Fidel abraza a Pedro Jimenez 696x385Fidel abraza a Pedro Jiménez, entonces primer secretario del Partido en el sureño municipio.

Jobabo, Las Tunas.- Corría el año 1996, más de tres mil trabajadores azucareros de Jobabo hacían hasta lo imposible para cumplir el plan de azúcar de ese calendario. Los agrícolas protagonizaban su parte y los del ingenio buscaban mayores rendimientos durante el proceso fabril.

El 31 de marzo no sería una jornada cualquiera. Ese día se llegaría a la añorada meta, con más de 23 mil toneladas de crudo, nunca antes logradas en el ingenio Perú, cuyo colectivo siempre estuvo dispuesto a vencer retos y adversidades.

Desde temprano en la mañana, ultimaban detalles en los cañaverales y engrasaban los mecanismos, porque ese día el pitazo del central estaría matizado por un intenso olor a melaza, que ya desbordaba las sonrisas de los que derramaban sudor para llegar al éxito.

Todo fluye sin contratiempos. A las 11:00 de la mañana se da el tradicional parte desde la sala de control y análisis. Ya falta poco para llegar a la meta, todos expectantes. Avanza la jornada, el sudor aprieta, los obreros no toman descanso, los directivos no cesan de comunicarse por boquitoqui y las preguntas no acaban.

A las afueras de la industria, en diversos organismos y otros tantos sitios, vehículos y pobladores se van sumando. Nadie sabe qué pasará más tarde, pero la intuición del ser humano es poderosa. Algún alto dirigente vendría a celebrar junto al pueblo el triunfo del “Perú”. Lo que nadie imaginaba quién podría ser esa personalidad.

Pasadas las 3:30 de la tarde, en medio de un ardiente sol, irrumpió una caravana. Transcurrieron unos minutos y muchos dijeron casi al unísono: "Fidel está en Jobabo’". El Comandante en Jefe había ido antes a la sala de análisis del central.

Poco tiempo después ascendía majestuoso, viril y sonriente las escaleras de la plaza cultural de La Punta, adonde acudieron miles de habitantes de la ciudad cabecera y de los barrios de la periferia. Querían ver y saludar al hombre que triunfó en la Sierra Maestra, que atacó el Moncada y desafió el peligro en Girón, al que nunca el enemigo pudo arrebatarle la vida con sus planes homicidas.

Fidel había llegado a Jobabo para reconocer la victoria de los azucareros, a quienes agradeció la meritoria labor desplegada en 73 días de zafra. Allí entregó diplomas a los más destacados en la contienda.

Pronunció un elocuente discurso en el cual señaló que los azucareros habían logrado récords históricos que implicaban un gran mérito, una gran voluntad y un gran esfuerzo, según sus palabras.

Así transcurrió aquella tarde, de la que guardamos celosamente los recuerdos de un líder que criticaba lo que no se hacía bien, pero igual sabía elogiar y reconocer los resultados.

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