profesor Leadro Las Tunas

Las Tunas.- Conversar con el profe Leandro me confirmó todas las buenas opiniones que ya tenía de su desempeño docente y su marcada cordialidad.

Estaba rodeado de gente cuando nos conocimos, con el celular en la mano, la mirada puesta todo el tiempo en sus estudiantes y atento, también, por si hacía falta su ayuda para levantar a la muchacha que se cayó en el parque y parecía haberse lastimado la rodilla; todo a la vez.

Ya me habían dicho que era muy activo, conversador, campechano y, desde el saludo, también dio muestras del enorme respeto que siente por su profesión, en toda regla.

Porque Leandro Mastrapa Igarza es nada menos que profesor de Historia en una secundaria básica de esta ciudad.

Y no es un docente más, lo notas cuando sus alumnos salen del aula encantados o cuando llegan a la casa hablando de las costumbres de las familias en el antiguo Egipto y te dicen: “El profe llevó unas diapositivas hoy. La clase le quedó espectacular”.

Para lograr eso hoy, con estudiantes de la enseñanza que se entrelaza con la adolescencia, en una asignatura tan debatida como Historia, hace falta algo más que talento y disciplina. Eso es innegable.

Cuando le pregunté sobre el asunto sonrió, y, con su verbo, tan elocuente como la pasión por sus saberes, me dijo.

“Solo en la Secundaria Básica se imparte la Historia Universal plenamente; la recorren toda entre séptimo y octavo grados. Primero, la Antigua y Medieval; después, las Moderna y Contemporánea. El profesor tiene el reto de impartir bien esas lecciones; hay que enamorar, dar clases de calidad, prepararse bien.

“Confieso que siento una adrenalina especial ante los muchachos; busco motivarlos a través de lo diferente, no solo en lo político, lo diplomático, lo militar. También me gusta acercarlos a los aportes de las civilizaciones a la cultura universal, abundo en asuntos referidos a la cultura, cómo eran las mujeres, su religión y costumbres.

“Hacerlo de manera atractiva, llevar curiosidades, darles utilidad a la tecnología, los medios de enseñanza, softwares educativos y hasta las propias redes sociales. Estamos en el Tercer Perfeccionamiento que, desde la enseñanza de la Historia, está llamado a ser renovador, para que los alumnos sean capaces de valorar por qué es importante lo que se les lleva al aula. Es necesario para que aprendan del pasado, transformen el presente y proyecten el futuro”.

Le escucho con suma atención; especialmente la parte en la que asegura que le encanta impartir docencia en la Secundaria; y eso, porque sé que con la “Wenceslao Rivero Pérez” tiene un vínculo muy especial.

“La sede es el edificio que está frente a mi casa. Mi abuela fue alumna de ahí, también mis padres, mis hermanos, mis vecinos. Quienes me dieron clases, un claustro de profesores consagrados, queridos, reconocidos en la ciudad pasaron a ser mis compañeros de trabajo cuando inicié como profesor, que lo hice en esas aulas. Eso contribuyó en mi formación y también en la decisión de quedarme.

“La licenciatura vino después. Quizás eso me regaló la posibilidad de entrar como tal a estudiar Historia, la especialidad que yo quería. Era el año 2010 cuando me atreví a darla. Me gustó mucho y comencé.

“Poco después valoré la posibilidad de formar parte del maravilloso, valiosísimo, prestigioso claustro de la carrera de Licenciatura en Marxismo, Leninismo e Historia de la Universidad de Las Tunas. Sin embargo, no abandoné la Secundaria Básica. A ella le debo lo que soy.

“Allí aprendí a amar la historia, a dar mis primeras clases. Lo que sé y las generaciones de estudiantes que han sido mis alumnos salieron de esas aulas. Todos los días me retan y tengo que estudiar”.

Ahora Leandro avanza en su formación como máster y, tan determinado como es, de seguro será otro acierto su esfuerzo en ese sentido.

Porque, aunque ya están lejos los días en los que era un niño divertido que jugaba a ser maestro, un pionero que disfrutaba ser monitor en el aula, un estudiante atento siempre a las sociedades científicas o tenía cargos en el Consejo de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), el amor por el magisterio se le renueva y el gusto por hacer el bien le define. 

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