncos de las plantas”.

En sus fértiles tierras el productor tiene un pozo. “El mejor de toda La Anacahuita”, dice. Y también se beneficia del río que corre por detrás. Cuida a ambas fuentes de agua. Y en el período de sequía busca ayuda y escarba hasta encontrar nuevos manantiales.

En su actuar cotidiano es de pocas palabras. Sin embargo, al hablar de siembras se emociona; o de los cerdos y las aves que cría para su consumo. Se enorgullece por vender sus producciones a través de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Julio Antonio Mella, a la que pertenece, y apuesta por el futuro.

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