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Las Tunas.- El doctor en Ciencias Técnicas José Marcos Gil Ortiz comenzó a desandar los pasillos de la hoy Universidad de Las Tunas (ULT) allá por 1974, cuando la Educación Superior se abría paso por estas tierras y era de manera voluntaria que los docentes impartían sus clases. Es profesor e investigador y ha estado allí, aportando a sus lugares, desde entonces.

Conversar con él es, de alguna manera, escuchar la historia del camino terco que va tomando la ciencia y entender, al menos un ápice, de los vericuetos que hacen que entronizarla en la sociedad y hacerla motor impulsor del desarrollo sea vital y, a la vez, enrevesado.

“Recuerdo que fue en los años '80 que me encontré una referencia bibliográfica de la Asociación de Técnicos Azucareros de Cuba que decía: 'Los agentes surfactantes en el agua de imbibición disminuyen la pol y la humedad del bagazo'.

“Entonces comencé a probar todos los surfactantes que empleaba en ese momento el Minaz, lo mismo detergente industrial, que el obtenido de la refinación de aceite de girasol en Camagüey al que le decían tensol o jaboncillo, y muchos más".

Y eso, que quienes vivimos alejados de los procesos fabriles de la caña de azúcar no entendemos, abrió todo un mundo ante el experto, nutrió de hipótesis nuevas las tesis universitarias y ha ido tejiendo un hacer investigativo alrededor del tema que todavía lo desvela.

Ahora está trabajando en dos proyectos sólidos. El primero de ellos, Mayor efectividad en tándem de molidos mediante modificación en presiones hidráulicas y propiedades del agua de imbibición; y el segundo, El aceite de caña como base para biolubricantes y para elaborar un jabón para intensificar los procesos de imbibición y clarificación de los jugos de caña.

Tras cada uno está la intención de sólidos aportes que se van encauzando, sí, pero no con la celeridad que requieren el país y sus contextos.

“El jabón de aceite de cera de cachaza es útil para la sustitución parcial del floculante empleado en la clarificación de los jugos de caña. Se obtiene ese aceite de la refinación de la cera cruda que queda retenida en la torta de cachaza, que luego se saponiza para llegar a obtenerlo.

“O sea, un subproducto, que es hasta un residuo de una parte del proceso industrial y lo tenemos aquí, sustituye parcialmente al floculante, que ronda los más de dos mil dólares en el mercado internacional y que Cuba ha debido importar en su Industria Azucarera en toda su historia revolucionaria”.

El experto traduce, un poco, para nosotros sus resultados científicos. “Un central como Majibacoa, por ejemplo, aplicando el jabón en el proceso de extracción en el tándem de molinos debe dar alrededor de 2,26 toneladas de azúcar recuperadas del bagazo, y eso da para abastecer la canasta básica de unas cuantas familias”.

Confirma que las mediciones se han hecho en otros centrales, fundamentalmente del oriente de Cuba.
“El jabón se aplicó en la clarificación de los jugos en la zafra pasada en los centrales Majibacoa, Colombia y Antonio Guiteras, a pesar de que la zafra fue extremadamente inestable. Utilizando la mitad de floculante y la otra parte de jabón de aceite de cera, requerido para el proceso de clarificación de los jugos, el ahorro fue importante; quizás no se vea tanto en dinero, pero el bloqueo es más que eso. Si de momento los exportadores deciden no vender ese producto a Cuba, este recurso nuestro nos permite tener un sustituto y hasta un ahorro del que ya tenemos aquí. Porque lo que sí está claro es que sin floculantes no hay zafra.

“Además, cuando se añade jabón, el azúcar sale más claro y los técnicos dicen que las masas corren mejor. Esa parte todavía no está investigada, pero es un campo amplio, hay que seguir abundando”.

Es fascinante su explicación detallada de todo el engranaje. También lo escuchamos con interés ahondar en los años de sapiencia engavetados; en la investigación aquella que se hizo en el laboratorio del extinto central Perú en los años 1985 y 1986 y que nunca pasó de eso; en la otra, de 1995, que llevó los estudios del tema, primero al laboratorio, luego a escala industrial (ambos en el central Grito de Yara), siempre con excelentes resultados y también condenados en un cajón y a carnada de polillas.

Pero es el Día de la Ciencia Cubana y el profesor Gil, con su voz profunda y la juventud en los ojos, no se detiene ante ventiscas y sigue mostrando resultados concretos. Lo escucho, y hasta comienzo a creer que en Cuba no existe el tan temido espionaje industrial, porque él luce para mí lo que es, a su juicio, la joya de la corona, consciente de que lo ha dicho muchas veces y feliz porque parece que estos proyectos, que se empujan desde el Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente y la ULT, le están allanando el camino de una patente legal.

Entonces saca una hoja en blanco y empieza a dibujar los molinos del tándem (que es la maquinaria que exprime la caña en la industria) y recuerda que los del que fuera el central Jesús Menéndez tenían seis molinos, la misma cantidad que tienen el Majibacoa, Colombia y Antonio Guiteras. Esos ingenios le han abierto las puertas a sus trabajos desde la zafra anterior y en el que pretenden, desde la arrancada misma de la industria este año, seguir implementando.

“La creencia generalizada es que las altas presiones en el tándem dan mejores resultados en la extracción de jugo a la caña, y la investigación demuestra que no es así. Es un tema que tiene muchos detractores, pues esa es una afirmación que todo el mundo asume.

“Los resultados nuestros confirman que la clave está en hallar las presiones mínimas de trabajo. Porque las investigaciones en el mundo han demostrado (fundamentalmente las hechas por los australianos) que en los molinos se extrae el jugo de la caña hasta un plano neutral, la investigación nuestra probó que cualquier presión que se aplique en el molino por encima de las de ese plano no cumple función alguna, sometes al molino a unas tensiones tales que se parten los ejes (algo que ocurre con mucha frecuencia) y derrochas una energía que puede ser beneficiosa para el pueblo”.

Aunque sus estudios en ese sentido comenzaron en el año 1985 fue en 1997 que lograron hacer, en el central Jesús Menéndez, un experimento bajando mil libras al quinto molino y pudieron comprobar que no se alteraba el proceso.

Volvieron a la carga en el 2004, tras años de aportes científicos sobre el tema, anclados en una gaveta, y lograron experimentos en los centrales Majibacoa y Antonio Guiteras. De ahí, siguieron.

“Imagínate que bajando 500 libras de presión a cada molino en el 'Guiteras', el ahorro se podía traducir en entrega de electricidad para el pueblo de Delicias por tres meses completos.

“Se hizo también en Majibacoa, ahí se bajaron 300 libras y los resultados demostraron que no se afectaba la pérdida de azúcar, ni la humedad del bagazo y se ahorraba energía.

“El logro fundamental es que nosotros encontramos cuál es la presión mínima a la que se puede bajar la hidráulica sin alterar el funcionamiento del molino.

“Aplicar estos resultados no lleva gasto de inversión alguno, y lo único que tienen que hacer en el central es regular una valvulita que hay en el tándem”.

El profesor abunda y deja claro que, para que se tenga una idea, nada más en los días de la irregular zafra que hizo el "Majibacoa" en el año 2023, al comenzar a aplicar lo de las presiones, dejaron de consumir del Sistema Electroenergético Nacional e, inmediatamente, aportaron a él. Y sonríe, porque no, no quiere hablar de los apagones y cuánto podrían disminuir si Azcuba atendiera a fondo este trabajo a nivel nacional.

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Era una Revolución joven e inquieta aquella de octubre de 1959. Ernesto Che Guevara recibía el título de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Oriente. Allí, en la Cancha Mambisa de la emblemática Loma de Quintero, el argentino dijo que la Universidad debía estar cada día más en el seno del pueblo, indagando sus problemas y buscando soluciones en los lugares en los que estaba enclavada.

Sí, habló de ciencia e innovación; un hacer al que, sin embargo, todavía nos resistimos.
No alcanza con visibilizar publicaciones de resultados científicos, patentar investigaciones y trazar directrices. La ciencia exige innovación constante, diálogo frontal y sensibilidad en todos los noveles. Solo así, aferrados a ella y a sus hombres y mujeres de bien, saldremos adelante. 

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