02 LGR Mijain Lopez Oro 1

Tokio.- No se apareció aquí otro Rulond Gardner. No merodeó el fantasma de aquella noche en Sídney 2000, cuando el mítico ruso Alexander Karelin perdió un combate inexplicable y la oportunidad merecida de figurar como el primer gladiador de la historia con cuatro coronas olímpicas.

No podíamos imaginar que aquel hecho, hace ya 21 años, terminaría ligado a la historia del deporte cubano y a la ejecutoria de un pinareño humilde hasta la médula, salvo encima del colchón.

Pues sí, tras reinar en Beijing 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, Mijaín López (130 kg) lo hizo otra vez con magia y euforia, con maestría y una valentía que no se mella ya cerca de los 39 años de edad. Impresionó, emocionó y tomó para sí lo que Karelin dejó escapar o le quitaron…

Lo hizo con cuatro apariciones sobre los colchones dispuestos en el Makuhari Messe Hall A, vapuleando al rumano Alin Alexuc Ciurariu (ST, 9-0) y al iraní Amin Mirzazadeh (ST, 8-0); destrozando la estrategia, los sueños y el orgullo del turco Riza Kayaalp (2-0), quien más ha sufrido los embates de una época que llevará invariablemente el nombre de Mijaín.

Kayaalp no solo aguantó su tercer fracaso ante el cubano bajo los cinco aros, sino también un festejo en contra, otro más, que quedará como postal de una de las más grandes rivalidades de este deporte. Si en Río de Janeiro 2016 fue un baile de samba, ahora el Gigante de Herradura le reservó un beso en la coronilla y dos frases demoledoras: "¡Donde yo esté, él no gana!» Y eso fue «para que sepa y reconozca que soy su papá". ¡Demasiado!

Después entró a esta historia el georgiano Iakobi Kajaia, para nada un “aparecido” en atención a su tercer lugar mundial en Nur Sultán 2019. Pero eso sí, jamás había triunfado a lo largo de su carrera y no sería esta vez, no en la final ante un Mijaín descansado por 24 horas y concebido para “matar” de pie en los grandes momentos.

Cuando sonó la chichara había un 5-0 rotundo en la pizarra, de libro. No pudo “trapear el colchón” con su rival, pero este jamás estuvo en la más mínima posibilidad de ganarle, ni siquiera de marcarle un punto y romperle su inmaculada actuación de dos días.

El festejo fue colosal. Trujillo volvió a dar vueltas sobre el tapiz y la bandera de la estrella solitaria ondeó alta y brillante… Habló mucho Mijaín con los periodistas y me quedo con una idea: nuestro pueblo necesitaba estas alegrías y se las estamos dando.

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