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Las Tunas.- En tiempos de carencias y dilemas materiales evidentes, como los que vivimos actualmente, es una pretensión, cuanto menos demasiado noble, intentar mantener normalidad total en lo que hacemos, más el ritmo cotidiano de la sociedad.

La flexibilización de horarios escolares y algunos servicios confirman los aciertos gubernamentales en este sentido; sin embargo, esa visión de atención a las particularidades hasta la cimiente misma, debe primar en todos los sectores de la sociedad sin dejar a un lado ingenio y sensibilidad.

¿A qué me refiero concretamente? Pues a las dependientas de una tienda en MLC a las 3:00 pm sentadas en la puerta, soportando el calor de un apagón programado hasta las 8:00 pm y sin poder cerrar el local e irse a su casa, “porque no nos dieron permiso hasta la hora de siempre”.

Sin pensar en que esas mujeres, la mayoría de ellas madres de familia, quizás no tengan corriente cuando lleguen a casa, rato después de lidiar, en no pocos casos, con la angustiosa realidad del transporte público. ¿Para qué dejarlas ahí, cumpliendo un horario que, en esas circunstancias, no tiene ningún sentido?

Me refiero, igualmente, a una avezada dermatóloga tunera atendiendo al último paciente del día con la linterna de su celular, pues, de todos los consultorios del médico de la familia de su área de Salud, radica en el que tiene pocas ventanas y escasa luz artificial. Eso, sin contarle del grupo de personas que quedaron fuera, disgustadas, pues no entendían que la doctora no pudiera seguir dando consultas si era solo un apagón más.

He visto a bodegueros regresando al trabajo después de las 7:00 pm para despachar el pan, a técnicos posponer su horario de almuerzo, porque hay que “aprovechar cuando llega la luz” y he sido testigo y hasta parte del colectivo del Periódico que se moviliza como hormiguero loco y se mantiene despierto hasta muy entrada la madrugada para que usted, respetado lector, pueda hojear la página impresa, con fidelidad absoluta.

Estas líneas no se tratan, para nada, de sugerir que nos acostumbremos a la crisis y encontremos fórmula alguna para hallarle lo triunfalista a la Cuba que vivimos; pero “poner la cosa más mala de lo que está” se traduce en ser poco empático ante una realidad que es del otro, mas nos afecta y necesitamos organizar mejor o, al menos, diferente de como lo hemos hecho toda la vida, porque así lo exigen los momentos actuales. Otra posición no es saludable, pues los extremos distan mucho de ser revolucionarios. 

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